"Ventana abierta"
Evangelio del día: ¿Somos capaces de ver el rostro de Jesús en los débiles?…
Reflexión del Papa Francisco
Por: Fray Nelson
Jesús, citando el Libro del Deuteronomio,
responde:
“Amarás al Señor, tu Dios, con
todo tu corazón, con toda tu alma y con todo tu espíritu. Este es el más grande
y el primer mandamiento”.
Jesús habría podido detenerse aquí. En cambio Jesús
agrega algo que no había sido preguntado por el doctor de la ley. De hecho
dice:
“El segundo es semejante al primero: Amarás a
tu prójimo como a ti mismo”.
Este segundo mandamiento tampoco
lo inventa Jesús, sino que lo retoma del Libro del Levítico. Su novedad
consiste justamente en el juntar estos dos mandamientos, el amor por Dios y el
amor por el prójimo, revelando que son inseparables y complementarios, son las
dos caras de una misma medalla.
No se puede amar a Dios sin amar al
prójimo y no se puede amar al prójimo sin amar a Dios…
En efecto, la señal visible que el cristiano
puede mostrar para testimoniar el amor de Dios al mundo y a los demás, a su
familia, es el amor por los hermanos.
El mandamiento del amor a Dios y al prójimo es el primero no porque está encima del
elenco de los mandamientos.
Jesús no lo coloca en el vértice, sino al
centro, porque es el corazón desde el cual debe partir todo y hacia donde todo
debe regresar y servir de referencia.
Ya en el Antiguo Testamento la exigencia de ser
santos, a imagen de Dios que es santo, comprendía también el deber de ocuparse
de las personas más débiles como el forastero, el huérfano, la viuda…
A este punto, a la luz de esta palabra de
Jesús, el amor es la medida de la fe, y la fe es el alma del amor. No podemos
separar más la vida religiosa, de piedad, del servicio a los hermanos, de
aquellos hermanos concretos que encontramos.
No podemos dividir más la oración, el encuentro
con Dios en los Sacramentos, de la escucha del otro, de la cercanía a su vida,
especialmente a sus heridas. Acuérdense de esto: el amor es la medida
de la fe. Tú ¿cuánto amas?…
Jesús abre un claro que permite ver dos
rostros: el rostro del Padre y aquel del hermano… Y deberíamos preguntarnos,
cuando encontramos a uno de estos hermanos, si somos capaces de reconocer el
rostro de Cristo en él: ¿somos capaces de esto?
[…] Jesús nos dona el Espíritu
Santo, que nos permite amar a Dios y al prójimo como Él, con corazón libre
y generoso. (Reflexión antes del rezo del ángelus, 12 de octubre de 2014)
Oración de sanación
Señor, cierra todas las heridas
de mi corazón que no me dejan ser capaz de servirte con pasión. Dame la fuerza
y valentía de donarme a los demás.
No puedo decir que te amo si por
otro lado desprecio a los demás, sobre todo los que están en necesidad. Sería
un mentiroso si así lo hiciese.
Es amando a los demás como puedo
lograr amarte verdaderamente a Ti. No puedo separar la caridad hacia el otro de
la gracia santificadora de tu amor.
Dame el don de tener un amor
generoso. Dame de tu fuerza para no dejarme vencer por las dificultades que me
quieran trabar la misión de honrarte.
Abro mi corazón para que tu luz y
tu verdad penetren en su profundidad y lo renueven con la fuente inagotable de
tu compasión y de tu amor por todos.
Pasa tu mano sanadora sobre mí
para que todo sentimiento de odio, ira, rencor y egoísmo sea desterrado de mi
mente, corazón, alma y espíritu.
Líbrame de mis inseguridades. Que
pueda ver mis propios errores para así corregirme bajo la Ley de tu Palabra y
poder así caminar seguro y confiado.
Todo te lo debo a Ti, por eso
todo te lo entrego. Bendice mis planes, mi vida y mis acciones para que todo yo
pueda irradiarte sólo a Ti. Amén.
Propósito para hoy
Ser especialmente generoso en la ofrenda de la
próxima Santa Misa de la que participaré.
Frase de reflexión
“La Confirmación es importante
para el cristiano; nos da fuerzas para defender la fe y anunciar el Evangelio
con entusiasmo”. Papa Francisco
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