"Ventana abierta"
‘Invitación a la Misa crismal del
Lunes Santo’, carta pastoral del Arzobispo de Sevilla
Queridos hermanos y
hermanas:
Con la bendición de los ramos
comenzaremos este domingo la Semana Santa del año 2019, la Semana Mayor de la
cristiandad, en la que vamos a actualizar la historia más grande que vieron los
siglos, la epopeya del amor y la generosidad de Dios, que no se contenta con
acercarse a nosotros de múltiples modos a lo largo del Antiguo Testamento, sino
que en la plenitud de los tiempos, nos envía a su Hijo al mundo para salvar y
redimir al hombre, alejado de Dios por el pecado del paraíso, para brindarle su
misericordia y su amistad y hacerle partícipe de su vida divina.
A lo largo de la Semana Santa
vamos a revivir los acontecimientos redentores, la Pasión, Muerte y
Resurrección del Señor. Preparémonos a vivirlos con autenticidad,
reconciliándonos con Dios y con nuestros hermanos por medio de una buena
confesión, para reencontrarnos con el Señor, para recuperar la paz y la alegría
y continuar con gozo su seguimiento. Que en estos días busquemos espacios
largos para el silencio y la oración, agradeciendo al Señor su inmolación
voluntaria por nosotros, la institución de la Eucaristía y el regalo de su
madre.
Acompañemos al Señor y a su madre bendita con recogimiento y sentido
penitencial en las hermosas estaciones de penitencia de nuestros pueblos y
ciudades.
Vivamos con intensidad la
Pascua, es decir, el paso del Señor de este mundo al Padre, que es al mismo
tiempo el paso del Señor junto a nosotros para humanizarnos, santificarnos y
ofrecernos los frutos de su Pasión. Quiera Dios que quien resucita glorioso en
la Pascua florida, resucite también en nuestros corazones y en nuestras vidas.
Sólo así experimentaremos la verdadera alegría de la Pascua. Este es mi augurio
para todos los cristianos de la Archidiócesis en los umbrales de la Semana
Mayor, que deseo para todos verdaderamente santa y santificadora.
El próximo Lunes Santo, a las
doce de la mañana, tendremos en nuestra Catedral la santa Misa crismal, en la
que concelebraremos los dos obispos y un gran número de sacerdotes, que
renovarán sus promesas sacerdotales y su sí incondicional a Cristo, cuando el
arzobispo les pregunte si están dispuestos a permanecer como fieles
dispensadores de los misterios de Dios en la celebración de la Eucaristía y en
las demás acciones litúrgicas, y a desempeñar fielmente el ministerio de la
predicación.
En esta Eucaristía
bendeciremos los santos óleos y consagraremos el santo crisma. Con él, serán
ungidos los nuevos cristianos y serán signados los que reciban la confirmación.
Con él ungiré también las manos de los nuevos presbíteros, que, con la ayuda de
Dios, ordenaré el próximo 22 de junio. Con el óleo de los catecúmenos serán
ungidos los que van a recibir el bautismo, y con el de los enfermos el Señor
fortalecerá a los que sufren en su cuerpo, para que unan sus dolores a la
Pasión de Cristo, convirtiéndolos en torrente de vida para la comunidad
eclesial.
En esta Eucaristía, de una
gran hondura sacerdotal, los presbíteros estrecharemos nuestra comunión con el
Señor y entre nosotros como partícipes del único sacerdocio de Jesucristo y
miembros de un único presbiterio. En ella encomendaremos a la piedad y
misericordia de Dios el eterno descanso de los sacerdotes fallecidos durante el
año y recordaremos con afecto a los sacerdotes ancianos y enfermos. Los
obispos, en nombre propio y en nombre de los fieles, daremos gracias a los
sacerdotes por su fidelidad humilde, por su trabajo abnegado, por su cansancio,
por sus manos llenas de callos, por su generosidad silenciosa y sus
sufrimientos. Daremos también gracias a Dios por el bien inmenso que los
sacerdotes fieles, buenos y entregados hacen a nuestras comunidades, no siempre
reconocido socialmente.
La Misa crismal, una de las
ceremonias más bellas y de más rico simbolismo de todo el año litúrgico, tiene
como lugar propio la mañana de Jueves Santo. En nuestro caso, para facilitar la
asistencia de los sacerdotes, la celebramos en la mañana del Lunes Santo. Tal
vez por ello participan un número pequeño de religiosas y de fieles laicos. A
unas y otros me dirijo en esta carta semanal para invitaros a que vengáis a la
Misa crismal para manifestar a los sacerdotes vuestro aprecio agradecido. Venid
a rezar con nosotros y por nosotros. Pedid al Señor que seamos fieles, que
seamos hombres de vida interior; en suma, que seamos santos. Pedid también por
las vocaciones. Rogad al Dueño de la mies que envíe obreros a su mies.
La Misa crismal es una
expresión bellísima de la comunión de la Iglesia. En ella se cumple lo que dice
el salmo 133: “Qué
hermoso es ver a los hermanos unidos”. A todos nos une el
vínculo de la consagración bautismal, el sacerdocio común y la pertenencia al
Cuerpo Místico. A todos os espero el próximo Lunes Santo en nuestra Catedral.
Para todos, mi saludo fraterno
y mi bendición.
+ Juan José Asenjo Pelegrina
Arzobispo de Sevilla
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