"Ventana abierta"
RINCÓN PARA ORAR
EL ESPÍRITU, EMPUJA A JESÚS AL DESIERTO
12 A continuación,
el Espíritu le empuja al desierto,
13 y permaneció en el desierto cuarenta días, siendo
tentado por Satanás. Estaba entre los animales del campo y los
ángeles le servían.
14 Después que Juan fue entregado, marchó
Jesús a Galilea; y proclamaba la Buena Nueva de Dios:
15 « El tiempo se ha cumplido y el Reino de Dios está cerca; convertíos y creed en la Buena Nueva. » (Mc. 1 12-15)
Jesús, instruido por el Espíritu,
llegado el momento de Dios, recogió sus enseres de
carpintero en Nazaret y se dirigió al Jordán donde estaba bautizando
Juan. Y, se puso en la fila de los pecadores, para ser bautizado
como uno más. Pero Juan el Bautista, por un conocimiento
sobrenatural, lo reconoció como el que él estaba esperando y quería
manifestar al pueblo como el Enviado de Dios, el Mesías. Y, “después
que fue bautizado Jesús, se abrió el cielo y el Espíritu Santo en forma
corporal de una paloma, se posó sobre Él y una voz desde el
cielo decía: “Tú, eres
mi Hijo amado, en Ti me complazco””
Así, lleno del Espíritu Santo, sintió
Jesús que lo empujaba al desierto y entró en estos parajes inhóspitos, lleno de
su fuerza. Sentía sobre Sí todo el peso de los pecados de los
hombres, a quienes venía a redimir. Un celo ardiente por la
gloria de su Padre-Dios le invadía, en un marco desnudo, sin nada que
distrajera su oración de unión y diálogo ininterrumpido con
su Padre. El silencio del desierto, era acogedor y aplastante, cruzado
a veces por el crujir de la arena o algún lamento de los
chacales... ¡En verdad que, el Espíritu Santo estaba con Jesús
habitando su corazón para poder soportar esta desnudez de todo y de
alimento! ¡Y, esto, por cuarenta días!
San Marcos, no dice como Mateo
que, “el Espíritu Santo empujó a Jesús al
desierto, para ser tentado por el Diablo”. Y, san
Lucas, afirma sólo que, “allí, fue tentado
Jesús”. Estas tentaciones de Jesús en el desierto, enlazan con la gran
tentación de Jesús en Getsemaní. Allí, la tentación, le supuso
sudor de sangre. Esta del desierto, se centraba en
que, el Tentador quería apartar a Jesús de la misión
que el Padre le había encomendado. Por esto, le dice
el Diablo: “si eres Hijo de Dios! Le empuja a llevar a
cabo su obra por el poder y la gloria humana y no, por lo humillación y
una muerte en cruz, como sabía Jesús que su Padre-Dios lo había
determinado.
Por tres veces, Satanás le tienta.
Por primera vez, con el hambre justa, ¡después de cuarenta días
de ayuno! Y, apela a su poder para satisfacer su necesidad. Por
segunda vez, con la vana gloria del mundo; Y, por
último, reclamando para sí, su adoración. Jesús siempre responde con
la Palabra de Dios dicha por los Profetas y los Salmos y ahuyente de
sí tan burdas y arteras proposiciones. El fruto de esta victoria sobre el
mal, es el servicio rendido y amoroso de Los ángeles.
Se dice que: “¿qué sabe el que no ha
sido tentado?”. Y, ¡es verdad! Jesús, como
hombre, experimentó en su carne la seducción del pecado, por
ello, puede auxiliar a los que están
tentados. Y, “la tentación- como bien dice la Palabra
de Dios- está a la puerta como león rugiente buscando a quien
devorar” Y, no dice que, “ronda como una mosca pesada”, sino
como un león hambriento.
Nuestra lucha, no es con seres terrenales
sino con potencias y dominaciones de Satanás. La lucha, por tanto, es
aparentemente desigual. Pero Jesús, viene en nuestro auxilio, como
el Padre sostuvo a su Hijo querido en las grandes pruebas.
La oración a Dios, también es un auxilio poderosísimo. Y, si
decimos: “¡Señor, no me dejes caer en la tentación y líbrame
del Maligno!”, es señal de que quiere ayudarnos y arrancarnos de
nuestro enemigo declarado. La fuerza y el poder, no está en
nosotros sino en nuestro Dios que nos ama y somos suyos.
¡Oremos en este día con gran confianza y nada temamos entre sus manos! ¡Qué así sea! ¡Amén! ¡Amén!
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