"Ventana abierta"
El recuerdo de la madre siempre es tranquilizador, pero cuando esta Madre es María, la paz inunda nuestra alma, la sonrisa aflora a nuestros labios, la alegría penetra a nuestra vida. Piensa, pues, con frecuencia en María, tenla presente en todos los momentos de tu vida, invócala sobre todo en los tramos más difíciles y comprometidos.
SI VAS CON ELLA, NO PERDERÁS EL RUMBO
LOS CINCO MINUTOS DE MARÍA
María, consagrada
totalmente a la persona y a la obra de Cristo, no tuvo otro deseo que colaborar
activamente en el plan de Salvación de Dios.
Para María, cumplir la voluntad de Dios no siempre fue
agradable, por lo que Dios le pedía.
Sin embargo, como Jesús, la voluntad del Padre celestial fue su alimento.
NUESTRA SEÑORA, QUE TAMBIÉN NUESTRO ALIMENTO SEA HACER LA VOLUNTAD DEL PADRE CELESTIAL.
Ave María...
Gloria...
Textos tomados del Libro "Los cinco minutos de María" del Padre Alfonso Milagro.
UNA FIESTA MARIANA PARA CADA DÍA
DEL AÑO
Presentación de la Santísima Virgen María
La Virgen es presentada en el Templo de
Jerusalén por sus padres Joaquín y Ana.
De la Liturgia de las Horas: En este día, en
que se recuerda la dedicación, el año 543, de la iglesia de Santa María la
Nueva, construida cerca del templo de Jerusalén, celebramos, junto con los
cristianos de la Iglesia oriental, la "dedicación" que María hizo de
sí misma a Dios, ya desde su infancia, movida por el Espíritu Santo, de cuya
gracia estaba llena desde su concepción inmaculada.
Según la tradición, sus padres llevaron a la
Virgen María al Templo a la edad de tres años para que formase parte de las doncellas
que allí eran consagradas a Dios e instruidas en la piedad.
Fiesta Litúrgica: Ya se celebraba en el siglo
VI en el Oriente. En el 1372, el Papa Gregorio XI, informado por el canciller
de la corte de Chipre sobre la gran celebración que en Grecia se hacía para
esta fiesta el 21 de noviembre, la introdujo en Aviñón. Sixto V promulgó la
fiesta para la Iglesia universal.
La Beata Ana Catalina Emmerick escribe
místicamente de revelaciones que incluyen la presentación de María en el
Templo.
La Presentación de la Santísima Virgen: Dio fe
al mensaje divino y concibió por su fe
escrito por San Agustín
Os pido que atendáis a lo que dijo Cristo, el
Señor, extendiendo la mano sobre sus discípulos: Éstos son mi madre y mis
hermanos. El que cumple la voluntad de mi Padre, que me ha enviado, ése es mi
hermano, y mi hermana, y mi madre. ¿Por ventura no cumplió la voluntad del
Padre la Virgen María, ella, que dio fe al mensaje divino, que concibió por su
fe, que fue elegida para que ella naciera entre los hombres el que había de ser
nuestra salvación, que fue creada por Cristo antes que Cristo fuera creado en
ella?
Ciertamente, cumplió santa María, con toda
perfección, la voluntad del Padre, y, por esto, es más importante su condición
de discípula de Cristo que la de madre de Cristo, es más dichosa por ser
discípula de Cristo que por ser madre de Cristo. Por esto, María fue
bienaventurada, porque, antes de dar a luz a su maestro, lo llevó en su seno.
Mira si no es tal como digo. Pasando el Señor,
seguido de las multitudes y realizando milagros, dijo una mujer: Dichoso el
vientre que te llevó. Y el Señor, para enseñarnos que no hay que buscar la
felicidad en las realidades de orden material, ¿qué es lo que respondió?:
Mejor, dichosos los que escuchan la palabra de Dios y la cumplen. De ahí que
María es dichosa también porque escuchó la palabra de Dios y la cumplió; llevó
en su seno el cuerpo de Cristo, pero más aún guardó en su mente la verdad de
Cristo. Cristo es la verdad, Cristo tuvo un cuerpo: en la mente de María estuvo
Cristo, la verdad; en su seno estuvo Cristo hecho carne, un cuerpo. Y es más
importante lo que está en la mente que lo que lleva en el seno.
María fue santa, María fue dichosa, pero más
importante es la Iglesia que la misma Virgen María. ¿En qué sentido? En cuanto
que María es parte de la Iglesia, un miembro santo, un miembro excelente, un
miembro supereminente, pero un miembro de la totalidad del cuerpo. Ella es
parte de la totalidad del cuerpo, y el cuerpo entero es más que uno de sus
miembros. La cabeza de este cuerpo es el Señor, y el Cristo total lo
constituyen la cabeza y el cuerpo. ¿Qué más diremos? Tenemos, en el cuerpo de
la Iglesia, una cabeza divina, tenemos al mismo Dios por cabeza.
Por tanto, amadísimos hermanos, atended a
vosotros mismos: también vosotros sois miembros de Cristo, cuerpo de Cristo.
Así lo afirma el Señor, de manera equivalente, cuando dice: Estos son mi madre
y mis hermanos. ¿Cómo seréis madre de Cristo? El que escucha y cumple la
voluntad de mi Padre del cielo, ése es mi hermano, y mi hermana, y mi madre.
Podemos entender lo que significa aquí el calificativo que nos da Cristo de
«hermanos» y «hermanas»: la herencia celestial es única, y, por tanto, Cristo,
que siendo único no quiso estar solo, quiso que fuéramos herederos del Padre y
coherederos suyos.
Honramos hoy la Presentación en el Templo de
aquella Niña de bendición.
Los orígenes de esta fiesta hay que buscarlos
en una piadosa tradición que surge en el escrito apócrifo llamado el
«Protoevangelio de Santiago». Según este documento la Virgen María fue llevada
a la edad de tres años por sus padres San Joaquín y Santa Ana. Allí, junto a
otras doncellas y piadosas mujeres, fue instruida cuidadosamente respecto la fe
de sus padres y sobre los deberes para con Dios.
Históricamente, el origen de esta fiesta fue la
dedicación de la Iglesia de Santa María la Nueva en Jerusalén , en el año 543.
Todo eso se viene conmemorando en Oriente desde el siglo VI, y hasta habla de
ello el emperador Miguel Comeno en una Constitución de 1166.
Un gentil hombre francés, canciller en la corte
del Rey de Chipre, habiendo sido enviado a Aviñón en 1372, en calidad de
embajador ante el Papa Gregorio XI, le contó la magnificencia con que en Grecia
celebraban esta fiesta el 21 de noviembre. El Papa entonces la introdujo en
Aviñón, y Sixto V la impuso a toda la Iglesia.
ORACIÓN A LA VIRGEN MARÍA
(PRESENTACIÓN EN EL TEMPLO)
Santa Madre María, tú que desde temprana edad
te consagraste al Altísimo, aceptando desde una libertad poseída el servirle
plenamente como templo inmaculado, y que confiando en tus santos padres, San
Joaquín y Santa Ana, respondiste con una obediencia amorosa al llamado de Dios
Padre, tú que ya desde ese momento en el que tus padres te presentaron en el
Templo percibiste en tu interior el profundo designio de Dios Amor; enséñanos
Madre Buena a ser valientes seguidores de tu Hijo, anunciándolo en cada momento
de nuestra vida desde una generosa y firme respuesta al Plan de Dios.
Por el mismo Jesucristo, Nuestro Señor,
Amén.
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