19 -Febrero- 2012.
Del sacerdote dominico Fco. J. Rodríguez Fassio.
¿Existen en la vida las segundas oportunidades?
Esos momentos en que por una parte no sea posible corregir lo mal hecho anteriormente, afianzar lo bueno, pero sobre todo, emprender lo que nos queda con una nueva orientación, con nuevos ánimos, nuevos planteamientos más profundos.
¿Existen las segundas oportunidades?
Pues tanto los psicólogos como los autores espirituales, nos dicen que no solamente existen, sino que son necesarias -nos instruye el sacerdote dominico Fco. J. Rodríguez Fassio- que en la vida de cada ser humano se necesita por lo menos como una segunda oportunidad, una segunda conversión, un segunda llamada que marque el paso de una manera de vivir la primera mitad de la vida, a otra manera mucho más profunda, con más sentido en la segunda mitad de la vida.
Claro, que esto de mitad, no lo tenemos que considerar simplemente como en términos cronológicos, sino sobre todo vitales. Porque hay momentos en la vida en que de pronto parece que seguir lo mismo ya no da más de sí: uno ya tiene quizás su trabajo, su profesión, tiene su familia o su estabilidad vocacional, ha hecho muchas cosas en la vida, ha asimilado muchas cosas, y de pronto te despiertas una mañana preguntándote:
"¿Y ahora qué?
¿Simplemente más de lo mismo?
Y el tiempo pasa:
¿Y qué va a ser de mí?"
Y te planteas las grandes preguntas, los grandes interrogantes, que te generan muchísima angustia. Porque ¿dónde vas a encontrar respuestas sino en ti mismo? Y tú te sientes lo más débil en ese momento. Pues ese momento precisamente, que es una crisis y por lo tanto reto y oportunidad, es cuando se tiene que dar un salto cualitativo, no solamente cuantitativo. No se trata de volver atrás, queriéndose mantener joven, ni tener más cosas, ni tener más puestos, sino ser de otra manera, vivir de otra manera, con otra clave; si no, seremos inmaduros en lo humano e inmaduros también en lo espiritual.
¿Cuáles son las características de esa segunda llamada, segunda conversión, segunda oportunidad?
1. En primer lugar, dicen los autores, dicen los que lo han vivido, dicen los que lo han sabido explicar, que se trata de una experiencia que nace de la sorpresa, del desconcierto de que la vida, por mucho que yo lo haya intentado, mi vida no ha ido por los carriles que yo había planeado. Unas veces son mejores, otras veces son peores, pero siempre son distintos.
Por lo tanto, es la sensación de que yo no tengo el control absoluto de mi vida.
2. En segundo lugar, después de lo vivido, de lo hecho, de lo fracasado, de lo muerto también por desgracia, me doy cuenta de que es la hora de pasar de los grandes sueños, los grandes planes, a las pequeñas cosas de cada día, pero sin disminuir la ilusión ni la esperanza, quedarse en los grandes sueños es quedarse en la infancia, y reducirse al día a día e ir tirando es morirse antes de tiempo.
La vida se compone de hacer las cosas cada día que nos permitan seguir avanzando cada vez más. Se vive también desde la conciencia de mis límites.
Cuando uno es joven cree que lo puede todo porque lo sueña todo, porque tiene fuerzas biológicas suficientes, porque todo es un espacio abierto de posibilidades. Ya la vida ha dado de sí, vemos que estamos más limitados físicamente, psicológicamente, socialmente, no tenemos la fama, el prestigio, la relevancia, que a lo mejor soñamos en nuestras ensoñaciones juveniles.
Y por otra parte, también nos damos cuenta del paso del tiempo cada vez más rápido.
Cuando uno es niño, un curso dura una eternidad.
Cuando somos adultos, es que pasan los años sin darnos cuenta, y cada vez tenemos menos, y no tenemos todo el tiempo del mundo.
¿Y qué pasa?
Para un creyente cristiano, esa segunda oportunidad se vive con un encuentro tú a tú con Jesús.
Cada vez más, nos afecta, nos importa, esa relación de persona a persona.
Es cierto que eso no nos priva de una perspectiva universal, de luchar por el reino de Dios, por la justicia y por la paz, pero sabemos que si no vamos mano a mano con Jesús, todo eso se queda en puras ilusiones. Eso de poder decir en la oración, en la vida diaria, en el día a día, y decírselo a cada uno y poderlo transmitir a los demás, que vivir es Jesús, estar contigo, caminar contigo, contar contigo, trabajar contigo, vivir contigo, sufrir contigo e incluso morir contigo.
Ese "contigo" para poder ser como tú, para hacerlo tuyo.
También otra conciencia de los ritmos.
Ahora los ritmos son distintos.
Antes, hacíamos la vida nosotros a nuestro ritmo, creíamos.
Ahora nos damos cuenta que la vida desde los cuerpos, la psicología, lo social, lo espiritual, tiene sus ritmos, y tenemos que aprender esa sabiduría que es hacer sí, lo que tenemos que hacer, no hacer lo que no tenemos que hacer, pero también el dejarse hacer, dejarse madurar, dejarse acompañar, del sentido del tiempo, de la receptividad, de la paciencia, de la fortaleza, de las raíces, de la savia que sube lentamente.
Por eso, la vida tiene segundas oportunidades. Quizá no en el trabajo, quizá no en el triunfo social, quizá no en otras circunstancias de la vida, pero simple y necesariamente en nuestro proceso personal del cual dependen también nuestras relaciones, nuestras eficacias, nuestros trabajos, nuestras posibilidades, nuestros encuentros.
Por eso, tenemos que lanzarnos a esa nueva manera de ser, de actuar, de vivir, a esa segunda oportunidad, segunda conversión, segunda llamada.
El poeta jesuita Isidro Cuervo, lo expresaba así:
"Después, cuando menos lo esperas, aparece más fresca la vida, y cuanto más alto miras, cuanto más te sorprendes, más pequeño, más de rodillas eres ante Dios.
Después, cuando menos lo esperas, el tiempo ha marcado su ritmo y un sendero por dentro ha tejido una entraña más viva, y entonces apareces más hermano, más hijo, más de rodillas.
Es casi sin querer, al compás del deseo, de la ilusión, como el hombre va haciéndose criatura, más a la imagen del corazón del amor.
Y después, cuando menos lo esperas, no puedes menos que querer de rodillas".
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