"Ventana abierta"
Archidiócesis de Sevilla
Carta Pastoral del Arzobispo de Sevilla
Sembradores de esperanza y constructores de paz
Celebramos la Jornada Mundial de Oración por
las Vocaciones, en la que cada año recordamos el don de la vocación, la llamada
que el Señor dirige a cada uno de nosotros, sus hijos, para que participemos de
su proyecto de amor y podamos encarnar la belleza del Evangelio en los diversos
estados de vida. El papa Francisco nos recuerda en su mensaje que los carismas
en la vida de la Iglesia son variados y complementarios, y estamos llamados a
escucharnos mutuamente y a caminar juntos para descubrirlos y para discernir a
qué llama el Espíritu a cada uno, para el bien de todos. Caminamos hacia el Año
Jubilar del 2025, como peregrinos de esperanza y constructores de paz.
Esta Jornada está dedicada a la oración por las
vocaciones, porque las vocaciones son, ante todo, don de Dios; por eso
invocamos al Padre, siguiendo el mandato de Jesús: «Rogad, pues, al dueño de la
mies que envíe obreros a su mies» (Lc 10,2). La principal actividad de la
pastoral vocacional de la Iglesia es la oración, que reconoce que las
vocaciones son don de Dios y como tal lo pide. La Iglesia pide al Dueño de la
mies que envíe obreros a los campos. Cuando en 1963 san Pablo VI instituyó la
Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones, subrayó que la Iglesia no es la
fuente de las vocaciones, sino que su tarea fundamental es orar por las
vocaciones. Oremos con humildad, con confianza, con insistencia.
San Marcos narra en su Evangelio que Jesús
llamó a los Doce «para que estuvieran con él y para enviarlos a predicar» (Mc
3, 14-15). A lo largo de la historia sigue llamando a hombres concretos para
que participen de su sagrada misión; también aquí y ahora sigue llamando. Los
jóvenes no han de tener miedo a vivir la fe con profundidad, a experimentar un
encuentro con Cristo que transforme su vida, a la llamada de Cristo. No tengáis
miedo, abrid el corazón, presentadle vuestras inquietudes, vuestros
interrogantes y problemas; dadle entrada en vuestra vida sin temor; y si os
llama a seguirle a través del sacerdocio o la vida consagrada, no hay que
temer, porque recibiréis el ciento por uno.
Vivimos unos tiempos de profundas
transformaciones, de falta de sentido, de liquidez y desvinculación; tiempos de
subjetivismo y relativismo; tiempos en los que priman los intereses
individuales y egoístas; tiempos de descartes, de flujos migratorios
incontrolables y de situaciones de pobreza inadmisibles; tiempos de nuevas
tecnologías, de enjambres digitales y de soledad; tiempos en que peligran la
sostenibilidad y la casa común. En medio de tantos desafíos, y para dar
respuesta a tantos de ellos, Dios sigue llamando. Y más allá de las
apariencias, tenemos una certeza clara: la iniciativa es suya. Él continúa
llamando y la Iglesia tiene capacidad de suscitar, acompañar y ayudar a
discernir en la respuesta.
Nuestros tiempos son tan difíciles como
apasionantes para vivir el sacerdocio y para trabajar en la promoción de las
vocaciones sacerdotales. Para ello es necesario mantener clara y definida la
identidad sacerdotal y ofrecer a nuestros contemporáneos el testimonio de que
somos hombres de Dios, amigos del Señor Jesús; personas que aman a la Iglesia,
que se entregan hasta dar la vida por la salvación de los hombres. Maestros de
oración que dan respuesta a los interrogantes del hombre de hoy, aspirando
siempre a la santidad y ofreciendo un testimonio de alegría y esperanza.
Es la hora de la confianza en el Señor que nos
envía mar adentro a seguir echando las redes en la pastoral vocacional. Pidamos
que los jóvenes estén abiertos al proyecto que Dios tiene para ellos y sean
receptivos a su llamada. María Santísima, Madre de amor y de misericordia,
Madre de los sacerdotes, nos guía en el camino. Ella es nuestro consuelo y la
causa de nuestra alegría. Ella nos enseña a ser peregrinos de esperanza y
constructores de paz.
Arzobispo de Sevilla.
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