Desde su morada en la capital de España no pierde el contacto con la
que fue su casa durante casi 28 años. Cada vez que pisa Sevilla siempre
es aclamado. Anoche disertó en el Labradores sobre El Papa
Francisco y la religiosidad popular.
Todo el mundo reconoce ya
abiertamente el llamado efecto Francisco. ¿Qué repercusión está teniendo la
figura del Papa Francisco dentro de la Iglesia?
Dios envía a la Iglesia el Papa que
en cada momento necesita. Después de la renuncia de Benedicto XVI hubo todo un
alboroto, empezaron a salir una serie de asuntos preocupantes y, bueno, llega
el Papa Francisco y parece una balsa de aceite. Desde el primer momento sale el
protodiácono al balcón y dice «Habemus papam», pero es que el pueblo respondió
diciendo «y qué Papa tenemos», solamente por los gestos que allí se dieron.
Este ha sido el efecto de la sencillez, de la bondad, del deseo de servir, del
estar cerca de los temas y de las gentes y, naturalmente, ha cautivado a unos y
a otros. No solamente a los católicos, sino que oímos testimonios de personas
alejadas de la Iglesia o de otras religiones que ven en él una figura muy
actual y una riqueza, no solamente para la Iglesia católica, sino para el
mundo, que le consideran como un líder y que sus palabras tienen una
repercusión enorme. Fíjese lo que representó cuando fue a Lampedusa para la cuestión
de los inmigrantes y dijo simplemente “esto es una vergüenza”. Todo el mundo le
entendió perfectamente, y ese mensaje ha quedado grabado.
¿Hasta dónde aplicará el
bisturí el Papa Francisco? ¿Hasta dónde alcanzarán sus reformas en el seno de
la Iglesia?
Yo creo que éste no es un Papa tanto
de bisturí cuanto de medicina interna. Él está dando la medicina de las
actitudes, aparte de los gestos que pueden llamar la atención en algún momento
–que si usa este color de vestidos o zapatos– pero que dentro de dos semanas
esto ya no causa impresión, en cambio sí las actitudes. Lo importante no son
los zapatos, lo importante es por dónde se camina y encontrarse con las
personas. Pero también se necesitan reformas de estructuras. Algunas, pues ya
se han visto, como puede ser la constitución de este consejo de cardenales de
forma estable, después los cambios que ha hecho, de personas y directrices,
respecto al funcionamiento del Instituto de Obras de Religión, el llamado Banco
Vaticano. Después hay otro tipo de renovaciones internas que estamos viendo. Lo
importante, repito, son las actitudes, pero también aquellas estructuras que
van a ayudar a que la Iglesia tenga por así decirlo más agilidad. No es que se
hubieran hecho mal anteriormente, sino que cada momento necesita también unas
respuestas. Así, dentro de unos días va a haber un consistorio, con unas
reuniones previas del Papa con los cardenales, y creo que en ese momento
también aparecerán algunas de las ideas sobre las reformas de la curia o las
instituciones, como puede ser el sínodo de los obispos, la participación de
seglares en los organismos de organización de la Iglesia. Todo esto es lo que
podemos esperar, aunque aún no sabemos nada.
Usted ha tenido oportunidad
de hablar en multitud de ocasiones con el Pontífice. ¿Cómo es el Papa Francisco
en las distancias cortas?
Hace muchos años que nos conocemos.
Pertenecíamos a la Comisión de América Latina y en esas reuniones no solamente
son horas de trabajo, sino que también se convive, se almuerza juntos, se habla
de todo. He comido varias veces con él y nos encontramos en Roma: y por qué no,
charlamos, me tienes que contar cómo va España, y también tenemos nuestras
reflexiones sobre fútbol, porque hay cierto hermanamiento, porque, como se
sabe, el Atlético de Madrid siempre ha tenido muchos jugadores que provenían
del San Lorenzo de Almagro. Es lógico, en muchas ocasiones se habla de cosas
trascendentales y también como amigos que se encuentran y hablan de todo: de
cómo está la familia y cómo te va, y esto y demás. Es una persona
exquisitamente amable y de una gran cultura. Él siempre valorando mucho más las
personas que las cosas y haciendo que las cosas grandes y difíciles se
comprendan por la gente sencilla, que este es el secreto del Papa. El Papa
habla y la gente lo comprende perfectamente, aunque a veces algún argentinismo
nos cuesta un poco trabajo aplicarlo a nuestro lenguaje.
