"Ventana abierta"
Jesús come pan y
explica las Escrituras después de Su resurrección
21 de abril
de 2018
(Lucas 24:30-32) Y
entonces mientras Él estaba sentado con ellos, tomó el pan, lo bendijo y lo
partió y se lo dio. Y sus ojos se abrieron y lo conocieron. Luego Él
desapareció de sus ojos. Y se dijeron el uno al otro: ¿No ardía nuestro corazón
dentro de nosotros mientras Él nos hablaba por el camino y mientras compartía
con nosotros las escrituras?
(Lucas 24:36-43) Y
mientras ellos decían esto, Jesús mismo se paró en medio de
ellos, y les dijo: La paz sea con vosotros. Pero ellos estuvieron aterrorizados
y asustados, y suponían que habían visto un espíritu. Y Él les dijo: ¿Por qué
estáis angustiados? ¿Y por qué vienen pensamientos a vuestro corazón? Mirad Mis
manos y Mis pies, soy Yo mismo; tocadme y ved; porque un espíritu no tiene
carne ni huesos como veis que Yo tengo. Y cuando había dicho esto, les enseñó
Sus manos y Sus pies. Cuando ellos no creían por completo debido a su alegría y
estaban maravillados, Él les preguntó: ¿Tenéis algo de comer? Y ellos le dieron
un pedazo de pescado asado y un poco de miel. Y Él lo tomó y comió delante de
ellos.
Seguidamente echaremos un vistazo a
los pasajes anteriores de la escritura. El primero es un relato del Señor Jesús comiendo pan y explicando las
escrituras después de Su resurrección, y el segundo es un relato de Él mismo
comiendo un pez asado.
¿Qué tipo de ayuda proveen estos dos pasajes para
conocer el carácter de Dios?
¿Podéis imaginar la clase de imagen
que obtendréis a partir de estas descripciones del Señor Jesús comiendo pan y
después pescado asado?
¿Podéis imaginar que estuviera de pie delante de
vosotros, comiendo pan?
¿Cómo os sentiríais?
¿O si estuviera comiendo con
vosotros en la misma mesa, o comiendo pescado y pan con algunas personas, qué
tipo de sentimiento tendríais en ese momento?
Si sientes que estarías muy cerca
del Señor, que Él es muy íntimo con las personas, este sentimiento es correcto.
Es exactamente el fruto que el Señor Jesús quería producir actuando así delante
de la multitud tras Su resurrección.
Si Él sólo hubiera hablado con las
personas tras Su resurrección, si no hubieran podido sentir Su carne y Sus
huesos, y hubieran creído que se trataba de un Espíritu inalcanzable, ¿cómo se
sentirían éstas?
¿No estarían decepcionadas?
Al sentirse así, ¿no se sentirían
abandonadas?
¿No sentirían una distancia con el Señor Jesucristo?
¿Qué tipo de
impacto negativo crearía esta distancia en la relación de las personas con
Dios?
Sin duda se sentirían asustadas, no se atreverían a acercarse a Él, y
después querrían mantenerlo a una distancia respetable. Desde ahí en adelante,
romperían su relación íntima con el Señor Jesucristo, y volverían a tener la de
la humanidad con el Dios de arriba, en el cielo, tal como era antes de la Era
de la Gracia. El cuerpo espiritual que las personas no podían tocar o sentir
llevaría a la erradicación de su intimidad con Dios, y también haría que esa
relación íntima —establecida durante el tiempo del Señor Jesucristo en la
carne, sin distancia entre Él y los seres humanos— dejara de existir. Los
sentimientos de las personas hacia el cuerpo espiritual son sólo miedo,
evitación y una mirada silenciosa. No se atreven a acercarse a Él ni a mantener
un diálogo con Él, por no hablar de seguirle, confiar en Él o tener esperanza
en Él. Dios era renuente a ver este tipo de sentimiento que los humanos tenían
por Él. No quería ver a las personas evitándole o apartándose de Él; sólo
quería que lo entendieran, se acercaran a Él, y fueran Su familia.
Si tu propia
familia, tus hijos te vieran, pero no te reconocieran y no se atrevieran a
acercarse a ti, sino que siempre te evitaran; si no pudieras obtener su
entendimiento de todo lo que habías hecho por ellos, ¿cómo te sentirías? ¿No
sería doloroso?
¿No te rompería el corazón?
Esto es precisamente lo que Dios
siente cuando las personas lo evitan. Así, después de Su resurrección, el Señor
Jesús siguió apareciéndose a algunas personas bajo Su forma de carne y hueso, y
comió y bebió con ellos.
Dios ve a las personas como Su familia y también
quiere que la humanidad lo vea así; sólo de esta manera puede Él ganar de
verdad a las personas, y éstas pueden amarlo y adorarlo con sinceridad.
¿Podéis
entender ahora mi propósito al extraer estos dos pasajes bíblicos en los que el
Señor Jesús come pan y explica las escrituras, y los discípulos le dan pescado
asado para que coma después de Su resurrección?
