"Ventana abierta"
RINCÓN PARA ORAR
¿CREÉIS QUE YO SOY EL BUEN PASTOR?
11 Yo soy el buen
pastor. El buen pastor da su vida por las ovejas.
12 Pero el asalariado,
que no es pastor, a quien no pertenecen las ovejas, ve venir al lobo, abandona
las ovejas y huye, y el lobo hace presa en ellas y las dispersa,
13 porque es asalariado y no le
importan nada las ovejas.
14 Yo soy el buen
pastor; y conozco mis ovejas y las mías me conocen a mí,
15 como me conoce el Padre y yo
conozco a mi Padre y doy mi vida por las ovejas.
16 También tengo otras
ovejas, que no son de este redil; también a ésas las tengo que conducir y
escucharán mi voz; y habrá un solo rebaño, un solo pastor.
17 Por eso me ama el
Padre, porque doy mi vida, para recobrarla de nuevo.
18 Nadie me la quita;
yo la doy voluntariamente. Tengo poder para darla y poder para recobrarla de
nuevo; esa es la orden que he recibido de mi Padre.»(Jn. 10, 11-18)
Sí Señor, nosotros creemos y sabemos
que Tú, eres el Pastor Bueno que, nos cuidas y
proteges y en el colmo de tu amor, has dado tu vida por nosotros. Y, no
estabas coaccionado por ello, sino que, lo hiciste
libremente, como Dios que eres. “Nadie te ha quitado
la vida, sino que, la has dado compadecido de nosotros”. Como se
compadece un pastor, al ver a su ovejuela perdida por los montes
o enredada en la maleza o peor aún, en las garras del
lobo que sólo desea matar y destrozar. Así, estábamos nosotros
cuando en la Trinidad Santísima, hubo una decisión irrevocable
que, determinó la Encarnación del Verbo. Y esto, solamente para salvarnos
del pecado y de la muerte, en las que estábamos sumidos. ¡Y, todo lo
hiciste, Dios nuestro, ¡por el amor que te constreñía a abajarte hasta nuestra
miseria!
Y con esta entrega, nosotros
que, somos de la tierra, pudimos conocer a Jesús como Él,
conoce al Padre: ¡todo ternura y caridad! Pudimos entrar en la
órbita divina llevados de la mano de nuestro Buen Pastor. Y, no sólo entrar
en su atmósfera sino, conocerle, como Jesús mismo se conoce. Y, con
este saber de Jesús, amar lo que Él amó y, entregarnos
como Él hizo: hasta dar la vida por los hermanos.
Pues, ¿quién no ha oído alguna vez en
su vida, el mandato de Jesús a Pedro: “si me
amas, apacienta mis ovejas”? O, ¿es que el grado de amor a Él es muy
pequeño, por eso, nuestros oídos están embotados y sordos para no oír
claramente: “tú, ven y sígueme”? Pues, no es otra cosa el ser
cristiano, de Cristo, que, seguir a Jesús donde Él quiera
llevarnos. Y, sabemos que el monte santo de su contemplación es el monte
Calvario, antes que el monte de su Ascensión a los Cielos.
¡Es verdad Señor que, alguna vez
oímos, aunque quedamente: “¡ven, ven a mí!”, pero tuve miedo de
sufrir porque el Enemigo, es muy inteligente y astuto y sabe muy bien
por donde me puede atacar: por el miedo a la cruz en las mil formas que mi
mente se inventa! Pero, “el cáliz que vamos a beber”, no es ese.
Es una copa que, sostiene tu Mano y nos acerca
a la Llaga de tu Costado, para que sorbamos en todo momento
y no pueda quedar saciada nuestra sed. Porque la hartura, será
en el Cielo, donde “ya no habrá más luto, ni llanto, ni
dolor, porque nuestro mundo que, es primero (y se nos imagina el
único), ha pasado y el mar ya no existe”. Y, nada que
sepa a criatura, con su gran caducidad, tendrá luz
participada porque, sólo vivirá aquello que Jesús haya rescatado con
su Resurrección que, es Vida Eterna.
¡Señor Jesús, mírame y haz conmigo como quieras porque sé que, lo que tú hagas, será siempre con amor y por amor y, estando Tú siempre a mi lado, arrebatarás de mí todo temor que, no me lleva a la Vida! ¡No te apartes de mí, aunque sea torpe para oír y cobarde en seguir tus planes sobre mí! ¡Tú Jesús, me conoces y me quieres, ahora y como estoy! Y me sueñas, con tu gracia, ¡santificarme! ¡Porque, si yo deseo estar eternamente contigo, más lo deseas Tú, porque, además lo puedes y quieres hacerlo! ¡Hágase! ¡Amén! ¡Amén!".
No hay comentarios:
Publicar un comentario