"Ventana abierta"
ÁNGELUS
VIDA DE LA SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA MADRE DE DIOS
Biblioteca virtual miguel de Cervantes
Escasas son las noticias que sobre este punto
nos proporcionan los monumentos históricos y poco podemos decir de la infancia
de María.
Cumplidores los padres de María de las leyes
del pueblo israelita, presentaron al templo a la recién nacida. Pero antes de
este acto solemne debió preceder, como las leyes mandaban, la purificación de
la madre, y pagado este precepto, el santo matrimonio presentó a la que lo
había de ser del Redentor y realizar la promesa hecha de ofrecer al Señor y a
su culto al heredero anunciado por el ángel a Joaquín y Ana.
Cumplidos los preceptos de la ley debieron
retirarse a Nazareth, en donde tenían bienes, y allí permanecieron hasta llegar
a la edad de tres años la tierna María. La Iglesia católica celebra dos
festividades de la Presentación de María en el templo de Jerusalem; la una el
día 2 de febrero y la segunda el 21 de noviembre. No cabe confundir ambas
festividades, pues la de 21 de noviembre es la que debe titularse Presentación
de la Virgen María al templo y la de 2 de febrero debe entenderse, más que la
Presentación de María, la de Jesús por su Santa Madre; pues María se presentó
para llevar, ya purificada, a su Hijo y así debe entenderse por fiesta de la
Purificación.
Como hemos dicho, ni los Evangelios ni otros
textos sagrados nos dan más amplias noticias de la infancia de María y tenemos
para ello que recurrir a la tradición y a lo que la Iglesia nos dice acerca de
este extremo. Pero antes, y sobre todo, como dice D. Vicente Lafuente, es la
Iglesia, y los trozos selectos de los Santos Padres que ella nos presenta en el
Oficio divino, son superiores a cuanto se pueda decir por los ascéticos
antiguos y los modernos filósofos cristianos.
En la citada fiesta de la Presentación, San
Juan Damasceno y San Ambrosio son los que la Iglesia nos presenta en dicho día.
La constante tradición entre latinos y orientales y lo antiguo de esta
festividad, unido al cumplimiento de la ley y promesa hecha por los padres de
María, pone fuera de toda duda el hecho, de que siendo todavía muy niña, fue
conducida por sus ancianos padres al templo de Jerusalem para que quedase
consagrada al Señor y ocupaciones a que se dedicaban las doncellas piadosas, que
vivían en el recinto exterior del templo, recibiendo una educación cuidadosa y
esmerada en cuanto los tiempos alcanzaban.
En las habitaciones del recinto exterior del
templo, dice Lafuente, la tenían los Sacerdotes y Levitas cuando les tocaba
venir de sus pueblos a servir por turno en el templo de Jerusalem, y allí
vivían también las doncellas dedicadas a Dios, y entre ellas, en su tiempo, la
purísima María. Así lo afirma Damasceno de una manera terminante cuando dice: Nace
en casa de Joaquín y es conducida al templo, y en seguida plantada allí en la
Casa de Dios, y nutrida allí por el Espíritu Santo, quedó constituida en
asiento de todas las virtudes cual fructuosa oliva; como que había apartado de
su mente de toda sensualidad de esta vida y de su cuerpo, conservando así con
virginal pureza, no solamente su cuerpo, sino también su alma, cual
correspondía a la que había de llevar a Dios en su seno.
Y al llegar a este punto de la estancia de la
Santísima Virgen en el templo, creemos hacer un favor a nuestros lectores
desvaneciendo el error que hemos oído a algunas personas que se estiman por
entendidas, acerca del templo de Jerusalem, que se lo figuran, creen y
describen como una gran iglesia de los tiempos presentes. Imagínanselo como una
gran Catedral, como un gran templo de San Pedro o del Escorial, con esas
columnas retorcidas, que apellidan Salomónicas, sosteniendo una gran bóveda, y
en esto estriba el error. El templo no tenía bóveda ni estaba cubierto:
constaba de grandes patios circulares rodeados de pórticos, quedando sólo
cubierto y cerrado el oráculo, donde no entraba el pueblo. El primero de los
patios era el mayor, siendo la entrada pública hasta para los gentiles; en el
segundo era donde oraba el pueblo, y en el tercero sólo entraban los
sacerdotes, sin que pasaran al reservado del Oráculo, el Santuario, en
el que sólo penetraba, una vez al año, el gran sacerdote, y para ello
precediendo gran preparación.