¿Qué es lo que echa más de
menos de Sevilla?
Las personas, las personas. Es verdad
que me acuerdo de Sevilla especialmente en momentos particulares, el día del
Corpus, Semana Santa, en el entorno de Navidad. Pero me acuerdo mucho más de
las personas, de personas que he conocido, que he querido, que se han muerto.
¿Está al día de lo que ocurre
en la Iglesia de Sevilla y, en particular, de lo que acontece en el mundo de
las hermandades?
De la Iglesia de Sevilla por supuesto
que estoy al tanto porque alguna vez me encuentro con el señor arzobispo y me
cuenta cosas. Recibo el boletín de la Diócesis, la hoja semanal, y todo esto te
tiene en la actualidad. Después, de las cosas de Sevilla, ahora tenemos este
instrumento maravilloso que es internet y todos los días leo por lo menos la
primera página de los periódicos, según el tiempo que tenga, y siempre me
encuentro con noticias referidas a las hermandades, que no puedo olvidar que es
un sector con el que he tenido que estar muy cerca, y gracias a Dios trabajando
juntos por el bien de la Iglesia de Sevilla y por la ciudad de Sevilla.
¿Ha estado al tanto de la
situación que ha atravesado una de sus hermandades más queridas, Torreblanca,
donde la destitución de un capataz ha provocado la rebelión de la cuadrilla de
costaleros?
Bueno, como sigo los periódicos de
Sevilla, esta noticia pues estuvo en primera página en algunos momentos. Y me
dolía, me dolía muchísimo, porque yo quiero mucho, muchísimo a la hermandad de
Torreblanca, porque hemos vivido momentos muy emotivos, he visto el sacrificio
tremendo de esos hermanos y hermanas para sacar adelante la cofradía, realizaba
una labor admirable en el barrio uniendo a unos y a otros y, en fin, que quiero
muchísimo a esa hermandad y, concretamente, a sus costaleros. Recuerdo cuando
iba allí antes de salir la cofradía y les decía unas palabras, con qué atención
escuchaban y cómo se comían las palabras. En fin, que llevo a esa hermandad
muy, muy, muy en el alma, y naturalmente las cosas que pasan las considero
también un poco como mías. Pero estoy seguro de que Torreblanca seguirá
adelante y siendo un ejemplo en muchas cosas en un barrio que sabemos difícil
pero que ellos han tenido también la sabiduría de estar siempre al lado de su
parroquia. Y seguirá adelante, sin duda alguna, porque estas personas que
pueden tener debilidades por lo que sea, pero en fin, los hombres y mujeres de
Torreblanca, más allá de las dificultades, son personas fuertes.
¿Con la perspectiva que da el
tiempo y con tierra de por medio, cómo ve el mundo de las hermandades desde la
distancia?
Pues creo que no ha cambiado. No es
que yo conozca ni muchísimo menos de forma total la vida de las hermandades y
cofradías, pero he tenido que estar metido en la organización, en solucionar
algunos problemas, en disfrutar de muchísimas cosas con logros que se daban, y
sobre todo admiro la gran sensibilidad de las hermandades y cofradías de
Sevilla y de la diócesis en general en estos momentos de crisis, de
dificultades para muchas personas y cómo las hermandades, dentro de sus
posibilidades, se han esforzado con economatos, con becas para que puedan
seguir los estudios. En fin, ocurre que en este aspecto las hermandades, y hay
que alabarles por ello, presumen de sus enseres; en cambio, estas obras de
caridad las ven tan connatural con su esencia de cofradía que realizan obras
extraordinarias. En este aspecto, las hermandades han dado pasos muy grandes y
laudables.
¿Cómo son sus Semanas Santas
ahora?
