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Sean bienvenidos

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Invitación y bienvenida

Hola amig@s, bienvenid@s a este lugar, "Seguir la Senda.Ventana abierta", un blog que da comienzo e inicia su andadura el 6 de Diciembre de 2010, y con el que sólo busco compartir con ustedes algo de mi inventiva, artículos que tengo recogidos desde hace años, y también todo aquello bonito e instructivo que encuentro en Google o que llega a mí desde la red, y sin ánimo de lucro.

Si alguno de ustedes comprueba que es suyo y quiere que diga su procedencia, o por el contrario quiere que sea retirado de inmediato, por favor, comuníquenmelo y lo haré en seguida y sin demora.

Doy las gracias a tod@s mis amig@s blogueros que me visitan desde todas partes del mundo y de los cuales siempre aprendo algo nuevo. ¡¡¡Gracias de todo corazón y Bienvenid@s !!!!

Si lo desean, bajo la cabecera de "Seguir la Senda", se encuentran unos títulos que pulsando o haciendo clic sobre cada uno de ellos pueden acceder directamente a la sección que les interese. De igual manera, haciendo lo mismo en cada una de las imágenes de la línea vertical al lado izquierdo del blog a partir de "Ventana abierta", pasando por todos, hasta "Galería de imágenes", les conduce también al objetivo escogido.

Espero que todos los artículos que publique en mi blog -y también el de ustedes si así lo desean- les sirva de ayuda, y si les apetece comenten qué les parece...

Mi ventana y mi puerta siempre estarán abiertas para tod@s aquell@s que quieran visitarme. Dios les bendiga continuamente y en gran manera.

Aquí les recibo a ustedes como se merecen, alrededor de la mesa y junto a esta agradable meriendita virtual.

No hay mejor regalo y premio, que contar con su amistad.

No hay mejor regalo y premio, que contar con su amistad.
No hay mejor regalo y premio, que contar con su amistad. Les saluda atentamente: Mª Ángeles Grueso (Angelita)

miércoles, 18 de diciembre de 2024

Archidiócesis de Sevilla. "LA VIRGEN DE LA COCINA". Miércoles, 18 - Diciembre - 2024

"Ventana abierta"

Archidiócesis de Sevilla

Beatriz Melguizo

LA VIRGEN DE LA COCINA
Cambiar el mundo

Esta lámina, de un ABC antiguo, me la regaló enmarcada hace tiempo mi buena amiga Mariló y la tengo en la cocina de casa.

Preparando hoy la comida, y encomendándome a la Virgen “para que saliera  buena”, me inspiró el título del post.

Si observamos la pintura, vemos a la Virgen en una escena cotidiana con su  hijo de pequeño. ¡Con qué naturalidad se desarrollaría esta escena en la cocina del Hogar de Nazaret, ¿verdad?!

María en su cotidianidad, a los ojos del mundo, estaba simplemente cocinando y pendiente de su hijo como otras madres; pero a los ojos de Dios, estaba cumpliendo una Misión divina y por tanto, santificándose.

Como nos decía Santa Teresa: “Entended que, si es en la cocina, también entre los pucheros anda el Señor”.

Una manera de santificarse es ofrecerle el trabajo a Dios. Haciendo las cosas “con sentido de trascendencia” y no por rutina.

En casa, desde pequeños, cuando le decíamos a mi madre: “qué rica está la comida”, siempre nos contestaba: “Es que está hecha con amor”.

Se trata de hacer santa cualquier actividad realizándola por amor a Dios y a los hombres, con la misma perfección que uno pueda hacerla y ofrecerla a la vez en unión con Cristo por la redención del mundo. Así siempre dará fruto apostólico.

Santifiquemos no sólo nuestro trabajo, sino el ambiente donde lo realicemos. La oración es nuestra mejor arma para conseguir todo lo anterior. De esta manera, podremos conseguir transformar el mundo entero en el “hogar” de los hijos de Dios; haciendo que éste sea el “hogar de Nazaret”.

San Josemaría decía:
“La santificación del trabajo ordinario constituye como el quicio de la verdadera espiritualidad para los que —inmersos en las realidades temporales— estamos decididos a tratar a Dios”.
Amigos de Dios, 61

«Canta pero camina; mantén tu trabajo cantando; no te dejes llevar de la pereza; canta y camina». ¿Qué quiere decir «camina»? Progresa, progresa en el bien […], progresa en la verdadera fe, progresa en la santidad. Canta y camina”. (S. Agustín, Sermón 256).

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