Puede decirse que la serie
de cosas que el Señor Jesús dijo e hizo después de Su resurrección fue
reflexiva, y con buenas intenciones. Estaban llenas de la bondad y el afecto
que Dios siente por la humanidad, y llenas de la apreciación y el cuidado
meticuloso que Él tenía por la relación íntima que había establecido con la
humanidad durante Su tiempo en la carne. Aún más, estaban llenas de la
nostalgia y la esperanza que tenía por la vida de comer y vivir con Sus
seguidores durante Su tiempo en la carne. Por eso, Dios no quería que las
personas sintieran una distancia entre Él y el hombre, ni que la humanidad se
alejase de Él. Aún más, no quería que el hombre sintiera que, después de Su
resurrección, el Señor Jesús ya no era el Señor tan íntimo con las personas, que
ya no estaba más junto a la humanidad porque regresaba al mundo espiritual, al
Padre que las personas nunca podrían ver o alcanzar. No quería que las personas
sintieran ninguna diferencia en posición entre Él y la humanidad.
Cuando Dios
ve a personas que quieren seguirle pero lo mantienen a una distancia
respetable, Su corazón se aflige porque eso significa que sus corazones están
muy lejos de Él, y será muy difícil para Él ganarlos. Por tanto, si hubiera
aparecido a las personas en un cuerpo espiritual que no pudieran ver o tocar,
esto habría distanciado una vez más al hombre de Dios, y habría llevado a la
humanidad a ver erróneamente a Cristo tras Su resurrección como si se
hubiera vuelto elevado, de una clase diferente que los humanos, alguien que ya
no compartiría una mesa ni comería con el hombre porque los humanos son
pecadores, inmundos, y nunca pueden acercarse a Dios. Con el fin de eliminar
estas malinterpretaciones de la humanidad, el Señor Jesús hizo numerosas cosas
que hacía frecuentemente en la carne, tal como se registra en la
Biblia: “tomó el
pan, lo bendijo y lo partió y se lo dio”. También les explicó las escrituras,
tal como solía hacer. Todo esto que el Señor Jesús llevó a cabo hizo que cada
persona que lo vio sintiera que el Señor no había cambiado, que seguía siendo
el mismo Señor Jesús. Aunque había sido clavado a la cruz y
había experimentado la muerte, había resucitado y no había dejado a la
humanidad. Había vuelto para estar entre los humanos, y Su todo no había
cambiado. El Hijo del Hombre que estaba de pie delante de esas personas seguía
siendo el mismo Señor Jesús. ¡Su comportamiento y Su conversación con las
personas eran tan familiares! Seguía tan lleno de bondad, gracia y tolerancia;
seguía siendo aquel Señor Jesús que amaba a los demás como a Sí mismo, que
podía perdonar a la humanidad setenta veces siete. Como siempre, comió con las
personas, les explicó las escrituras y, lo más importante, como lo había hecho
antes, era de carne y hueso y se le podía tocar y ver. El Hijo del Hombre
permitió, de esta forma, que sintieran aquella intimidad, que se sintieran a gusto
y que tuvieran el gozo de recuperar algo que se había perdido; y también
estaban lo bastante a gusto como para empezar a confiar con valentía y
confianza en este Hijo del Hombre que podía perdonarle sus pecados a la
humanidad, y admirarle. También empezaron a orar, sin vacilaciones, a orar para
obtener Su gracia, Su bendición y lograr Su paz y Su gozo, Su cuidado y Su
protección, y a realizar curaciones y expulsar demonios, todo ello en el nombre
del Señor Jesús.
Durante el tiempo en
el que el Señor Jesús obró en la carne, la mayoría de Sus seguidores no
pudieron comprobar por completo Su identidad y las cosas que dijo. Cuando fue a
la cruz, la actitud de ellos fue de expectación; cuando fue clavado a la cruz y
hasta que fue sepultado, su comportamiento fue de decepción. Durante este
tiempo, habían empezado a pasar en sus corazones de la duda a la negación de
las cosas que el Señor Jesús había dicho durante el tiempo que estuvo en la
carne. Y cuando Él salió de la tumba y se fue apareciendo una por una a las
personas, la mayoría de los que le habían visto con sus propios ojos o que
habían oído las nuevas de Su resurrección fueron pasando poco a poco de la
negación al escepticismo.
Cuando Él hizo que Tomás pusiera su mano en Su
costado, cuando partió el pan y comió delante de ellos, después de Su
resurrección y sólo entonces, y después de que Él comiera pescado asado delante
de ellos, aceptaron realmente que el Señor Jesús era el Cristo en la carne. Se
podría decir que fue como si ese cuerpo espiritual, con carne y huesos, allí
delante de aquellos hombres los estuviera despertando a todos de un sueño: El
Hijo del Hombre que estaba allí, frente a ellos, era aquel que había existido
desde tiempos inmemoriales. Tenía una forma, era de carne y hueso, y ya había
vivido y comido con la humanidad durante largo tiempo… ¡En ese momento, las
personas sintieron que Su existencia era tan real, tan maravillosa! ¡Estaban,
asimismo, tan gozosos y felices, y, a la vez, tan llenos de emoción! Y Su
reaparición permitió que vieran de verdad Su humildad, que sintieran Su
cercanía y Su anhelo, Su apego por la humanidad. Esta breve reunión hizo que
las personas que vieron al Señor Jesús sintieran como si hubiera transcurrido
toda una vida. Sus corazones perdidos, confusos, asustados, angustiados,
anhelantes y entumecidos hallaron consuelo. Ya no dudaban ni se sentían
decepcionados, porque sentían que ahora había esperanza, algo en que confiar.
