"Ventana abierta"
LA APARICIÓN MÁS EXTRAÑA EN EL SITIO MÁS INESPERADO
Fe adulta
Domingo 3º de Pascua. Ciclo C.
El cuarto evangelio tuvo dos ediciones. La
primera terminaba en el c.20. Más tarde, no sabemos cuándo, se añadió un nuevo
relato, el que leemos hoy (Jn 21,1-19). El hecho de que se añadiese a un
evangelio ya terminado significa que su autor le daba especial importancia.
Un comienzo sorprendente
Según el cuarto evangelio, cuando Jesús se
aparece a los discípulos al atardecer del primer día de la semana, les dice:
“Como el Padre me ha enviado, así os envío yo”. Pero ellos no deben tener muy
claro a dónde los envía ni cuándo deben partir. Vuelven a Galilea, a su oficio
de pescadores; en todo caso, resulta interesante que Natanael, el de Caná, no
se dirige a su pueblo; se queda con los otros. Pero no son once, solo siete.
Pedro propone ir a pescar, y se advierte su capacidad de liderazgo: todos le
siguen, se embarcan… y no pescan nada.
Algunos comentaristas han destacado las
curiosas semejanzas entre los evangelios de Lucas y Juan. Aquí tendríamos una
de ellas. En el momento de la vocación de los cuatro primeros discípulos,
también han pasado toda la noche bregando sin pescar nada, y una orden de Jesús
basta para que tengan una pesca abundantísima. Por otra parte, en la propuesta
de Pedro: “Me voy a pescar”, resuenan las palabras de Jesús: “Yo os haré
pescadores del hombres”.
Dos reacciones: el impulsivo y el creyente
El relato de lo que sigue es tan escueto que
parece invitar al lector a imaginar la escena y completar lo que falta. El
contraste más marcado es entre el discípulo al que Jesús tanto quería y Pedro.
El primero reconoce de inmediato a Jesús, pero se queda en la barca con los
demás. Pedro, al que no se le ha pasado por la cabeza que se trate de Jesús, se
lanza de inmediato al agua… pero no sabemos qué hace cuando llega a la orilla.
Tampoco Jesús le dirige la palabra. Espera a que lleguen todos para decir que
traigan los peces, y de nuevo es Pedro el que sube a la barca y arrastra la red
hasta la orilla. Hay dos formas de protagonismo en este relato: el de la
intuición y la fe, representado por el discípulo al que quería Jesús, y el de
la acción impetuosa representado por Pedro.
[La cantidad de 153 peces se ha prestado a
numerosas teorías, pero ninguna ha conseguido imponerse. Según Plinio el Viejo,
existían ciento cincuenta y tres variedades de peces. El evangelista habría
querido decir que la pesca se extendió al mundo entero, abarcando a toda clase
de personas. “Se non è vero, è ben trovato”.]
El misterio de la fe: seguridad sin certeza
Durante la comida, nadie dice nada, ni siquiera
Jesús. En ese silencio resalta uno de los mensaje más importantes del relato:
“Ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle quién era, porque sabían
bien que era el Señor.” Lo saben, pero no pueden estar seguros, porque su
aspecto es totalmente distinto. Es otro de los puntos de contacto entre Lucas y
Juan. Los dos insisten en que Jesús resucitado es irreconocible a primera
vista: María Magdalena lo confunde con el hortelano, los discípulos de Emaús
hablan largo rato con él sin reconocerlo, los once piensan en un primer momento
que es un fantasma.
Frente a la apologética barata que nos
enseñaban de pequeños, donde la resurrección de Jesús parecía tan demostrable
como el teorema de Pitágoras, los evangelistas son mucho más profundos y
honrados. Sabemos, pero no nos atrevemos a preguntar.
¿Un final eucarístico?
Jesús no dice nada, pero hace mucho. Los gestos
de dar el pan y el pescado recuerda a la multiplicación de los panes y los
peces, con su claro mensaje eucarístico. La escena también recuerda a la de los
discípulos de Emaús, que no reconocen a Jesús, pero lo descubren al partir el
pan, aunque aquí no se habla de reconocimiento. Lo esencial es que Jesús
alimenta a sus apóstoles, dándoles de comer uno a uno.
Pedro de nuevo: humildad y misión
La última parte, que se puede suprimir en la
liturgia, vuelve a centrarse en Pedro. Va a recibir la imponente misión de
sustituir a Jesús, de apacentar su rebaño. Hoy día, cuando se va a nombrar a un
obispo, Roma pide un informe muy detallado sobre sus opiniones políticas, lo
que piensa del aborto, del matrimonio homosexual, el sacerdocio de la mujer…
Jesús también examina a Pedro. Pero solo de su amor. Tres veces lo ha negado,
tres veces deberá responder con una triple confesión, culminando en esas
palabras que todos podemos aplicarnos: “Señor, tú conoces todo, tú sabes que te
quiero”. A pesar de las traiciones y debilidades.
