En el Evangelio de este domingo, que viene inmediatamente después de las Bienaventuranzas, Jesús dice a sus discípulos: «Ustedes son la sal de la tierra… Ustedes son la luz del mundo» (Mt 5,13.14). Pero esto nos sorprende un poco, si pensamos en quienes tenía Jesús ante sí cuando decía estas palabras. ¿Quiénes eran aquellos discípulos? Eran pescadores, gente simple… Pero Jesús los mira con los ojos de Dios, y precisamente su afirmación se entiende como una consecuencia de las Bienaventuranzas. Él quiere decir: si serán pobres de espíritu, si serán dóciles, si serán puros de corazón, si serán misericordiosos… ¡serán la sal de la tierra y la luz del mundo!
Después de la oración del Ángelus el Papa añadió:
Pasado mañana, 11 de febrero, celebraremos la memoria de la Bienaventurada Virgen de Lourdes, y viviremos la Jornada Mundial del Enfermo. Es la ocasión propicia para colocar a las personas enfermas al centro de la comunidad. Recen por ellas y con ellas, estarles cercanos. El Mensaje para esta Jornada está inspirado en una expresión de san Juan: Fe y caridad: «También nosotros debemos dar la vida por los hermanos» (1 Jn 3,16). En particular, podemos imitar la actitud de Jesús hacia los enfermos, enfermos de todo tipo: el Señor se ocupa de todos, comparte con ellos el sufrimiento y abre el corazón a la esperanza.
Pienso también en todos los operadores sanitarios: ¡qué trabajo precioso hacen! ¡Muchas gracias por su precioso trabajo. Ellos encuentran cada día en los enfermos no sólo cuerpos marcados por la fragilidad, sino a personas, a quienes ofrecer atención y respuestas adecuadas. La dignidad de la persona jamás se reduce a sus facultades o capacidades, y no viene a menos cuando la misma persona es débil, inválida y necesitada de ayuda. Pienso también en las familias, donde es normal ocuparse de quien está enfermo; pero a veces las situaciones pueden ser más difíciles… Muchos me escriben, y hoy quisiera asegurar una oración para todas estas familias, y les digo: ¡no tengan miedo de la fragilidad! ¡No tengan miedo de la fragilidad! Ayúdense unos a otros con amor, y sentirán la presencia consoladora de Dios.
La actitud generosa y cristiana hacia los enfermos es sal de la tierra y luz del mundo. Que la Virgen María te ayude a practicarla, y obtenga paz y consuelo para todos los sufrientes.
En estos días se están llevando a cabo en Sochi, en Rusia, los Juegos Olímpicos de Invierno. Querría hacer llegar mi saludo a los organizadores y a todos los atléticos, con el presagio de que sea una verdadera fiesta del deporte y de la amistad.
Saludo a todos los peregrinos presentes hoy, las familias. Todos los peregrinos, ¡todos! Las familias, los grupos parroquiales, las asociaciones. En particular saludo a los profesores y a los estudiantes que vienen de Inglaterra; el grupo de teología cristiana de diferentes países europeos que están en Roma por una convención estudio; a los fieles de las parroquias de Santa María Inmaculada y San Vicente de Paoli en Roma, aquellos venidos de Cavallina y Montecarelli, y la escuela de San Luca- Bovalino, en Calabria.
Rezo por aquellos que están sufriendo daños y lo están pasando mal por las calamidades naturales, en diferentes países, también aquí en Roma, estoy cerca de ellos. La naturaleza nos desafía a ser comprensivos y estar atentos a la protección de la creación, incluso preveer, en medida de lo posible, las consecuencias más graves. Y antes de despedirme, me viene en mente la pregunta que he hecho: ¿lámpara encendida o apagada? ¿Qué querría? ¿Encendida o apagada? Eh, ¡el cristiano lleva la luz! ¡Es una lámpara encendida! ¡Siempre adelante con la luz de Jesús!
A todos les deseo un buen domingo y un buen almuerzo.
Hasta Pronto.
Fuente: radiovaticana.org
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