"Ventana abierta"
Santo
Domingo Savio
aciprensa
Domingo significa: El
que está consagrado al Señor.
Entre los miles de alumnos que tuvo el gran educador San Juan Bosco, el
más famoso fue Santo Domingo Savio, joven estudiante que murió cuando apenas le
faltaban tres semanas para cumplir sus 15 años.
Domingo, que
significa: "el que está
consagrado al Señor", nació en Riva del Piamonte, Italia, en
1842. Era hijo de un campesino y desde niño manifestó deseos de ser sacerdote.
Cuando San Juan Bosco empezó a preparar a algunos jóvenes para el
sacerdocio, con objeto de que le ayudaran en su trabajo en favor de los niños
abandonados de Turín, el párroco de Domingo le recomendó al chico.
San Juan
Bosco, en el primer encuentro que tuvieron los dos, se sintió muy impresionado
por la evidente santidad de Domingo, quien ingresó en octubre de 1854 en el
Oratorio de San Francisco de Sales de Turín, a los doce años de edad.
Uno de los recuerdos imborrables que dejó Domingo en el Oratorio fue el
grupo que organizó en él. Se llamaba la Compañía de María Inmaculada. Sin
contar los ejercicios de piedad, el grupo ayudó a Don Bosco en trabajos tan
necesarios como la limpieza de los pisos y el cuidado de los niños difíciles.
En 1859, cuando Don Bosco decidió fundar la Congregación de los Salesianos,
organizó una reunión; entre los veintidós presentes se hallaban todos los
iniciadores de la Compañía de la Inmaculada Concepción, excepto Domingo Savio,
quien había volado al cielo dos años antes.
Poco después de su llegada al Oratorio, Domingo tuvo oportunidad de
impedir que dos chicos se peleasen a pedradas. Presentándoles su pequeño
crucifijo, les dijo: "Antes de empezar, mirad a Cristo y decid:
‘Jesucristo, que era inocente, murió perdonando a sus verdugos; yo soy un
pecador y voy a ofender a Cristo tratando de vengarme deliberadamente’. Después
podéis empezar arrojando vuestra primera piedra contra mí". Los dos
bribonzuelos quedaron avergonzados.
Mucho bien hizo a Domingo la guía de Don Bosco
Domingo observaba
escrupulosamente el reglamento; por supuesto, algunos de sus compañeros
llevaban a mal que el santo quisiese que ellos observasen el reglamento en la
misma forma. Le llamaban chismoso y le decían: "Corre a acusarnos con Don
Bosco"; con lo cual no hacían sino mostrar cuán poco conocían al fundador
del Oratorio, que no soportaba a los chismosos. Muy probablemente Santo Domingo
reía de buena gana en esas ocasiones, pues era de un espíritu muy alegre, cosa
que algunas veces le creó dificultades.
Si Domingo no tenía nada de chismoso, era en cambio muy hábil para contar
cuentos; ello le daba gran ascendiente con sus compañeros, sobre todo con los
más jóvenes.
Fue en verdad una feliz providencia de Dios que Domingo cayese bajo la
dirección de un director tan experimentado como Don Bosco, pues de otro modo se
habría convertido fácilmente en un pequeño fanático.
Don Bosco alentaba su
alegría, su estricto cumplimiento del deber de cada día y le impulsaba a
participar en los juegos de los demás niños. Así, Santo Domingo podía decir con
verdad: "No puedo hacer grandes cosas. Lo que quiero es hacer aun las más
pequeñas para la mayor gloria de Dios."
"La religión debe ser como el aire que respiramos; no hay que cansar
a los niños con demasiadas reglas y ejercicios de devoción" -solía decir
Don Bosco-. Fiel a sus principios, prohibió a Domingo que hiciese
mortificaciones corporales sin permiso expreso, diciéndole: "La penitencia
que Dios quiere es la obediencia. Cada día se presentan mil oportunidades de
sacrificarse alegremente: el calor, el frío, la enfermedad, el mal carácter de
los otros. La vida de escuela constituye una mortificación suficiente para un
niño".
