"Ventana abierta"
RINCÓN PARA ORAR
SOR MATILDE
JESÚS, GUARDO TU PALABRA Y EL PADRE ME AMA
23 Jesús le respondió: «Si
alguno me ama, guardará mi Palabra, y mi Padre le amará, y vendremos a él, y
haremos morada en él.
24 El que no me ama no
guarda mis palabras. Y la palabra que escucháis no es mía, sino del Padre que
me ha enviado.
25 Os he dicho estas
cosas estando entre vosotros.
26 Pero el Paráclito,
el Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi nombre, os lo enseñará todo y os
recordará todo lo que yo os he dicho.
27 Os dejo la paz, mi
paz os doy; no os la doy como la da el mundo. No se turbe vuestro corazón ni se
acobarde.
28 Habéis oído que os
he dicho: "Me voy y volveré a vosotros." Si me amarais, os
alegraríais de que me fuera al Padre, porque el Padre es más grande que yo.
29 Y os lo digo ahora, antes de que suceda, para que cuando suceda creáis. (Jn. 14, 23-29)
Cuando Jesús pronuncia
su Palabra en este mundo, antes ha sido ya pronunciada por
el Padre y esto
porque: “el Padre y Yo, somos Uno”. Su Palabra entra
en nuestro entendimiento y es acogida por nuestro corazón con atención orante.
Entonces se produce en nosotros como una habitación de Dios
en todo nuestro ser y en verdad, el Padre y el Hijo, con
la sombra del Espíritu Santo, hace morada en nosotros. Pero
este Misterio procede del amor que tenemos
a Jesús y, por tanto, al Padre que nos lo ha
enviado para que vivamos por medio de ÉI.
Esta obra grandiosa nos parece imposible y en
verdad lo es, porque nada de lo que es divino nos es propio, sino que
nos es dado. Y esto para que vivamos en absoluta confianza y
abandono en sus brazos y en su infinito cariño por estas
pequeñas criaturas suyas, porque llevan grabada en su alma “su imagen
y semejanza”.
En la Escritura nos
dice su Palabra: “¿puede una madre olvidarse de su pequeño,
del hijo de sus entrañas? Pues, aunque ella se olvide, yo no te
olvidaré, pues te llevo tatuada en la palma de
mi mano”. ¡La Palabra de Dios es grandiosa, cercana,
amorosa, muy concreta a la hora de hablar a su pequeño, “el hijo de sus
entrañas”, porque eso que dice Dios de nosotros, lo somos y es
verdad y como tal hemos de vivirlo!
¡Siempre a la escucha de su Palabra que está
deseando acariciarnos: y es su Espíritu Santo el que nos la
recuerda, porque no somos nosotros los que con nuestro esfuerzo la traemos
a la memoria! ¡Es Él, el que hace en nosotros su obra de amor!
En otro momento Jesús les
dice a sus discípulos: “no se turbe vuestro
corazón, creed en Dios y cree también
en Mí, porque en la casa de mi Padre hay
muchas moradas”... ¡Esa morada está preparada por
el Padre y Jesús y donde sólo habita el amor y la
paz! ¡La paz es la que nos va a
dar Dios para que atravesemos, sin ser rozados o
perturbados, este mar proceloso que es el mundo! ¡Jesús se
va, pero su promesa está en pie: “me voy y vuelvo a
vuestro lado.
¡Creemos, por eso sabemos, que “vendrá”! Su venida a nosotros, en
su Día, es una realidad que vivimos en tensa esperanza. La fe es
ancla muy segura porque está apoyada en su Palabra que no puede
engañarnos ni engañarse. ¡Para algo es la Verdad!
¡Jesús, creemos, pero esperamos más golpes de fe y de esperanza. ¡Es “caminar de baluarte en baluarte, hasta ver a Dios en Sion”, hasta ver tu Rostro cara a cara y dejar ya las apoyaturas de la fe y la esperanza... Mas, como Tú eres el Amor, “en el vivimos, nos movemos y existimos!” Y en Él nuestra vida nos lleva seguros a tu regazo de Padre, donde nuestra alma descansará ya feliz porque llegó a la meta, al puerto de la salvación. ¡Jesús, esperamos tu venida! ¡Ven Señor Jesús! ¡Maranata! ¡Que es el grito glorioso de los redimidos con la Sangre de nuestro Señor Jesucristo, a Quién sea la gloria y la alabanza por los siglos de los siglos! ¡Amén! ¡Amén!
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