Los siete
pecados capitales
José Mª Rodríguez Olaizola sj
¿Alguna vez has oído hablar de los siete pecados capitales?
A veces hablamos poco de esto del pecado, quizás por temor a que se nos achaque
ser excesivamente moralistas, a culpabilizar al personal, a hacer sentir a la
gente que parece que la fe o el seguimiento de Jesús tiene más que ver con las
prohibiciones que con la buena noticia. No es así.
Pecado no es “lo que me
gusta, pero mi religión me prohíbe”.
No es lo bueno de la vida, que una religión
castrante y represiva se empeña en anular. Son, más bien, aquellas
circunstancias en las que uno elige y apuesta por cosas que hacen que la vida
–propia y ajena- sea menos plena.
En realidad es aquello que, aunque
aparentemente me llena, en realidad me está vaciando, o está vaciando y dañando
a otros.
Y por eso, porque lo hace todo peor, merece la pena luchar contra ello.
El pecado me aleja de Dios, de los otros, y probablemente me hace vivir
fracturado por dentro, con mucha menos pasión, plenitud y alegría de la que
tendría eligiendo otros caminos.
Pues bien, en la tradición de la iglesia hay, desde el siglo VI, una lista
conocida como los pecados capitales (capitales, porque digamos que de ellos
nacen otros).
En las próximas semanas vamos a intentar ir ofreciendo una
lectura actualizada de esta cuestión.
¿Qué son?
¿En qué sentido nos rompen?
¿Por qué luchar contra ellos?
Tal vez la cuaresma que comenzamos pueda ser un
tiempo para reflexionar un poco sobre ello, y para seguir peleando por crecer,
por dentro y por fuera, para hacer del mundo un lugar más pleno.
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