"Ventana abierta"
Web católico de Javier
Es la tarde de un viernes típico y estás conduciendo hacia tu casa. Sintonizas la radio. Las noticias cuentan una historia de poca importancia: En un pueblo lejano de México han muerto 3 personas por una extraña gripe nueva que nunca antes se había visto. No lo piensas mucho...
El sábado, cuando despiertas, escuchas que ya no son 3, sino 160 personas las que han muerto en México a causa de la gripe porcina. En países vecinos como Estados Unidos, se han detectado 40 casos, 6 más en Canadá...
El lunes ya es la noticia más importante de la portada del periódico. México y Estados Unidos están en emergencia sanitaria, se detectan 10 casos en España, Reino Unido, Alemania y en lugares tan remotos como Nueva Zelanda.
Y todos se preguntan: ¿Cómo vamos a controlar la gripe porcina?
Entonces una noticia sorprende a todos: Las autoridades de México D.F. suspenden las clases escolares, la asistencia de público a los eventos deportivos y acuerdan que restaurantes, bares, centros de baile, billares, cines, teatros, gimnasios, balnearios y salones de fiesta deben suspender sus actividades hasta nuevo aviso. Varias parroquias cancelan también por seguridad sanitaria sus actividades durante unos días. Las autoridades mexicanas recomiendan no dar la mano a nadie, no besarse y llevar mascarillas. El país se paraliza. A nivel mundial, la OMS (Organización Mundial de la Salud) decreta el nivel 5 sobre 6 de alerta de pandemia.
Se extiende el pánico por el resto del mundo. Rusia cierra sus fronteras a productos derivados del cerdo procedentes de México y de varios estados norteamericanos. Cientos de personas han fallecido en los cinco continentes.
Los científicos trabajan con insistencia para encontrar un antídoto contundente, pero nada es verdaderamente eficaz. Y de repente, viene la noticia más esperada: se ha descubierto cómo elaborar un antídoto. Va a requerirse sangre de un ciudadano que no haya sido infectado ni pertenezca a ninguno de los países en los que se han detectado casos. Se corre la voz para que todos vayan al hospital más cercano para que se les practique un análisis de sangre. Mientras tanto, la OMS declara el nivel 6 de de pandemia, que es el máximo.
Vas de voluntario con tu familia, junto a unos vecinos, preguntándote qué pasará. ¿Será esto el fin del mundo? A ti y a tu familia os extraen sangre. Más tarde, uno de los doctores sale gritando el nombre que ha leído en su cuaderno. El más pequeño de tus hijos está a tu lado, te agarra la chaqueta y dice: ¡Papi, ese es mi nombre! Antes de que puedas reaccionar, se están llevando a tu hijo y gritas: ¡Esperen! Y ellos contestan: No se preocupe, no pasa nada. Su sangre está limpia, su sangre es pura. Creemos que tiene el tipo de sangre adecuado para el antídoto. Después de 15 largos minutos, salen los médicos llorando y riendo. Es la primera vez que has visto a alguien reír en una semana. El doctor de mayor edad se te acerca y dice: ¡Gracias, señor!, la sangre de su hijo es perfecta, está limpia y pura, podemos elaborar a partir de ella el antídoto contra la influenza porcina...
La noticia corre por todas partes, la gente está orando y riendo de felicidad. En eso, el doctor se acerca a ti y a tu esposa y dice: ¿Podemos hablar un momento? Es que no sabíamos que el donante elegido sería un niño y necesitamos que firmen este formulario para darnos el permiso de utilizar su sangre.
Cuando estás leyendo el documento te das cuenta de que no ponen la cantidad que necesitarán y preguntas: ¿Cuánta sangre necesitan?... La sonrisa del doctor desaparece y contesta: No pensábamos que sería un niño. No estábamos preparados. ¡¡¡La necesitamos toda!!!
No lo puedes creer y tratas de contestar: "Pero, pero..." El doctor
te sigue insistiendo: Usted no lo entiende, estamos hablando de la cura para
todo el mundo. Firme, por favor, necesitamos toda la sangre para elaborar la
vacuna contra la gripe porcina.
Tú preguntas: ¿pero no pueden realizarle una simple transfusión? Y viene la respuesta: Si tuviéramos sangre limpia podríamos... ¿Firmará?..... Por favor... ¡¡¡Firme!!!
En silencio y sin poder sentir los mismos dedos que tienen el bolígrafo en la mano, lo firmas. Te preguntan: ¿Quiere ver a su hijo? Caminas hacia esa sala de emergencia donde tu hijo está sentado en la cama diciendo: ¡Papi!, ¡Mami! ¿Qué pasa? Tomas su mano y le dices: Hijo, tu mami y yo te amamos y nunca dejaríamos que te pasara algo que no fuera necesario. ¿Comprendes eso?
El doctor regresa y te dice: Lo siento, necesitamos empezar ya, pues gente en todo el mundo está muriendo... ¿Puede por favor marcharse?
¿Puedes darle la espalda a tu hijo y dejarlo allí mientras él te dice, ¡Papi, Mami! ¿por qué me estáis abandonando?
Y a la siguiente semana, cuando hacen una ceremonia para honrar a tu hijo, algunas personas se quedan dormidas en casa, otras no vienen porque prefieren ir de paseo, ver un partido de fútbol o beber alcohol en un bar. Otras vienen a la ceremonia con una sonrisa falsa fingiendo que les importa.
Quisieras pararte y gritar: "Mi hijo murió por todos vosotros. ¿Es que no
os importa?"
Tal vez eso es lo que Dios nos quiere decir, "Mi hijo Jesús murió por vosotros. ¿Es que no sabéis cuánto os amo?"
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