"Ventana abierta"
Jornada
Mundial de las Migraciones: Reflexiones del delegado en Osma-Soria
17 enero, 2014
El domingo 19 de Enero celebramos la
Jornada mundial del Emigrante, una jornada que nos llama a hacer una especie de
examen de conciencia para ver la idea que tenemos del mismo y la acogida que
les hacemos como creyentes. Con el emigrante y refugiado se nos pide como
Iglesia que ejerzamos con ellos nuestro apostolado, es decir, que les
anunciemos a Jesús y apoyemos sus creencias y principales convicciones
más profundas.
Para conocer un inmigrante debemos
comenzar por conocer su personalidad y sentimientos. Todos los hombres somos
peregrinos en la tierra. La Conciencia de peregrinar por el hombre está
profundamente escrita en la naturaleza humana desde el principio. En las
religiones como por ejemplo Judaica (Hbr 11, 13) o Cristiana (Hbr 13, 14). Los
cristianos se sienten “el pueblo de Dios” peregrinando por el desierto de la
historia. Cada uno de nosotros tiene derecho llamarse a sí mismo “Homo Viator”
– el hombre en camino.
La emigración a otro país produce en
el emigrante todo un conjunto de choques, que resumiríamos en los dos más
importantes: Por una parte el abandono de sus raíces: del ambiente
familiar, social bien conocidos y muy queridos; por otro, la colisión con otra
sociedad, realidad, cultura, lengua etc. Ambas situaciones son
importantes y son fuente de todo tipo de crisis.
Pero fijémonos no tanto en los aspectos
negativos con los que se encuentra el emigrante cuanto en aquellos otros
positivos que el emigrante aporta: El inmigrante/emigrante es un “hombre de
esperanza”. Es la esperanza de un futuro mejor. Lleno de esta esperanza, con la
maleta cargada de sueños, va directamente al futuro. Este camino le transforma,
y le identifica con tantos personajes bíblicos, como a través de la historia
han experimentado esta misma realidad- Abraham, la Sagrada Familia de Nazaret
etc., y a la vez le hace ser testigo de ella en medio de ese mundo al que ha
emigrado, que tantas veces está falto de esta esperanza.
Otro de los aspectos positivos que
tiene el emigrante es que al tener como equipaje solo su maleta es una persona
que aun desde la pobreza es capaz de experimentar la libertad personal, porque
es alguien que no tiene nada que perder, al menos materialmente.
Es signo de
tolerancia, de diálogo, de aceptación de los demás y de solidaridad;
capaz de ponerse del lado del que sufre y necesita de la ayuda de los demás.
Para poder vivir plenamente esta
dimensión es necesario cultivar por parte del emigrante algo tan importante
como es su fe, la fe en Jesucristo, que le iluminará para acoger la nueva
cultura a la que se enfrenta, pero sin olvidar la presencia de dios y la acción
de dios en su vida. Si es verdad que la nueva situación de la persona que
emigra a otro país es una situación nueva, el emigrante debe vigilar para no
olvidar sus raíces, sus convicciones humanas y religiosas más importantes, que
han sido lo que han dirigido siempre toda su vida, confundidos por la nueva
cultura que infravalora todo aquello que para la persona emigrante ha sido
fundamental y ha dado sentido a toda su vida.
En esta Jornada mundial de los
inmigrantes y refugiados os deseo hermanos que mantengamos viva
la esperanza e ilusión con cual hemos venido a España y que nuestras
esperanzas se vean cumplidas plenamente.
Artur Roczniak
Delegado Episcopal de Migraciones
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