"Ventana abierta"
Los cinco minutos del Espíritu Santo
Mons. Víctor Manuel Fernández
Es maravilloso pensar que el corazón humano del Señor Jesús está lleno, repleto de la luz, del fuego, del agua del Espíritu Santo. Y de ese Corazón sagrado, abierto por la lanza, brota para nosotros el manantial sublime del Espíritu.
Si leemos el Evangelio de Juan, allí nos encontramos a Cristo prometiendo saciar nuestra sed con el agua del Espíritu que brota de su ser (Jn 7, 37-39). Y luego, en la cruz, vemos que es el costado herido del Señor la fuente del agua viva (Jn 19, 34).
Pero a la vez, el Espíritu que brota de ese Corazón, nos envuelve y nos hace
entrar en el misterio de amor de ese Corazón que quema.
San Buenaventura lo expresaba con intensa belleza:
“Tu corazón fue herido Señor, para que tuviéramos una entrada libre... Y fue herido también para que por esa llaga visible pudiéramos ver la herida invisible del amor. Porque quien arde de amor, de amor está herido...
Abracémonos
a nuestro amado... Roguémosle que encienda nuestro corazón y lo ate con los
dulces lazos de su amor, y que se digne herirlo con sus dardos quemantes...
Esto es algo misterioso y secretísimo, que sólo puede conocer quien lo recibe; y nadie lo recibe sino el que lo desea, y nadie lo desea si no lo inflama en su intimidad el Espíritu Santo” (Vid Mística 4, 5-6; Itin. 7, 2.).
Oración de meditación inspirada en la reflexión del Martes 11 de marzo de 2025
“Señor Jesús, de tu Sagrado Corazón brota el manantial de vida, la fuente inagotable del Espíritu Santo. Hoy me acerco a Ti con humildad, con sed de Tu amor y deseo de ser envuelto por el fuego de Tu Espíritu.
Abre mi corazón a esa
herida de amor que revela tu entrega infinita. Que el agua viva que brota de tu
costado lave mi alma, me renueve y me sumerja en el misterio de tu amor
ardiente.
Espíritu Santo, enciende en mí el deseo de ser transformado, de arder en el mismo fuego que inflamó a los santos. Que mi vida sea testimonio de la dulzura de tu amor, y que cada latido de mi corazón esté atado a los tuyos con los lazos inquebrantables de la gracia.
Amén”.
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