"Ventana abierta"
RINCÓN PARA ORAR
SOR MATILDE
JESÚS, QUISO SER BUSCADO POR MARÍA Y JOSÉ DURANTE CUATRO DÍAS
41 Sus padres iban todos los años a
Jerusalén a la fiesta de la Pascua.
42 Cuando tuvo doce años, subieron
ellos como de costumbre a la fiesta
43 y, al volverse, pasados los días,
el niño Jesús se quedó en Jerusalén, sin saberlo sus padres.
44 Pero creyendo que estaría en la
caravana, hicieron un día de camino, y le buscaban entre los parientes y
conocidos;
45 pero al no encontrarle, se
volvieron a Jerusalén en su busca.
46 Y sucedió que, al cabo de tres
días, le encontraron en el Templo sentado en medio de los maestros,
escuchándoles y preguntándoles;
47 todos los que le oían, estaban
estupefactos por su inteligencia y sus respuestas.
48 Cuando le vieron, quedaron
sorprendidos, y su madre le dijo: «Hijo, ¿por qué nos has hecho esto? Mira, tu
padre y yo, angustiados, te andábamos buscando.»
49 El les dijo: «Y ¿por qué me
buscabais? ¿No sabíais que yo debía estar en la casa de mi Padre?»
50 Pero ellos no comprendieron la
respuesta que les dio.
51 Bajó con ellos y vino a Nazaret,
y vivía sujeto a ellos. Su madre conservaba cuidadosamente todas las cosas en
su corazón.
52 Jesús progresaba en sabiduría, en
estatura y en gracia ante Dios y ante los hombres. (Lc. 2, 41- 52)
El Evangelista Lucas, nos ha dejado el relato
de un episodio de Jesús que nos resulta sorprendente. Es la primera
manifestación de su divinidad, siendo un niño de doce años. Sucedió esto en una
peregrinación a Jerusalén de la Sagrada Familia. Todos los años hacían este
camino que todo fiel israelita tenía que realizar para adorar y bendecir a Dios
en su Templo. Pero este año que, nos narra san Lucas, a la vuelta de nuevo de
los peregrinos a sus casas, comprobaron María y José que, Jesús no estaba en la
caravana, entre parientes y conocidos. Un día entero en su busca lleno de
angustia y zozobra en el corazón de sus padres. Pero al no hallarlo se
volvieron a Jerusalén y siguieron preguntando entre parientes y amigos durante
tres días más.
Este extravío de Jesús, les resultaba a sus
padres incomprensible y más sabiendo que este niño era el Hijo de Dios. Se
preguntarían, entre estos silencios de Jesús, ¿qué querría Dios de ellos en
esta coyuntura llena de angustia? Se sentían perdidos ante esta voluntad de
Dios.
“A los tres días, encontraron a Jesús en el
Templo en medio de los doctores y rabinos, escuchándolos, hablándolos y
haciéndoles preguntas”. ¡Se quedaron al verlo “atónitos”! Y, María, como madre
solicita, le preguntó a Jesús por su comportamiento que, tanto les había hecho
sufrir. Él, con seguridad y aplomo les remitió a su verdadero Padre del cielo y
al celo que tenía que tener por su Gloria. Es que, ¿no tenían que saber esto
sobre su Persona, aunque fuera todavía un niño?
Es comprensible que entonces ellos no
entendieron. Y así, “María, guardó todo esto en su corazón”, con tantos
Misterios de su Hijo que, no podía comprender pero que amaba y oraba sobre ellos,
al ser la voluntad de Dios en sus vidas. María y José, eran colaboradores
humildes de la obra de la Redención de los hombres junto con Jesús, el
verdadero Redentor, aunque no comprendieron tantas cosas de su Hijo. Jesús, aportaba
en esta obra, la obediencia amorosa de Hijo; Y, María y José, una sencilla
humildad y adoración a “Dios que se había fijado en la humildad de su esclava”
y, había tomado a José entre tantos jóvenes para ser el padre legal del Hijo de
Dios.
Ante estos hechos de Dios hecho Hombre, no
podemos evitar el pensar en nuestra historia de fe y amor a Dios. ¿Hemos sido
siempre fieles y, con una obediencia digna y segura ante tantas cosas que hemos
tenido que vivir y que no comprendíamos en absoluto el querer de Dios porque
éste nos resultaba doloroso y oscuro? El comportamiento de María y José, nos
está enseñando que no siempre hemos sido humildes con nuestro Dios; Que, a
veces, le hemos pedido cuentas de por qué y cómo y, no le hemos firmado una
hoja en blanco para que Él escriba nuestra historia porque sólo este escrito
nos santifica y le glorifica eternamente.
¡Señor, deseamos tener un corazón obediente a tu voluntad, sea ésta la que sea porque, cuando nos habla tu Palabra, no es para que la razonemos sino para que, la acojamos en el corazón y allí se caldeen con la oración y el amor! ¡Danos tu gracia poderosa, Señor Dios nuestro! ¡Qué así sea! ¡Amén! ¡Amén!
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