"Ventana abierta"
RINCÓN PARA ORAR
SOR MATILDE
EN LAS TINIEBLAS, BRILLÓ UNA LUZ GRANDE
12 Cuando oyó que Juan había sido
entregado, se retiró a Galilea.
13 Y dejando
Nazaret, vino a residir en Cafarnaúm junto al mar, en el término de Zabulón y
Neftalí;
14
para que se cumpliera el oráculo del profeta Isaías:
15
¡Tierra de Zabulón, tierra de Neftalí, camino del mar, allende el Jordán,
Galilea de los gentiles!
16 El pueblo
que habitaba en tinieblas ha visto una gran luz; a los que habitaban en paraje
de sombras de muerte una luz les ha amanecido.
17 Desde entonces
comenzó Jesús a predicar y decir: “Convertíos, porque el Reino de los
Cielos ha llegado.»
18 Caminando por
la ribera del mar de Galilea vio a dos hermanos, Simón, llamado Pedro, y su
hermano Andrés, echando la red en el mar, pues eran pescadores,
19
y les dice: «Venid conmigo, y os haré pescadores de hombres.»
20 Y ellos
al instante, dejando las redes, le siguieron.
21 Caminando adelante,
vio a otros dos hermanos, Santiago el de Zebedeo y su hermano Juan, que estaban
en la barca con su padre Zebedeo arreglando sus redes; y los llamó.
22 Y ellos
al instante, dejando la barca y a su padre, le siguieron.
23 Recorría Jesús toda Galilea, enseñando en sus sinagogas, proclamando la Buena Nueva del Reino y curando toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo. (Mt. 4, 12-23)
“Oyendo
Jesús que Juan, Bautista había sido encarcelado por Herodes, se marchó
a Galilea”, su tierra natal. Pero no se estableció
en Nazaret, aldea pequeña y donde se había criado, sino que
escogió como su nuevo domicilio a Cafarnaúm, ciudad
a orillas del Lago de Genesaret. No es que esta ciudad fuera un
centro muy populoso, pero sí lo suficiente para predicar allí Jesús
el Evangelio del Reino. Era una ciudad con gran movimiento
comercial, sobre todo por la abundancia de pesca y también otras
industrias. Había allí movimiento de gentes que Jesús contemplaba que “andaban
como ovejas que no tienen pastor” y a ellas, quería anunciarles la Buena
Nueva del Evangelio.
Aquí, en
esta ciudad, se escogió sus primeros discípulos: dos parejas de
hermanos: Pedro y Andrés y Santiago y Juan. Y también, otros
como Leví Mateo y Felipe, etc. Así, hasta doce. Y la
primera Palabra que oyeron todos fue: “¡Sígueme!”, es
decir, deja tus negocios y medios de vida, porque yo quiero que
seas “pescador de hombres”, que estés conmigo, como los
discípulos junto a su Maestro para beber toda Palabra que sale de mis
labios. ¿Cómo si no, habrían podido, muchos
de éstos, relatarnos fielmente las Palabras y
los Hechos de Jesús? Y éste, es el tesoro que
recibimos de Él, a través de ellos. Pero sabemos que, no es
palabra humana, sino Palabra de Dios, Palabra de vida para los
hombres, por la acción del Espíritu Santo que, Éste, también
Jesús se lo envió, para ungir sus enseñanzas y sus personas.
Pues, en Cafarnaúm y a los
pueblos de alrededor, Dios, los bendijo con la presencia de
su Hijo Jesús que, es Luz para todas las gentes. Es
maravilloso que, ya hacía siglos, Isaías había profetizado sobre
estos pueblos de Galilea: “Y tú, territorio de Zabulón y de
Neftalí, sobre tu tierra que yacía en tinieblas y en sombra de
muerte, apareció una Luz Grande. Y esa luz, era
Jesús, el Hijo de Dios que, comenzaba a entregarse y regalar todos
sus Misterios y dones entre todos sus
habitantes. ¿Y qué tinieblas tenían
estos pueblos? Pues eran “la Galilea de los gentiles”, es
decir, los que no adoraban a Yahvé, como en
Jerusalén, aunque ellos también esperaban un Salvador.
Y
las primeras Palabras de Jesús fueron: “¡Convertíos, porque está
cerca el Reino de los Cielos!”. Lo primero que pide
Jesús, es enderezar la conducta y cumplir los Mandamientos, para
poder acceder y comprender la predicación de Jesús, porque Él
mismo, es el Cielo que todos buscan, aunque a oscuras. Jesús en
persona, es “Dios con nosotros” y a Él,
sólo podían acercarse con una conciencia pura.
Y
una vez iniciado este camino de conversión a Dios, el Reino
del Cielo se abrirá paso a todos los corazones y serán invadidos del
sentimiento de ser amados por Dios en Éste, su Hijo, Jesús
de Nazaret.
¡Nosotros, estamos también orando para que, nos llegue esta “Luz
grande” que, aumente nuestra fe y nos haga vivir
ya, sólo del Amor de Dios, como cantaba el gran San
Juan de la Cruz: “¡qué ya sólo en amar es mi ejercicio!”.
¡Beber
este elixir precioso del Corazón de Cristo es lo que ansía nuestra
alma! ¡Qué así se haga, por su gran misericordia y
bondad! ¡Amén! ¡Amén!
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