Fuera de su recinto estaban, como hemos dicho,
las habitaciones de los sacerdotes, levitas y jóvenes doncellas dedicadas al
culto.
La tradición afirma, y no hay nadie que
contradiga esta creencia general, que San Zacarías fue quien recibió en el
Templo a María y a sus ancianos padres; como era pariente de la familia, nada
de extraño tiene que esperaran los padres de María que aquél estuviese en
funciones de su cargo para entonces llevarla, cumpliendo la promesa hecha antes
del nacimiento de la niña; y esta tradición la dan como cosa probada los Padres
Orientales.
La Iglesia oriental ha fantaseado mucho sobre
la estancia de la Virgen durante su niñez en el Templo, llevándola hasta el
punto de poner en boca de San Zacarías estas palabras: Entra, niña, con
confianza en tu Santo Templo, pues éste puede llamarse domicilio tuyo mejor que
de ningún otro: te entrego la casa de Dios, donde sólo puede entrar el
Sacerdote una vez al año. Ve por tanto, hija, al lugar santísimo, pues tú
recibirás en ti al Santo de los Santos, y nos darás a todos la santidad.
La Iglesia latina, menos fantaseadora que
aquélla, se ha mostrado poco propicia, dice el mismo D. Vicente Lafuente, a
esta idea de que la Santísima Virgen entrase a orar en el Santuario, y casi tuviera
allí su morada, a pesar de haberlo consignado también la Venerable Madre de
Ágreda en su Mística Ciudad de Dios.
El Abate Orsini la combate abiertamente: Antiguas
leyendas se han complacido en rodear de una multitud de prodigios la primera
infancia de la Virgen; pasaremos en silencio sus hechos maravillosos, que no
están suficientemente probados, pero debemos combatir una aserción inexacta, o
por mejor decir inadmisible, que ha sido admitida confiadamente y sin examen
por santos personajes y escritores piadosos. De que la Virgen haya sido la
misma Santidad, lo que nadie niega, se ha querido inferir que la Virgen debió
ser colocada en la parte más santificada del templo, es decir, en el Santo de
los Santos, lo cual es materialmente falso. (La frase en boca del ilustre
escritor resulta un poco dura).
El Santo de los Santos, ese impenetrable
santuario del Dios de los ejércitos, estaba cerrado a todo Sacerdote hebreo, a
excepción del gran Pontífice, que no penetraba en él más que una vez al año,
después de un buen número de ayunos, vigilias y purificaciones. Al entrar allí
iba envuelto en una nube de humo producido por los aromas quemados en su
incensario, lo cual impedía ver los objetos, interponiéndose la nube entre la
Divinidad y él, pues ningún inmortal podía verle y vivir según la Escritura: no
estaba allí más que algunos minutos, durante los cuales, el pueblo prosternado
y con el rostro pegado al suelo, prorrumpía en grandes sollozos, temiendo por
la vida del Sumo Sacerdote, y tanto era así, que éste daba después un gran
convite a sus amigos para congratularse con ellos de haber escapado por aquella
vez de tan gran riesgo, Júzguese, pues, por estos datos, si es creíble que la
Virgen María fuese criada en el interior del Santuario.
El mismo D. Vicente Lafuente, dice: Dudo mucho
que sea cierta la crianza de la Virgen Santísima en lo interior del Santuario,
ni aun su entrada en el Santuario alguna vez, porque ni parece admisible
esa Anunciación previa, ni está en el carácter de la Virgen,
ni en las miras de la Providencia con respecto a Ella. Fue partidaria siempre
la Santísima Virgen de vida escondida, como queda dicho, y
también enemiga de singularizarse y de ostentar privilegios y exenciones. Si
Dios le concedió ser concebida sin mancha de pecado original, esto fue en el
orden espiritual e interno: ninguna señal exterior lo reveló: si fue Virgen y Madre a la
vez, esto fue tan oculto que nadie lo supo: su mismo Santísimo Esposo lo ignoró
algún tiempo: el vulgo la creyó una mujer cualquiera; Ella misma, purísima y castísima, se
sujeta a la ignominiosa ceremonia de la Purificación, que suponía impureza,
pues lo que se purifica no está puro. ¿A qué se turbó al darle el Ángel su
embajada, si ya lo sabía por su padre San Joaquín y lo sabían los Sacerdotes y
todos los que entraban en el templo? ¿Por qué concibió celos San José si toda
la Familia sabía que había de ser Madre y Virgen? ¿Podía ignorar el marido lo
que sabían todos?
Así se expresa el católico escritor, cuyas palabras hemos copiado de su Vida de la Virgen María.
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