Y Jesús le repite por tres veces la nueva
misión: “pastorea mis ovejas”. Cuando escuchamos esta frase pensamos de
inmediato en la misión de Pedro, y no advertimos la novedad que encierra “mis ovejas”.
La imagen del pueblo como un rebaño es típica del Antiguo Testamento, pero ese
rebaño es “de Dios”. Cuando Jesús habla de “mis ovejas” está
atribuyéndose ese poder y autoridad, semejantes a los del Padre, de los que
tanto habla el cuarto evangelio.
La alegría en la persecución
(Hechos 5,27b-32.40b-41)
[Nota previa muy importante: La traducción
litúrgica ha suprimido algo esencial: los azotes a los apóstoles. El texto
griego dice: “llamando a los apóstoles, los azotaron, les prohibieron hablar en nombre de Jesús y los
soltaron”. En el leccionario, al faltar los azotes, no se comprende por qué se
marchan “contentos de haber merecido aquel ultraje por el nombre de Jesús”].
En la lectura podemos distinguir tres
secciones: 1) el sumo sacerdote interroga a los apóstoles y los acusa de seguir
hablando de Jesús, haciendo responsables a las autoridades judías de su muerte.
2) Pedro responde que hay que obedecer a Dios antes que a los hombres, e
insiste en que Dios resucitó a Jesús. 3) Final: los azotan, les prohíben
nuevamente hablar de Jesús y ellos salen contentos de haber merecido ese
ultraje.
Dos detalles llaman la atención: a) la
necesidad que tienen los apóstoles de hablar de Jesús, aunque se lo prohíban y
los castiguen; así se explica la difusión del cristianismo en el ámbito del
siglo I por las regiones más distintas. b) La alegría en medio de las
persecuciones, que no tiene nada que ver con el masoquismo, sino como forma de
revivir el destino de Jesús.
Jesús exaltado (Apocalipsis
5,11-14)
Este tema lo ha tratado Pedro ante el sumo
sacerdote cuando dice: “La diestra de Dios lo exaltó, haciéndolo jefe y
salvador”. El Apocalipsis desarrolla este aspecto hablando del Cristo glorioso
del final de los tiempos. «Digno es el Cordero degollado de recibir el poder,
la riqueza, la sabiduría, la fuerza, el honor, la gloria y la alabanza.»
Reflexión final
Las lecturas de este domingo son muy actuales.
Además de la persecución sangrienta de Jesús a través de los cristianos, está
el intento de silenciarlo, como pretendía el sumo sacerdote. Aunque a veces, el
problema no es que nos prohíban hablar de Jesús, sino que no hablamos de él por
miedo o por vergüenza.
Otras veces nos resulta difícil, casi
imposible, identificarlo en la persona que tenemos delante. O admitir ese
triunfo suyo del que habla el Apocalipsis. Las lecturas nos invitan a
reflexionar y rezar para vivir de acuerdo con la experiencia de Jesús
resucitado.
P. Leonardo
1. Yo
pienso en nosotros. Ya Cristo no está visible entre los líos de nuestra
sociedad. Ya no hemos vivido la extraordinaria experiencia que tuvieron ellos.
Ellos lo vieron muerto y ahora vivo. Tremendo.
2. Pero
es que ellos - y nosotros- nos vemos ahora desamparados sin su
liderazgo visible. Se fue al cielo, y afirma que volverá a final de los
tiempos…
3. Y nos
encontramos ahora no triunfadores, ni vencedores: encontraron – y encontramos –
fallos, fracasos decepciones. El seguimiento de Jesús y sus valores nos resulta
duro, amargo y frustrante a veces.
4. La
religión universal del humanismo nos hace buena gente, amables, serviciales etc
PERO no aceptamos la cruz, los inconvenientes. Difícil: el humanismo actual no
nos invita a pasar por fracasos, por la paciencia y las incomodidades.
5. Al
revés: invita a la paz, a la serenidad, a la felicidad, a permanecer
imperturbables: lejos del humanismo la cruz, la lucha, la privación
6. Jesús
da la paz, no la del mundo. La eucaristía alimenta la esperanza después de la
fidelidad, la lucha. La vida de Jesús no fue precisamente cómoda.
7. Su
honradez, la limpieza de corazón, su valentía, su fidelidad, su generosidad,
la defensa de los menos afortunados, NO le llevaron ni al dinero ni a la
vanidad, ni al aplauso precisamente: le llevaron al fracaso, a la desdicha.
8. Pero
después, LA GLORIA. Eso aprendieron los pescadores aquella noche
maravillosa. Y sus eucaristías en las casas les hacían hablar siempre de
desdichas de la vida en que vivían, pero también de
esperanzas…: teníamos, TENEMOS a Jesús. Por eso amamos, seguimos, nos
entusiasmamos con ese Jesús. A pesar de las dificultades personales o sociales
que se nos presenten
9. Parece que gana el Humanismo. Pero nosotros seguimos a Jesús victorioso.
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