"Ventana abierta"
LAS SEIS MADEJAS
Web católico de Javier Olivares
El rey, en su
avaricia, había apresado y encarcelado a Romualdo, a quien todo el pueblo
veneraba y reverenciaba como a hombre de Dios y profeta de su pueblo, e hizo
saber que no lo pondría en libertad hasta que el pueblo pagase una muy elevada
cantidad de dinero por su rescate. Una manera un poco primitiva y salvaje de
cobrar impuestos. El rey sabía que el pueblo veneraba al santo y acabaría
pagando.
Pagaron mucho, en efecto, pero la cantidad recaudada no
llegaba aún a lo estipulado. Una viejecita de un pueblo muy lejano se enteró
también de lo que sucedía y quiso contribuir en su pobreza. Era hilandera, y
todo su capital en aquel momento eran seis madejas recién hiladas. Las tomó y
se encaminó a palacio a entregarlas para el rescate.
Las personas, al verla pasar, se contaban unos a otros su
caso, y no podían menos de sonreírse ante la ingenuidad de su gesto y la
inutilidad de su esfuerzo. ¿Qué valían seis madejas de hilo en un rescate de
millones? Algunos incluso se lo decían a la cara y la disuadían de su empeño.
Pero ella seguía su camino y contestaba: "No sé si
pondrán en libertad a Romualdo o no. Lo único que pretendo es que cuando Dios,
en su juicio, me pregunte qué hice yo cuando Romualdo estaba en la cárcel, no
tenga yo que bajar los ojos avergonzada". Y presentó su ofrenda. El rey, a
cuyos oídos había llegado ya su historia, liberó al hombre de Dios.
Sabemos que el alma de la humanidad está en la cárcel. ¿Cuándo nos pondremos en camino con nuestras seis madejas?
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