Esta noche, con nostalgia
a través de los cristales
de los giros de los tiempos,
en el suave atardecer
de mi vida y en silencio,
os evoco y os contemplo.
Flor de infancia, de ilusión,
que me ha brotado de nuevo
como preciosa edelweis
entre la nieve de invierno.
Clima de altura y pureza,
inocencia e ilusión,
que florece en lo pequeño.
Cuando el silencio se oye,
y la nieve va cayendo,
cuando va entrando la noche
sobre los campos y pueblos
en la noche misteriosa,
-¡Noche del cinco de Enero!-
Atisbo de Reyes Magos
cabalgando en sus camellos.
La Estrella de los pequeños,
la que brilla y centellea
y resplandece en sus sueños.
¡Quién me diera regresar
a aquellos cinco de Enero!
A aquella ilusión de niño:
¡Estrella, Noche, Misterio!
Ilusión esperanzada
que pasa y no vuelve más,
cristalina en recuerdos.
2.
Que estaba viendo a los Reyes
soñaba la pobre niña:
que subían, que subían
hasta su humilde buhardilla.
Que los veía tan blancos,
que los veía tan negros,
que le traían regalos...
Sus pequeños zapatitos
en las tejas del tejado,
blanquiazul de luz de luna,
algo piden, esperando.
Amanecer, ¿qué me traes?
Un gemido lastimero
a la ventana llamando.
Metido en el zapatito,
un lindo gatito blanco.
¡Al cuello lazada rosa,
y unos bigotes muy largos!
-¡Qué bonito! ¡Qué bonito!
Gracias, gracias Reyes Magos.
Y lo abraza, ¡hasta lo besa!
El michin sigue mayando.
-¡Pobrecito! Tendrás frío,
voy a prepararte un plato
con leche caliente y migas...
¡No sabes lo que te quiero!
Ya verás cómo jugamos.
¡GRACIAS, GRACIAS REYES MAGOS!
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