"Ventana abierta"
Web católico de Javier Olivares
Un rey convocó a la
corte a todos los magos del reino y les dijo: “Querría ser siempre un buen
ejemplo para mis súbditos. Presentarme siempre como un hombre fuerte y seguro,
sereno e impasible frente a las vicisitudes de la vida. Me ocurre a veces que
me encuentro triste o deprimido por una mala noticia. Otras veces una alegría
imprevista o un gran éxito me ponen en un estado de sobreexcitación anormal.
Todo eso no me gusta. Me hace sentirme como una brizna que lleva el viento de
la suerte. Fabricadme un amuleto que me proteja de esos estados de ánimo y
estos cambios de humor”.
Uno tras otro, los magos se echaron atrás. Sabían hacer
amuletos de todas las clases para los incautos que se acercaban a pedirles
ayuda, pero no era fácil engatusar a un rey. Y a un rey que, además, pretendía
un amuleto de efecto tan difícil.
El rey estaba a punto de estallar de ira, cuando se adelantó
un viejo sabio que dijo: “Majestad, mañana te traeré el anillo que buscas. Cada
vez que lo mires, si estás triste te pondrás alegre y si te encuentras
nervioso, podrás calmarte. Simplemente bastará que leas la frase mágica grabada
en el anillo”.
Al día siguiente, el sabio volvió y, en medio de un silencio
general, ya que todos tenían curiosidad por conocer la frase mágica, alargó el
anillo al rey. El rey lo miró y leyó la frase grabada sobre el aro de plata:
“También esto pasará”.
Recuerda que ninguna cosa ni ninguna emoción son permanentes. Como el día y la noche, hay momentos de alegría y momentos de tristeza. Acéptalos como parte de la dualidad de la naturaleza porque son la naturaleza misma de las cosas.
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