"Ventana abierta"
Rincón para orar
Sor Matilde
NO SE PUEDE SERVIR A DIOS Y AL DINERO
9 « Yo os digo: Haceos amigos con el Dinero
injusto, para que, cuando llegue a faltar, os reciban en las eternas moradas.
10 El que es fiel en lo
mínimo, lo es también en lo mucho; y el que es injusto en lo mínimo, también lo
es en lo mucho.
11 Si, pues, no fuisteis
fieles en el Dinero injusto, ¿quién os confiará lo verdadero?
12 Y si no fuisteis fieles
con lo ajeno, ¿quién os dará lo vuestro?
13 « Ningún criado puede
servir a dos señores, porque aborrecerá a uno y amará al otro; o bien se
entregará a uno y despreciará al otro. No podéis servir a Dios y al Dinero. »
14 Estaban oyendo todas
estas cosas los fariseos, que eran amigos del dinero, y se burlaban de él.
15 Y les dijo: « Vosotros
sois los que os la dais de justos delante de los hombres, pero Dios conoce
vuestros corazones; porque lo que es estimable para los hombres, es abominable
ante Dios. (Lc. 16, 9-15)
Si la Providencia nos colocó en una
situación social de riqueza, pidamos a Dios el usarlas y administrarlas
correctamente, porque si no hay mucho amor de Dios en el corazón, me temo que
estos, que son bienes, se vuelvan contra nosotros y acaben devorándonos.
La ambición y la codicia no aparecen de
repente. Uno va entregando pequeñas partes de su corazón a las riquezas y esto
casi imperceptiblemente. Por ello, Jesús nos dice que vigilemos cómo usamos los
bienes materiales. Si sacudimos nuestros dineros sobre los necesitados, y esto
como mandado de Jesús, hecho con amor, nuestras manos estarán siempre limpias y
llenas para dar sin medida a Jesús, en sus pobres. Y así, cuando todos los
bienes se acaben, en las moradas eternas, nos recibirá aquella multitud de
necesitados y abrirán sus puertas para que gocemos de la gratitud de muchos a
quienes socorrimos. Será un día de gloria y acción de gracias…
Pero, si por el contrario, en nuestra vida
pusimos a la par a Dios y al dinero, queriendo amarlos a la vez, nos sentiremos
divididos e infelices, porque sólo la unidad en el Amor nos da la paz y de ella
brota espontáneamente la generosidad y la compasión por la miseria ajena. Y
para remediarla, nuestro amor unificado en Dios no parará hasta ver remediada
toda necesidad y penuria.
¡Este amor será el que nos reciba en las
moradas eternas! Ayúdanos, Jesús, a tener tus mismos sentimientos de
misericordia y compasión…
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