"Ventana abierta"
San José era un joven carpintero de Nazaret. Su carpintería era pequeña, cálida y muy ordenada, llena de aromas de los pinos y cedros de la sierra de Israel.
En el techo de la carpintería, una araña tenía su escondite. José se acostumbró a su compañía y se hicieron muy amigos; incluso se dice que se hablaban como si tal cosa...
José estaba casado con una muchacha muy buena, que se llamaba María, bonita como una estrella. José estaba muy atareado: había que ir a Belén para empadronarse.
La araña se dio cuenta de que José tenía mucho trabajo y le preguntó qué pasaba. -Tengo que ir a Belén, es una larga caminata y aún debo aparejar el burrito, ¿sabes?
La araña observaba cómo José ponía la albarda al burro, pensando cómo sería María. Cuando la vio, quedó cautivada. Le pareció que entraba un rayo de sol.
María esperaba un hijo y estaba resplandeciente, José, tiernamente, la ayudó a montar encima del burrito. La araña quería irse con ellos.
Bajó y se metió hecha un ovillo en el serón. Con el trote del burrito, una punta del manto de María voló encima de ella como si fuera una caricia. La araña se escondió dentro.
-¡No saldré! -se dijo-, tan negra y peluda que soy... ¡Qué susto se llevaría esta muchacha, pobrecilla! Ah, y quién sabe lo que podría pasarle al hijito que espera.
Mientras, José guiaba el camino, tirando todo lo que podía de las riendas del burrito: quería llegar a Belén antes de la noche, ¡María estaba tan cansada! Llegaron muy anochecido.
Hacía mucho frío y había que buscar un sitio donde pasar la noche. Llamaron a muchas puertas. Como eran muy pobrecitos, todos los echaban con un portazo.
José, paciente, ayudó de nuevo a María a subir al burrito y siguieron buscando. Por suerte, en las afueras del pueblo hallaron un establo con un buey y una mula.
José desató un fajo de paja e hizo una cama para María. Después ella bajó despacito del burro y se acercó a la paja dorada. Así, ella se durmió dulcemente...
La noche iba pasando. La araña miraba embelesada a la joven dormida y, de repente, un estallido de luz y el llanto de un niño. ¡Qué maravilla! ¡Nacía Jesús, Hijo de Dios!
¡El animalito contempló extasiado el milagro! Vio cómo José abrigaba al Niño con el manto y lo ponía en el pesebre del buey y la mula para que ellos le dieran calor.
El Niño lloraba de frío. Por el postigo entraba el aire helado. La araña, diligente, tejió una telaraña muy tupida hasta tapar el agujero. Pero, ¡ay!, ella, pobrecilla, se quedó fuera.
La arañita murió. Como un capullo de escarcha, se balanceaba colgada de un hilo de seda. Un rayo de sol besó a la arañita y ella brilló como la primera estrella de Navidad.
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