"Ventana abierta"
RINCÓN PARA ORAR
SOR MATILDE
EL REINO DE DIOS, YA ESTÁ AQUÍ
1 Después de esto, designó el Señor
a otros 72, y los envió de dos en dos delante de sí, a todas las ciudades y
sitios a donde él había de ir.
2 Y les
dijo: «La mies es mucha, y los obreros pocos. Rogad, pues, al Dueño de la mies
que envíe obreros a su mies.
3 Id;
mirad que os envío como corderos en medio de lobos.
4 No llevéis
bolsa, ni alforja, ni sandalias. Y no saludéis a nadie en el camino.
5 En la
casa en que entréis, decid primero: "Paz a esta casa."
6 Y si
hubiere allí un hijo de paz, vuestra paz reposará sobre él; si no, se volverá a
vosotros.
7 Permaneced en
la misma casa, comiendo y bebiendo lo que tengan, porque el obrero merece su
salario. No vayáis de casa en casa.
8 En la
ciudad en que entréis y os reciban, comed lo que os pongan;
9
curad los enfermos que haya en ella, y decidles: "El Reino de Dios está
cerca de vosotros."
(Lc. 10, 1-9)
El Señor Jesús designó, no ya a doce, sino a
setenta y dos discípulos para anunciar que “el Reino de Dios ha
llegado a vosotros”. No se conformó Jesús con los doce elegidos, sino
que, mandó seis veces doce discípulos más para ir a todas las
aldeas a hablar del Reino a aquellos que nunca oyeron hablar de
él. Y, es que “la mies es abundante” y, hay
muchos corazones abiertos a la escucha y acogida del
anuncio Evangélico, pero si no hay obreros dispuestos a dar su vida
para esta tarea Humano-Divina, se quedarán frustradas sus esperanzas.
A unos los envía directamente, a otros, les manda a orar para que por
la oración muchos corazones se abran al Evangelio y a darlo a conocer.
Esta tarea que Jesús nos encomienda es imposible para el
hombre, porque así él se lo muestra: “vais entre los hombres como
corderos en medio de lobos”. Y, es que ¿puede algo la
mansedumbre de estos corderos, al servicio de “El gran Pastor de las
ovejas, Jesús?”. ¡Claro, porque la protección del rebaño y el fruto
de su predicación no es cosa de los hombres, sino
de Dios! Nuestra fe y confianza en Jesús son los que nos aseguran el
éxito de nuestra palabra, porque ya no es palabra humana, sino
Palabra de Dios.
Cuando nuestro corazón se abre, como tierra fértil
a “la semilla” de su Palabra, sin saber
cómo, la Palabra, germina para, con la fe y
la escucha, nacer a la vida de la gracia y ser de verdad hijos de
Dios.
Nuestro “pobre testimonio”, porque en verdad sale
de nuestro ser pobre y nuestra palabra, más pobre aún, va seguida
infaliblemente de Jesús. Así se lo dijo a los setenta y dos: “los
envió a donde pensaba ir Él”. Y, es que, donde está Jesús, que
es la Palabra de Dios, el Verbo, todo es luz y amor divino que
transmite Vida, y no cualquier vida, sino Vida eterna.
No seamos tímidos en hablar de Cristo, aunque sea con
torpeza, porque Jesús va detrás confirmando nuestra palabra.
Este tiempo en que nos ha tocado vivir, es nuestro
tiempo, el tiempo de Dios, porque “Él es el mismo ayer y hoy y
siempre” y está vivo. Pero, tenemos como pudor y algo de vergüenza en
decir en altavoz: “¡Jesús, es mi Señor!” Él es nuestro
Dios, en quien esperamos que nos salve de tantas muertes que nos rodean
como lobos rapaces. “Dios lo puede todo”, con tal de que tengamos el
arrojo de ponernos en sus manos y esperar con confianza. “Si
tarda, espera, porque llegará sin retrasarse”. ¿Hemos visto
alguna vez que, la Palabra pronunciada por Dios, ¿deje de
cumplirse? “Antes pasarán el cielo y la tierra que deje de cumplirse
hasta la más pequeña Palabra de Dios”.
¡Señor Jesús, queremos confesarte abiertamente, pero necesitamos que tu Espíritu Santo nos revista del don de fortaleza y sabiduría para alejar todo temor y timidez! ¡Señor, escucha nuestra oración, pues la hacemos con fe! ¡Qué así sea! ¡Amén! ¡Amén!
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