"Ventana abierta"
Rincón para orar
Sor Matilde
DOMINGO DE TOMÁS
19 Al atardecer de aquel día, el primero de
la semana, estando cerradas, por miedo a los judíos, las puertas del lugar
donde se encontraban los discípulos, se presentó Jesús en medio de ellos y les
dijo: « La paz con vosotros. »
20 Dicho esto, les mostró las
manos y el costado. Los discípulos se alegraron de ver al Señor.
21 Jesús les dijo otra vez:
« La paz con vosotros. Como el Padre me envió, también yo os envío. »
22 Dicho esto, sopló sobre
ellos y les dijo: « Recibid el Espíritu Santo.
23 A quienes perdonéis los
pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan
retenidos. »
24 Tomás, uno de los Doce,
llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Los otros discípulos
le decían: « Hemos visto al Señor. »
25 Pero él les contestó: «
Si no veo en sus manos la señal de los clavos y no meto mi dedo en el agujero
de los clavos y no meto mi mano en su costado, no creeré. »
26 Ocho días después,
estaban otra vez sus discípulos dentro y Tomás con ellos. Se presentó Jesús en
medio estando las puertas cerradas, y dijo: « La paz con vosotros. »
27 Luego dice a Tomás: «
Acerca aquí tu dedo y mira mis manos; trae tu mano y métela en mi costado, y no
seas incrédulo sino creyente. »
28 Tomás le contestó: «
Señor mío y Dios mío. »
29 Dícele Jesús: « Porque
me has visto has creído. Dichosos los que no han visto y han creído. »
30 Jesús realizó en
presencia de los discípulos otras muchas señales que no están escritas en este
libro.
31 Estas han sido escritas
para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que creyendo
tengáis vida en su nombre. (Jn. 20, 19-31)
La situación de los apóstoles, después de la
muerte de Jesús, es deprimente. Sólo tienen de positivo que siguen
apretadamente unidos unos con otros para sostener entre ellos ese hilo de fe en
el Maestro. Y algunos momentos para contagiarse de desesperanza y dudas:
“estaban con las puertas cerradas” y aquí no hay luz.
Pero Jesús tiene para su debilidad el mejor
de los regalos: romper este enclaustramiento e irrumpir entre ellos, en medio
de su encierro y oscuridad. Y les dice: “paz a vosotros”. Esta forma de
saludarlos ya les está dando vida y algo nuevo que ellos no conocían. Una paz
que no es la de este mundo, la paz que se daban los judíos entre sí: ¡shalón,
paz!. Esta paz que les trae Jesús viene de otra dimensión que ahora el Maestro
les está haciendo experimentar: Es la Paz del Resucitado que trae consigo el
Don del Espíritu Santo para perdonar ellos, con su fuerza y Luz, el pecado de
todos los hombres.
Los apóstoles habían visto al Maestro
perdonar los pecados, cosa que sólo Dios puede hacer, y ahora ¡ellos mismos
reciben, de parte de Jesús, este regalo precioso!: un regalo de “seréis como
dioses”…
Pero en esta primera aparición no estaba
Tomás con ellos y cuando lo ven le cuentan entusiasmados y fuera de sí lo que
Jesús les ha dicho. Y aquí chocan todos con el carácter positivista de Tomás:
“si no veo y no toco sus llagas, no creo”…
A los ocho días vuelve Jesús a aparecerse y
ahora estando Tomás entre ellos. Y le recrimina su falta de fe a los que le
habían visto resucitado: “Mira y toca mis manos y mi costado”. Y Tomás hace
la mayor confesión de fe en la divinidad de Jesús resucitado, cosa que hasta
ahora los otros apóstoles no habían hecho: “¡Señor mío y Dios mío!”. Y Jesús:
“¿porque me has visto has creído?”. Dichosos los que creen sin haber visto”.
Tomás vio, no tocó, y creyó. Y Jesús nos pide creer en Él, sin ver ni tocar. En
esto somos bienaventurados, con una bendición de lo alto.
Pero estas cosas sucedieron para que en
verdad creamos y no dudemos nunca de que Jesús es el Hijo de Dios que ha muerto
y resucitado para salvarnos del pecado y de la muerte.
¡Gracias, Señor, por traernos dones tan
altos y por la fe en tu humanidad resucitada!
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