Pues son distintas, porque son unas
Semanas Santas en las que tengo que acudir allí donde me llaman. Y unas veces
es el pregón de las Siete Palabras de Valladolid y la celebración allí de los
actos en la Catedral porque no había obispo entonces, o lo mismo en Ávila. Este
año tengo que ir a Zaragoza también a presidir alguna celebración y al sermón
de las Siete Palabras. Otras vez en El Escorial celebrando también los oficios
de Semana Santa y al mismo tiempo con la comunidad del monasterio en unas
reflexiones. En fin, yo creo que ahora mi obligación es dejarme llevar y
obedecer a aquellos que me necesitan.
¿Le gustaría vivir de nuevo
la Semana Santa sevillana, aunque sólo sea por un año?
Bueno, pues claro… Y yo recuerdo que
a esta hora pues sale esta cofradía… Uy qué pena que no han podido salir… Y la
tarde del Miércoles Santo me acuerdo muchísimo de la hermandad del Buen Fin,
muchísimo, muchísimo. Es lógico que sea así, pero ahora repito que tengo otro
tipo de ocupaciones. Los obispos me llaman aquí o allá y creo que tengo que
ayudar en lo que pueda.
El párroco de San Lorenzo,
Francisco de los Reyes, ha seguido sus pasos y ha rechazado dar el pregón de la
Semana Santa.
El párroco de San Lorenzo, al que
quiero muchísimo, lo haría estupendamente. Si hubiera aceptado yo creo que
también hubiera hecho bien y su pregón hubiera sido sin duda alguna un trozo
del corazón de un sacerdote que quiere mucho a la Iglesia y que quiere mucho a
las cofradías y a Sevilla. Pero bueno, hay que respetar a cada uno.
¿Usted volvería a dar un no
como respuesta si le llega de nuevo el ofrecimiento?
El caso mío es distinto. Alguna vez
un periodista me preguntó: «A usted ¿qué le gustaría más: ser Rey Mago, ser pregonero?».
Dije no, no, a mí lo que me gusta es ser arzobispo de Sevilla. Y ahí estoy
todavía, aunque ya desde otro punto de vista y sin ningún tipo de jurisdicción
ni mando en la Iglesia de Sevilla.
Eso sí, muy querido y
recordado por la gente.
Porque la gente es muy buena. Han
sido 28 años casi en Sevilla y, naturalmente, muchas personas al único
arzobispo que han conocido es a mí. Personas cuyos hijos habrán estado en mis
manos en celebraciones de bautismos o de ofrecimiento a la Virgen de los Reyes,
he confirmado a miles de jóvenes, me encuentro todos los días con alguien en
los sitios más distintos que me dice «pues usted me confirmó a mí». Voy en el
avión, pues una azafata: «yo a usted lo conozco, usted me confirmó en tal
sito». O me voy a Nueva York y en el aeropuerto se te acerca una chica,
relativamente joven, y te dice: «uy qué alegría. Yo estoy muy agradecida por lo
que hizo usted por las mujeres y su participación en las cofradías». Bueno, han
sido 28 años, con contactos con muchísima gente y estas cosas están dentro de
la lógica.
Después de casi 28 años
pastoreando a esta diócesis, ¿cuál cree que ha sido su mayor aportación a la
Semana Santa de Sevilla? ¿Quizá la incorporación de las nazarenas?
No, no, no. Creo que la incorporación
de las nazarenas era algo que se sentía. Por mi parte, lo único que hice fue
pues decir bueno, vamos a reconocer aquello que es una realidad. Desde el punto
de vista social, religioso, eclesial, esto era algo tan evidente que la verdad
es que no hubo ninguna oposición. Hubo alguna crítica, pero nunca fueron
críticas ácidas y, además, siempre digo que lo importante no es que la mujer en
la cofradía salga de nazareno. A mí lo que me importa es que también pueda ser
hermano mayor. Una participación no sólo en algún acto de la hermandad sino
también en los órganos de decisiones de gobierno de las hermandades. Y nadie no
solamente no se asusta por esto, sino que se ve como un enriquecimiento y una
aportación a la vida de hermandad.
La Iglesia española vivirá en
marzo un proceso de renovación. ¿Cuál debe ser a su juicio el perfil del
sucesor de Rouco al frente de la Conferencia Episcopal?
Pues el del Papa Francisco. Creo que
es el mejor que puede… que el presidente de la Conferencia Episcopal, el que
fuere, pues tuviera este perfil.
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