"Ventana abierta"
TRES MANERAS DE MORIR Y UNA SOLA DE SALVARSE
Fe Adulta
Domingo 3º de Cuaresma. Ciclo C.
El evangelio de hoy
es exclusivo de Lucas, sin correspondencias en Mateo y Marcos. Y las tres
breves partes en que podemos dividirlo se centran en el mismo tema, muy
apropiado a la Cuaresma: la
conversión.
Tres maneras de morir
1) Asesinado por Pilato; 2) Aplastado por una
torre; 3) Negándonos a convertirnos.
Todo comienza con el aparente deseo de informar
a Jesús, galileo, de lo que ha hecho el procurador romano a otros galileos:
matarlos mientras ofrecían sacrificios en el templo. Parece un informe
imparcial, pero es una trampa muy astuta: nadie le pregunta qué piensa de este
hecho; se limitan a contarle el caso. Si responde airadamente, se enemistará
con las autoridades; si se calla la boca, se revelará como un mal galileo y un
mal israelita.
Para quienes han venido a contarle el caso,
todo se juega entre unos galileos muertos, Pilato y Jesús. Ellos se limitan a
informar, como la prensa; el
caso no les afecta personalmente. Y aquí es donde Jesús va a cazarlos en su
propia trampa. Con una ironía muy sutil da por supuesto que sus informadores no
le piden una declaración de tipo político (Pilato es un asesino, muerte a los
romanos) sino de tipo religioso (esos galileos han muerto por ser pecadores). De hecho, la mayoría de los judíos de la época (y muchos cristianos
actuales), consideran que una desgracia es consecuencia de un pecado.
Pero Jesús toma un rumbo completamente distinto. Los
importantes no son los galileos muertos; son ellos, los que preguntan, que no
pueden considerarse al margen de los acontecimientos. Si piensan que esos
galileos eran más pecadores que ellos, se equivocan. También se equivocaron
quienes pensaron que los dieciocho aplastados por el derrumbe de la torre de
Siloé eran más pecadores que los demás.
La muerte no solo la
provocan políticos injustos y criminales (Pilato) o desgracias naturales
evitables (la torre). Hay
otra amenaza mucho más grave: la que tramamos contra nosotros mismos cuando nos
negamos a convertirnos.
Dios pide higos a la
higuera, no pide peras al olmo
La historia de los
galileos y de la torre la ha utilizado Jesús para avisar seriamente, y por dos
veces: “Si no os convertís, todos
pereceréis”. Pero esta
exhortación no debe interpretarse de forma equivocada. Dios no va a caer sobre
nosotros como una torre, ni va a mandar a sus ángeles con espadas
desenvainadas. Mediante una breve parábola Lucas cuenta cómo nos va a tratar:
como un agricultor sensato, realista y paciente.
Sensato, porque solo nos pide lo que podemos dar naturalmente, sin especial
esfuerzo. De la higuera solo espera que dé higos, no plátanos ni melones. Lo
que espera de nosotros es lo que cada uno puede imaginar, teniendo en cuenta
sus circunstancias familiares y laborales; nunca esperará nada que exceda
nuestra capacidad.
Realista, porque no se deja engañar. La higuera lleva tres años sin dar fruto. Con
él no valen las excusas del mal estudiante que asegura haber trabajado mucho
cuando no ha dado golpe en todo el curso. A nosotros podemos engañarnos
diciendo que damos fruto; a Dios, no.
Paciente, porque ha esperado ya tres años, y todavía
está dispuesto a conceder uno más. Según el Levítico, cuando se planta un árbol
frutal, los tres primeros años no se pueden cortar sus frutos; el cuarto año,
se consagran al Señor; al quinto se pueden comer (Lv 19,23-25). El propietario
lleva tres años viniendo a buscar fruta en ella, lo cual significa que ha sido
improductiva durante siete. Su decisión de cortarla es comprensible, ya que la
higuera absorbe mucho alimento y quita las sustancias nutritivas a las cepas
que la rodean.
Pero la parábola no habla solo del dueño de la
viña. El gran protagonista es el viñador, el que intercede por la higuera y se
compromete a cavarla y echarle estiércol. Ya que la higuera nos representa a
cada uno de nosotros, el viñador tiene que ser Jesús. Se espera que la higuera
produzca fruto no solo por ella misma sino también gracias a su acción.
En definitiva, la parabolita final matiza
bastante la dureza de la primera parte del evangelio. Pero matizar no significa anular. Si nos empeñamos en no dar fruto,
si no mejora nuestra relación con Dios y con el prójimo, por más que Jesús cave
y trabaje, la higuera será cortada.
2ª lectura: Nosotros no somos distintos ni
mejores (1 Cor 10,1-6.10-12)
En el evangelio, Jesús advierte a los presentes
que no deben considerarse mejores que los asesinados por Pilato o muertos por
el derrumbe de la torre. La segunda lectura nos recuerdan que nosotros no somos
mejores que el pueblo de Israel. A pesar de tantos beneficios divinos (paso del
Mar, maná, agua que brota de la roca), muchos israelitas no agradaron a Dios y
terminaron pereciendo en el desierto. Esto debe servirnos de ejemplo y
escarmiento. Nos puede ocurrir lo mismo si nos comportamos igual que ellos.
Dicho con las palabras del evangelio. “Si no os convertís, todos pereceréis del
mismo modo.”
1ª lectura: Moisés (Ex
3,1-8.13-15)
Tras recordar a Abrahán el domingo pasado, hoy
se cuenta la vocación de Moisés. La lectura del Éxodo nos habla de la
preocupación de Dios por su pueblo esclavizado en Egipto. La vocación de Moisés
será el primer acto de su liberación. Por eso, el estribillo del Salmo repite:
“El Señor es compasivo y misericordioso”.
P. Leonardo
1.- A veces andamos siempre excusándonos, echando balones fuera… Jesús nos pone en
su sitio… Está muy bien que te preocupes, que te escandalices, que le
reproches a Dios tanto mal en el mundo, y cómo permite tantas calamidades
así es Padre bueno como tantas veces nos han dicho.
2. Pero
para Jesús todo acaba diciendo: y si no
os (te) convertís…
3.- Habrá
que hacer, decir, maldecir, reprochar… pero todo acaba en ti. Nos pide
conversión personal y colectiva. Pero conversión. Auténtica. Sincera.
Comprometida. Buen examen de cuaresma.
4.- Antes que otros, tú el primero. Y luego, trabajar por los otros. Todo junto, pero por orden… dice Jesús.
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