"Ventana abierta"
Celebración de las santas Justa y
Rufina en Triana
El santoral de la
Iglesia católica reserva la fecha del 17 de julio para dos santas sevillanas,
Justa y Rufina, que fueron martirizadas en tiempos del emperador romano
Diocleciano al negarse a rendir culto a una imagen de la diosa pagana
Salambona.
La parroquia trianera que
lleva el nombre de estas advocaciones desarrolla estos días una serie de actos
religiosos que culminarán con la fiesta central del miércoles, día 17.
Del 8 al 16 de julio, novena
en honor de las santas, presidida por Jesús Toro, vicario parroquial. Y los días
14, 15 y 16, jubileo circular de las cuarenta horas con el siguiente horario:
domingo 14, de seis y media a ocho y cuarto de la tarde; y tanto el lunes 15
como el martes 16, de diez de la mañana a once y cuarto y de seis y media a
ocho y cuarto de la tarde.
El día 17, festividad
litúrgica de las santas, se celebrará la Eucaristía central. Será a las ocho y
media de la tarde.
Con una historia martirial que
se entrelaza con la leyenda, la presencia devocional de estas santas ha sido
una constante en la religiosidad popular de los sevillanos. De hecho, los
primeros documentos que se conservan del martirio están fechados entre los
siglos VI y VII.
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El martirio de las santas Justa y Rufina está fechado a finales del siglo III, hacia el año 287, en tiempos de emperador Maximiano. Es el primer dato histórico documentado con el que cuenta la Iglesia hispalense, hasta el punto de que su historia, puede afirmarse, comienza a partir del martirio de estas mujeres.
Las Santas Justa y Rufina procedían de una de las pocas
familias cristianas de la Híspalis
romana de finales del siglo III, que formaba parte de la
comunidad presidida por el obispo Sabino. Ambas eran hermanas, mujeres sencillas,
de procedencia modesta, que trabajaban en la artesanía del barro. Vivían
en el arrabal de Triana.
En aquella época, la inmensa
mayoría de los habitantes de Híspalis practicaba la religión grecorromana.
Estos, cada año, en el mes de junio, celebraban las adonías, fiesta en la que
participaban mayoritariamente las mujeres de la alta sociedad, quienes recordaban
a la diosa siria Salambó (Afrodita griega o Venus romana), representada dolida
y llorosa por la muerte de su amado, dios que muere y renace todos los años.
Era una estatua de barro, con la cabeza reclinada sobre el brazo izquierdo, en
actitud de apresar algo, y el rostro cubierto con un velo en señal de luto. Es
muy probable que el templo a Salambó en Híspalis se encontrara en el sitio
donde hoy se erige la parroquia de Santa María Magdalena.
Justa y Rufina se hallaban
al cuidado de su comercio de cacharros de alfarería cuando, por delante de su
negocio, pasó la procesión de la diosa Salambó. Algunas mujeres que
participaban en el cortejo se dedicaban a pedir donativos para el culto a la
diosa y, al ver a las dos hermanas, les reclamaron alguna ofrenda. Ambas se
negaron a dársela. Con palabras de san Pablo, dijeron: Nosotras
damos culto a Dios, no a este ídolo fabricado, que no tiene ojos, ni mano, ni
vida alguna propia. Y añadieron: Y no os damos nada, a no ser que alguna de
vosotras necesite una limosna o padezca necesidad.

Se produjo una
disputa de unas con otras. Las mujeres fieles a la diosa Salambó arremetieron
contra el puesto y rompieron los cacharros de barro expuestos para la venta.
Surgió así un alboroto en el que las santas mujeres empujaron a quienes
llevaban la imagen de Salambó, la dejaron caer y se hizo pedazos. La guardia
del gobernador intervino en el altercado. Los devotos de la diosa tacharon el
acto de sacrílego y clamaron que las dos hermanas debían
ser juzgadas. Los de la guardia detuvieron a Justa y a Rufina, llevándolas a
las cárceles, que se encontraban extramuros de la ciudad, frente a la Puerta
del Sol.
En tiempos de las santas
Justa y Rufina, Diogeniano era gobernador de la Bética. Como la
inmensa mayoría, practicaba los ritos de la religión grecorromana. Los devotos
de Salambó divulgaron el hecho del destrozo de su ídolo, tachándolo de
sacrilegio y
clamando que debían ser juzgadas y condenadas a muerte. Llegaron
al prefecto los hechos ocurridos. Este mandó que las hermanas fueran
encarceladas y bien custodiadas.
Estaban Justa y Rufina totalmente entregadas a
Dios. En el interrogatorio, ellas admitieron haber
cometido el supuesto sacrilegio.
Entonces, les
propusieron que abandonaran sus creencias cristianas y las dejarían libres, a
lo que Justa y Rufina se negaron. Diogeniano dio la orden de atormentarlas con
torturas en el potro y con garfios de hierro, con el convencimiento de que el
trato que se les daba sería suficiente para que abandonaran la fe cristiana. Viendo
que los padecimientos y dolores no las vencían, decidió aumentar la dureza de
la prisión y que padecieran los rigores del hambre y la sed.
Viendo el prefecto
Diogeniano que ni las torturas, ni el potro, ni los garfios de hierro, ni la
dura cárcel, ni el hambre, ni la sed bastaban para que Justa y Rufina
renunciaran a la fe en Jesucristo, mandó que las pusieran a caminar descalzas por
parajes difíciles y pedregosos. Así, ambas hermanas fueron
andando hasta Sierra Morena, al norte de Sevilla, con las fuerzas que sólo da
la fe. El gobernador, viendo que ninguna tortura era suficiente para que Justa
y Rufina abandonaran la fe cristiana, ordenó encarcelarlas hasta morir.