Una noche Don Bosco encontró a Domingo temblando de frío en la cama, sin más
cobertor que una sábana. "¿Te has vuelto loco? -le preguntó- Vas a coger
una pulmonía." Domingo respondió: "No lo creo. Nuestro Señor no cogió
ninguna pulmonía en el establo de Belén".
Don Bosco escribe su biografía
La fuente más
importante sobre la corta vida de Santo Domingo Savio es el relato que escribió
el mismo Don Bosco. El santo se esforzó por no decir nada que no pudiese
afirmar bajo juramento, particularmente por lo que se refiere a las
experiencias espirituales de Domingo, tales como el conocimiento sobrenatural
del estado espiritual del prójimo, de sus necesidades y del futuro.
En cierta ocasión, Domingo desapareció durante toda la mañana hasta
después de la comida. Don Bosco le encontró en la iglesia, arrebatado en
oración, en una postura muy poco confortable; aunque había pasado seis horas en
aquel sitio, Domingo creía que aún no había terminado la primera misa de la
mañana. El santo joven llamaba a esas horas de oración intensa "mis
distracciones": "Siento como si el cielo se abriera sobre mi cabeza.
Tengo que hacer o decir algo que haga reír a los otros".
San Juan Bosco relata que las necesidades de Inglaterra ocupaban un lugar
muy especial en las oraciones de Domingo y cuenta que en "una violenta
distracción", Domingo vio sobre una llanura cubierta de niebla a una
multitud que avanzaba a tientas; entonces se acercó un hombre cubierto con una
capa pontificia y llevando en la mano una antorcha que iluminó toda la llanura,
en tanto que una voz decía: "Esta antorcha es la fe católica, que
iluminará a Inglaterra".
A instancias de Domingo, Don Bosco relató el
incidente al Papa Pío IX, quien declaró que eso le confirmaba en su resolución
de prestar especial atención a Inglaterra.
La delicada salud de
Domingo empezó a debilitarse y en 1857, fue enviado a Mondonio para cambiar de
aire. Los médicos diagnosticaron que padecía de una inflamación en los pulmones
y decidieron sangrarlo, según se acostumbraba en aquella época. El tratamiento
no hizo más que precipitar el desenlace.
Domingo recibió los últimos
sacramentos y, al anochecer del 9 de marzo, rogó a su padre que recitara las
oraciones por los agonizantes.
Ya hacia el fin, trató de incorporarse y
murmuró: "Adiós, papá ... El padre me dijo una cosa ... pero no puedo
recordarla… " Súbitamente su rostro se transfiguró con una sonrisa de
gozo, y exclamó: "¡Estoy viendo cosas maravillosas!" Esas fueron sus
últimas palabras.
La causa de beatificación de Domingo se introdujo en 1914. Al principio
despertó cierta oposición, por razón de la corta edad del santo. Pero el Papa
Pío X consideró, por el contrario, que eso constituía un argumento en su favor
y su punto de vista se impuso. Sin embargo, la beatificación no se llevó a cabo
sino hasta 1950, dieciséis años después de la de Don Bosco.
Oración a Santo Domingo Savio
Amado Santo Domingo,
tu entregaste tu corta vida
totalmente por el amor a Jesús
y su Madre.
Ayuda hoy a la juventud
para que se dé cuenta
de la importancia de Dios en su vida.
Tú que llegaste a ser santo
a través de la participación fervorosa
de los sacramentos,
ilumina a padres y niños
en la importancia de la frecuencia
en la confesión y santa comunión.
Tú que a una temprana edad
meditaste en los sufrimientos
de la Pasión de Nuestro Señor,
obtén para nosotros
la gracia de un ferviente deseo
de sufrir por amor a Él.
Necesitamos desesperadamente
tu intercesión para proteger
a los niños de hoy
de los engaños de este mundo.
Vigila sobre ellos
y condúceles por el camino estrecho
hacia el Cielo.
Pide a Dios que nos de la gracia
para santificar nuestras obligaciones diarias
llevándolas a cabo de manera perfecta
por amor a Él.
Y recuérdanos la necesidad
de practicar la virtud
sobre todo en los tiempos
de prueba y tribulación.
Santo Domingo Savio,
tú que supiste preservar el corazón
en la inocencia bautismal,
ruega por nosotros.
Amén.
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