"Ventana abierta"
¿SOMOS UN HOTEL DE CINCO ESTRELLAS?
Fe adulta
Domingo 6º de Pascua. Ciclo C.
Igual que el domingo anterior, la primera
lectura (Hechos) habla de la iglesia primitiva; la segunda (Apocalipsis) de la
iglesia futura; el evangelio (Juan) de nuestra situación presente. Comienzo por
el evangelio, que da materia más que suficiente para la homilía.
Evangelio: La Iglesia presente
(Juan 14, 23-29)
Este pasaje trata tres temas:
a) El cumplimiento de la palabra
de Jesús y sus consecuencias.
Se contraponen dos actitudes: el que me ama ‒
el que no me ama.
A la primera sigue una gran promesa: “mi Padre
lo amará, y vendremos a él y haremos morada en él”.
A la segunda, un severo toque de atención: “la
palabra que estáis oyendo no es mía, sino del Padre que me envió.
La promesa de que Dios y Jesús habitarán en
nosotros se trata con
poca frecuencia porque lo hemos relegado al mundo de los místicos: santa Teresa,
san Juan de la Cruz, etc. Pero el evangelio nos recuerda que se trata de una
realidad que no debemos pasar por alto. Generalmente no pensamos en el influjo
enorme que siguen ejerciendo en nosotros personas que han muerto hace años:
familiares, amigos, educadores, que siguen “vivos dentro de
nosotros”. Una reflexión parecida deberíamos hacer sobre cómo
Dios está presente dentro de nosotros e influye de manera decisiva en nuestra
vida. Y todo eso lo deberíamos ver como una prueba del amor de Dios: “mi Padre
lo amará y vendremos a él y haremos morada en él”.
Por otra parte, decir que Dios viene a nosotros y habita en nosotros supone una novedad capital con respecto al Antiguo Testamento. Dios no es ya un ser lejano, que impone miedo y respeto, un Dios grandioso e inaccesible. Tampoco viene a nosotros en una visita ocasional. Decide quedarse dentro de nosotros. ¿Qué le ofrecemos? ¿Un hotel de cinco estrellas o un hostal?
b) El don del Espíritu Santo
A la presencia en nosotros del Padre y de Jesús
se añade la del Espíritu, con la doble misión de enseñar cosas nuevas y
recordar las pasadas.
La enseñanza de ideas nuevas coincide con lo
dicho por Jesús en otro pasaje de este mismo discurso: “Me quedan por deciros
muchas cosas, pero no podéis con ellas por ahora. Cuando venga él, el Espíritu
de la verdad os guiará hasta la verdad plena.” Parece casi herético decir que
Jesús no nos transmite la verdad plena. Pero así lo dice él. Y la historia de
la Iglesia confirma que los avances y los cambios, imposibles de fundamentar a
veces en las palabras de Jesús, se producen por la acción del Espíritu.
c) La vuelta de Jesús junto al
Padre
Estas palabras anticipan la próxima fiesta de
la Ascensión. Cuando se comparan con la famosa Oda de Fray Luis de León (“Y
dejas, pastor santo…”) se advierte la gran diferencia. Las palabras de Jesús
pretenden que no nos sintamos tristes y afligidos, pobres y ciegos, sino
alegres por su triunfo.
1ª lectura: la iglesia pasada
(Hechos de los Apóstoles 15, 1-2. 22-29)
Uno de los motivos del éxito de la misión de
Pablo y Bernabé entre los paganos fue el de no obligarles a circuncidarse. Esta
conducta provocó la indignación de los judíos y también de un grupo cristiano
de Jerusalén educado en el judaísmo más estricto. Para ellos, renunciar a la circuncisión
equivalía a oponerse a la voluntad de Dios, que se la había ordenado a Abrahán.
Algo tan grave como si entre nosotros dijese alguno ahora que no es preciso el
bautismo para salvarse.
En el fondo, lo que está en juego no es la
circuncisión sino otro tema: ¿nos salvamos nosotros a nosotros
mismos cumpliendo las normas y leyes religiosas, o nos salva
Jesús con su vida y muerte?
Tiene entonces lugar lo que se conoce como el
“concilio de Jerusalén”, que es el tema de la primera lectura de hoy. Para no
alargarla, se ha suprimido una parte esencial: los discursos de Pablo y
Santiago (versículos 3-21).
En la versión que ofrece Lucas en el libro de
los Hechos, el concilio llega a un pacto que contente a todos: en el tema
capital de la circuncisión, se da la razón a Pablo y Bernabé, no hay que
obligar a los paganos a circuncidarse; al grupo integrista se lo contenta
mandando a los paganos que observen cuatro normal fundamentales para los
judíos: abstenerse de comer carne sacrificada a los ídolos, de comer sangre, de
animales estrangulados y de la fornicación.
El tema es de enorme actualidad, y
la iglesia primitiva da un ejemplo espléndido al debatir una cuestión muy
espinosa y dar una respuesta revolucionaria. Hoy día, cuestiones mucho menos
importantes ni siquiera pueden insinuarse. Pero no nos limitemos a quejarnos.
Pidámosle a Dios que nos ayude a cambiar.
2ª lectura: la iglesia
futura (Apocalipsis 21,10-14. 22-23)
En la misma tónica de la semana pasada, con
vistas a consolar y animar a los cristianos perseguidos, habla el autor de
la Jerusalén futura, símbolo de la iglesia.
El autor se inspira en textos proféticos de
varios siglos antes. Por ejemplo, estos versos del c.54 de Isaías:
¡Oh afligida, venteada, desconsolada!
Mira, yo mismo te coloco piedras de azabache, te cimento con zafiros,
te pongo almenas de rubí, y puertas de esmeralda,
y muralla de piedras preciosas.
O esta visión de Zacarías: Por la multitud
de hombres y ganados que habrá, Jerusalén será ciudad abierta; yo la rodearé
como muralla de fuego y mi gloria estará en medio de ella oráculo del
Señor (Zac 2,8-9).
Basándose en textos parecidos dibuja su visión
el autor del Apocalipsis. La novedad de su punto de vista es que esa
Jerusalén futura, aunque baja del cielo, está totalmente ligada al pasado del
pueblo de Israel (las doce puertas llevan los nombres de las doce tribus) y al
pasado de la iglesia (los basamentos llevan los nombres de los doce apóstoles).
Pero hay una diferencia
esencial con la antigua
Jerusalén: no hay templo, porque su santuario es el mismo Dios, y no necesita
sol ni luna, porque la ilumina la gloria de Dios. En todas partes. En todos,
todos, todos. Ilumina.
P. Leonardo
1. Hay que hacer siempre con la palabra de Dios,
una lectura ambiental. Cada
domingo José Luis Sicre nos hace una espléndida puesta en su sitio de lo
que Dios quiere decirte (nos)
2. Pero es una lectura creyente, puesto que la Palabra quiere que aprendas (mos), la aceptes, que, como decía el Papa Francisco, haya un proceso: de lo oído o leído, lo pasamos al corazón, a los sentimientos. Y de ahí a las obas, a lo consecuente.
3. Una lectura
orante que, después del
corazón, pasa a una disposición de orar: te pido, de suplico, te pido consejo, fuerza, interés, entusiasmo…
4. Y de ahí, una lectura comprometida. Todo lo que he oído
asimilado, pasa a mis acciones.
5. Soplar lo asimilado por los ojos, oídos, boca, sentimientos y manos (las acciones en la vida diaria), es dejarse llevar por el Espíritu Santo. Así de sencillo. ¡Buena noticia!
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