Sin embargo, ese trayecto no había sido inspeccionado por el aparato de seguridad del Sumo Pontífice; por ello, una vez que el Papa expresó su deseo, los agentes pusieron manos a la obra, revisando el edificio y con especial atención la capilla donde el Santo Padre haría sus oraciones. Para verificar que nadie se hubiera escondido y pudiera causar ningún problema.
Para eso, llevaron un perro amaestrado para encontrar personas entre los escombros. Ocurrió entonces algo impresionante.
El perro se detuvo ante el Sagrario y quedó inmóvil, con la mirada fija, oliendo y rehusando abandonar su sitio, tal como estaba entrenado a reaccionar si encontraba personas vivas entre escombros.
El perro no tenía ninguna duda: alguien vivo estaba escondido en el Tabernáculo..."
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