"Ventana abierta"
APRENDE A SER FELIZ
Web católico de Javier Olivares
Me parece que la
primera cosa que tendríamos que enseñar a toda persona que llega a la
adolescencia es que los humanos no nacemos felices ni infelices, sino que
aprendemos a ser una cosa u otra y que, en una gran parte, depende de nuestra
elección el que nos llegue la felicidad o la desgracia. Que no es cierto, como
muchos piensan, que la dicha pueda encontrarse como se encuentra por la calle
una moneda o que pueda tocar como una lotería, sino que es algo que se
construye, ladrillo a ladrillo, como una casa.
Habría también que enseñarles que la felicidad nunca es
completa en este mundo, pero que, aun así, hay raciones más que suficientes de
alegría para llenar una vida de jugo y de entusiasmo y que una de las claves
está precisamente en no renunciar o ignorar los trozos de felicidad que
poseemos por pasarse la vida soñando o esperando la felicidad entera.
Sería también necesario decirles que no hay «recetas» para la
felicidad, porque, en primer lugar, no hay una sola, sino muchas felicidades y
que cada persona debe construir la suya, que puede ser muy diferente de la de
sus vecinos. Y porque, en segundo lugar, una de las claves para ser felices
está en descubrir «qué» clase de felicidad es la mía propia.
Añadir después que, aunque no haya recetas infalibles, sí hay
una serie de caminos por los que, con certeza, se puede caminar hacia ella. A
mí se me ocurren, así de repente, unos cuantos:
- Valorar y reforzar las fuerzas positivas de nuestra alma.
Descubrir y disfrutar de todo lo bueno que tenemos. No tener que esperar a
encontramos con un ciego para enterarnos de lo hermosos e importantes que son
nuestros ojos.
- Asumir después serenamente las partes negativas o
deficitarias de nuestra existencia.
- Vivir abiertos hacia el prójimo. Pensar que es preferible
que nos engañen cuatro o cinco veces en la vida que pasarnos la vida
desconfiando de los demás.
- Tener un gran ideal, algo que centre nuestra existencia y
hacia lo que dirigir lo mejor de nuestras energías.
- Creer descaradamente en el bien. Tener confianza en que a
la larga -y a veces muy a la larga- terminará siempre por imponerse.
- En el amor, preocuparse más por amar que por ser amados.
- Elegir, si se puede, un trabajo que nos guste. Y si esto es
imposible, tratar de amar el trabajo que tenemos.
- Revisar constantemente nuestras escalas de valores. Cuidar
de que el dinero no se apodera de nuestro corazón, pues es un ídolo difícil de
arrancar de él cuando nos ha hecho sus esclavos.
- Descubrir que Dios es alegre.
- Procurar sonreír con ganas o sin ellas.
La lista podría ser más larga. Pero creo que, tal vez, esas
pocas lecciones podrían servir para iniciar el estudio de la asignatura más
importante de nuestra carrera de hombres: la construcción de la felicidad.
Autor: Padre José Luis Martín Descalzo
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