Encerradas de nuevo tras la
caminata, Justa se halló agotada por el sufrimiento de las torturas y, el día
17 de julio del 287, expiró santamente en la cárcel. Tras
su muerte, el cuerpo fue arrojado a una fosa en un lugar próximo al sitio del
encarcelamiento. Enterado de los hechos, el obispo Sabino organizó el rescate
del cuerpo de santa Justa y lo buscó hasta encontrarlo. Este fue conocido como Prado de
Santa Justa, hoy estación de ferrocarril y zona urbana que
lleva el mismo nombre.
Santa Justa
Tras la muerte de
Justa, el prefecto pensaba que Rufina renunciaría pronto
a la fe cristiana pero no fue así, por lo que Diogeniano, dos días después, el
19 de julio del 287, decidió acabar con la vida de la muchacha llevándola al
anfiteatro para entregarla a un león que la destrozase. El
animal se acercó a Rufina y solo lamió su cuerpo, en vista
de lo cual el gobernador mandó degollarla y, finalmente, quemarla.
De nuevo, el obispo Sabino,
igual que hiciera con el cuerpo muerto de santa Justa, recogió la cabeza, los
restos que quedaron y las cenizas de santa Rufina, y la enterró junto a su
hermana en el lugar en el que, pocos años después, cuando los cristianos
dejaron de estar perseguidos, en el 313, se levantó una pequeña capilla con el nombre de
las santas.
Pedro Duque Cornejo (1728). Catedral de Sevilla
La sangre derramada
por las mártires Justa y Rufina fue semilla de nuevas vocaciones a la vida
cristiana y sirvió para el florecimiento y la estabilidad de la Iglesia
hispalense. Será con la llegada de los visigodos, y más concretamente con san
Leandro y con su hermano y sucesor en la sede hispalense san Isidoro, cuando la
Iglesia de Sevilla llegará a vivir grandes momentos de esplendor. En estos
años, la devoción a santas Justa y Rufina alcanza gran importancia, llegándose
a componer hermosos textos litúrgicos para ser rezados en el Oficio y en la
celebración de la Eucaristía. En una de estas oraciones a las santas se hace
referencia a la veneración de sus reliquias y a su patronazgo sobre la ciudad
de Sevilla.
San Leandro, en el siglo VI,
construyó una basílica a santas Justa y Rufina en el mismo lugar de la capilla
del enterramiento. Al igual que su hermano san Isidoro, sintió una profunda
veneración hacia todo lo que estuviese relacionado con las santas patronas.
Reconquistada la ciudad de
Sevilla por el rey santo Fernando III de Castilla el día 23 de noviembre de
1248, se reorganiza la Iglesia hispalense, recuperándose el culto y la
veneración a
santas Justa y Rufina. Culto y veneración a las santas
patronas de Sevilla que, hasta la fecha, se había extendido por muchos lugares
de la península ibérica.
Santa Rufina
San Fernando entregó
el sitio donde se recordaba que estuvieron encarceladas las santas a losReligiosos
Trinitarios. En sus proximidades, los trinitarios
levantaron una iglesia y colocaron unas imágenes de las santas en su altar
mayor. Sobre esta edificación primitiva, la Orden Trinitaria construyó una
nueva en el siglo XVII, que, en la actualidad, es la basílica de María
Auxiliadora de la Comunidad Salesiana de la Trinidad.
Al igual que ocurriera en el
lugar de las cárceles, tras la Reconquista, en el mismo sitio que estuvo la
basílica de Santas Justa y Rufina que mandó construir san Leandro, se edificó
una ermita con el nombre de las santas alfareras. En este emplazamiento se
fundó en el siglo XVII una comunidad de frailes capuchinos y se construyó una
iglesia y convento con el nombre de las santas. Para esta iglesia, el pintor
sevillano Bartolomé Esteban Murillo pintó, en el año 1666,
el cuadro de las santas patronas que actualmente, tras la desamortización de
1836, se encuentra en el Museo de Bellas Artes de Sevilla. Aquella iglesia es
el mismo lugar en el que hoy sigue encontrándose la de las Santas Justa y
Rufina y parroquia de la Divina Pastora.
Santas Justa y Rufina son
veneradas como santas por la Iglesia Católica y por la Iglesia Ortodoxa. Su
festividad se celebra en Sevilla el 17 de julio, siguiendo la tradición de la
liturgia hispano mozárabe.
Son patronas y protectoras de la ciudad de
Sevilla, patronazgo al que ya se hace referencia en
antiguos textos litúrgicos. En cuanto a su protección sobre la ciudad, queda
bien reflejada en las crónicas del terremoto del año 1504: la piedad popular
atribuyó el hecho de que la Giralda no se derrumbase a la intercesión de las
santas, al igual que ocurriera con el terremoto de 1755.
Además, son patronas del
gremio de alfareros de las ciudades de Orihuela, en Alicante; Manises, en
Valencia; Payo de Ojeda, en Palencia; Huete, en Cuenca, y Maluenda, en
Zaragoza. Especialmente se veneran en Navarrete, La Rioja, y en Lisboa, en
Portugal.
En cuanto a la devoción a
santas Justa y Rufina en Triana en los últimos siglos, en la parroquia de Santa
Ana existe la representación de las santas más antiguas que se conservan
en la actualidad. Se trata de las pintadas sobre tabla por el conocido como
Maestro de Moguer, hacia 1540. Las santas sostienen una imagen de Sevilla del
siglo XVI.
El día 5 de octubre de 2013
fueron bendecidas las imágenes de las santas Justa y Rufina, realizadas por el
escultor Manuel Martín Nieto, y veneradas en la parroquia de
su mismo nombre en el barrio de Triana.
Con información de la parroquia Santa Justa y
Rufina.
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