"Ventana abierta"
RINCÓN PARA ORAR
SOR MATILDE
SED BIENAVENTURADOS
1 Viendo la muchedumbre, subió al
monte, se sentó, y sus discípulos se le acercaron.
2 Y tomando
la palabra, les enseñaba diciendo:
3 «
Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los
Cielos.
4 Bienaventurados los
mansos, porque ellos poseerán en herencia la tierra.
5 Bienaventurados los
que lloran, porque ellos serán consolados.
6 Bienaventurados los
que tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos serán saciados.
7 Bienaventurados los
misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia.
8 Bienaventurados los
limpios de corazón, porque ellos verán a Dios.
9 Bienaventurados los
que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios.
10 Bienaventurados los
perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los
Cielos.
11 Bienaventurados seréis
cuando os injurien, y os persigan y digan con mentira toda clase de mal contra
vosotros por mi causa.
12 Alegraos y
regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en los cielos; (Mt. 5, 1-12a)
Tenemos ante nosotros
la “Carta Magna del Evangelio” de Jesús. Y la pronunció
como Maestro que es, subiendo a un monte y sentado, a la vista de una
muchedumbre que lo busca para recibir la salud y sus palabras. Y, primeramente, las
dijo a sus discípulos, los que estaban con Él y podían recoger
estas “perlas” para dárselas después a todas las
gentes. Pero, ¿es que podían entender “los de a
pie”, que “la pobreza de espíritu” hace
feliz, ciudadano del cielo? ¡Si casi no lo entendieron sus doce
íntimos!, ¿qué podía esperar Jesús de los demás? Pero el
Señor está pensando en cuando ya no esté con sus amigos, pues
estas palabras de vida las van a necesitar para hacerlas carne de su carne
y alimentarse con ellas.
Y
lo primero que dice el Maestro, es que la Bienaventuranza del
cielo no corresponde a lo que el mundo busca para ser feliz. Hay que adentrarse
en la intimidad de Jesús, porque Él sí que sabe lo que hace
feliz en este mundo, pues viene de allá arriba, de junto al Padre y allí
todo es Luz y Claridad.
“Pobreza
de espíritu”. ¿Qué entendemos de esto, cuando casi ni atisbamos
lo que es “la pobreza” en sí,como bienaventuranza? Lo que
vela y cubre de tinieblas la gloria de Dios es el deseo diabólico de poseer
todos los bienes de este mundo visible: la riqueza; el dinero, como
medio para acceder a todas ellas; la belleza del cuerpo, como posesión y
saboreó de una belleza inalcanzable por este camino; la salud, como
ausencia de pena ninguna en un cuerpo pletórico de vigor; y la
plenitud del gozo de los sentidos. Y Jesús nospone unas actitudes y unos
valores que nos llevan directamente a gozar de los bienes del cielo:
“La
pobreza de espíritu”, la tienen aquellos que han trascendido todo lo
efímero de la vida, por ello, son “pobres” y se lanzan
con todo su deseo hacia los bienes de arriba. Y lo primero, un
celo devorador de vivir y estar en el Amor, como única riqueza.
Porque el Amor lo llena todo, ya que “Dios es Amor” y
esto es el Cielo al que llegaremos como don porque esperamos muchas veces
contra toda esperanza y creemos en Dios y en sus promesas.
Es Él quien las ha hecho, aunque este mundo nos
llame “insensatos” y “locos”. Y este amor es
rodeado de un cortejo de virtudes que nos hacen “necios” ante los
hombres: “Es paciente, es servicial, no busca lo suyo, no se
irrita, no piensa mal, goza con la verdad, todo lo sufre, todo
lo cree, todo lo espera y lo soporta todo” (1a Cor.13).
¡Estamos
describiendo a Jesús, el Bienaventurado por excelencia! Su
vida, se nos ha manifestado en sus hechos y en sus palabras y nos invita a
seguirle hasta el Cielo. Todas las Bienaventuranzas están contenidas
en la primera que, nos promulgó Jesús, y en ellas nos reveló todo
el Amor de Dios al hombre.
¡Oremos y contemplemos esta carta de un Enamorado que, no soporta y sufre al ver a su Esposa, la Iglesia, tantas veces alejada de Él y buscando otros amores, ¡entre lo que es efímero y caduco!... Pero una y otra vez Jesús nos ofrece su Testamento de Vida para ya sólo vivir de su Amor!
¡Que así lo haga Jesús en nosotros! ¡Amén! ¡Amén!
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