El Hijo del Hombre allí delante de ellos estaría detrás de ellos por toda la
eternidad; sería su torre fuerte, su refugio en todo tiempo.
Aunque el Señor Jesús había resucitado, Su corazón y Su obra no habían
abandonado a la humanidad. Con Su aparición les dijo a las personas que
independientemente de la forma en la que Él existiera, los acompañaría,
caminaría y estaría con ellos en todo tiempo, en todo lugar. Y así, proveería
para la humanidad y la pastorearía; permitiría que ellos lo vieran y lo
tocasen, y se aseguraría de que nunca más volvieran a sentirse indefensos. El
Señor Jesús también quería que las personas supieran esto: No estaban solos
durante su vida en este mundo. La humanidad cuenta con el cuidado de Dios; Él
está con ellos; las personas pueden apoyarse siempre en Él, quien es la familia
del cada uno de Sus seguidores. Con Su apoyo, la humanidad ya no estaría sola
ni indefensa, y aquellos que le aceptan como ofrenda por su pecado dejarán de
estar atados al pecado. A los ojos humanos, estas porciones de la obra que el
Señor Jesús llevó a cabo después de Su resurrección fueron cosas muy pequeñas,
¡pero en mi opinión cada una de ellas fue tan significativa, tan valiosa, y
fueron todas tan importantes y de tanto peso!
Aunque el tiempo en que el Señor
Jesús obró en la carne estuvo lleno de dificultades y sufrimiento, por medio de
Su aparición en Su cuerpo espiritual de carne y hueso terminó por completo, y
de una forma perfecta, Su obra de aquel tiempo de Su encarnación para redimir a la humanidad. Comenzó Su ministerio
haciéndose carne y acabó Su ministerio apareciéndose a la humanidad en Su forma
carnal. Anunció la Era de la Gracia, la inició por medio de Su identidad como
el Cristo, a través de la cual llevó a cabo la obra en dicha era y fortaleció y
dirigió a todos Sus seguidores en ella. De la obra de Dios se puede decir que
Él verdaderamente acaba lo que empieza. Existen pasos y un plan lleno de la
sabiduría de Dios, de Su omnipotencia y de Sus maravillosos hechos, de Su amor
y de Su misericordia. Por supuesto, el hilo principal que recorre toda la obra
de Dios es Su preocupación por la humanidad; está impregnada de Sus
sentimientos de inquietud que nunca puede dejar de lado. En estos versículos de
la Biblia, en todo lo que el Señor Jesús hizo después de Su resurrección, lo
que se reveló fueron las esperanzas y la preocupación inmutables de Dios por la
humanidad, así como Su meticuloso cuidado y Su estima por los seres humanos.
Hasta ahora, nada de esto ha cambiado, ¿podéis verlo?
Cuando lo veis, ¿no se
acerca vuestro corazón automáticamente a Dios?
Si vivierais en aquella época y
el Señor Jesús se os apareciera después de Su resurrección, en una forma
tangible para que pudierais verle, y si se sentara frente a vosotros, comiera
pan y pescado y os explicara las escrituras, hablara con vosotros, ¿cómo os
sentiríais?
¿Estaríais felices?
¿Y culpables?
Los malentendidos anteriores y el
haber evitado a Dios, los conflictos con Él y las dudas sobre Él, ¿no
desaparecerían por completo?
¿No se volvería más adecuada la relación entre
Dios y el hombre?
A través de la
interpretación de estos capítulos limitados de la Biblia, ¿habéis descubierto
defectos en el carácter de Dios? ¿Alguna adulteración de Su amor?
¿Habéis visto
alguna astucia o maldad en la omnipotencia o la sabiduría de Dios?
¡Desde luego
que no!
¿Podéis decir ahora con seguridad que Dios es santo?
¿Podéis decir con
certeza que el placer, la ira, la tristeza y la felicidad de Dios son, todos
ellos, una revelación de Su esencia y Su carácter?
Espero que después de leer
estas palabras, lo que hayáis entendido de ellas os ayude y os proporcione
beneficios en vuestra búsqueda de un cambio de carácter y en el temor de Dios.
Espero, asimismo, que estas palabras lleven un fruto para vosotros que vaya
creciendo día a día, para que en el proceso de esta búsqueda os acerque cada
vez más a Dios, y al estándar que Él requiere. Que ya no os aburra la búsqueda
de la verdad ni sintáis que esto, y
perseguir un cambio de carácter, es algo difícil o superfluo, sino más bien el
verdadero carácter de Dios y Su santa esencia que os motivan para que anheléis
la luz, la justicia y aspiréis a buscar la verdad, a procurar satisfacer la
voluntad de Dios y a convertiros en seres humanos ganados por Dios, en personas
reales.