"Ventana abierta"
RINCÓN PARA ORAR
SOR MATILDE
ANTE EL HIJO DEL HOMBRE, MANTENEOS EN PIE
25 « Habrá señales en
el sol, en la luna y en las estrellas; y en la tierra, angustia de las gentes,
perplejas por el estruendo del mar y de las olas,
26 muriéndose los hombres de
terror y de ansiedad por las cosas que vendrán sobre el mundo; porque las
fuerzas de los cielos serán sacudidas.
27 Y entonces verán
venir al Hijo del hombre en una nube con gran poder y gloria.
28 Cuando empiecen a
suceder estas cosas, cobrad ánimo y levantad la cabeza porque se acerca vuestra
liberación.»
34 « Guardaos de que
no se hagan pesados vuestros corazones por el libertinaje, por la embriaguez y
por las preocupaciones de la vida, y venga aquel Día de improviso
sobre vosotros,
35 como un lazo; porque vendrá
sobre todos los que habitan toda la faz de la tierra.
36 Estad en vela, pues, orando en todo tiempo para que tengáis fuerza y escapéis a todo lo que está para venir, y podáis estar en pie delante del Hijo del hombre.» (Lc. 21, 25-28. 34-36)
Ante el gran acontecimiento de
la Última Venida del Señor Jesús, nos dice que “los
hombres desfallecerán por el miedo y la ansiedad”. Y es que, el
universo entero se bamboleará y será sacudido, desde el
cielo y la tierra y todo el orbe. Como es algo que está por venir y no vemos de
ello signos que nos avisen, a veces los siervos de Cristo, sus
discípulos, se dejan embargar por la pereza somnolienta, cuando no
con “las juergas e inquietudes de la vida”. Éstos, son los
lazos que el Maligno tiende a los incautos. Y es que, sólo podremos
escapar de esta molicie de la vida, pidiendo a Cristo que nos despierte y
nos haga estar vigilantes en medio de la vida que parece que, no
nos trae nada nuevo.
“Estad despiertos porque caerá como
un lazo sobre los habitantes de la tierra y nadie podrá escapar ante
la Venida del Hijo del Hombre”. Pero, los hombres que han vivido
con su mirada fija en Cristo, seguirán con la cabeza levantada mirando, no
ya el crucificado en todo su amor humillado sino, al que resucitó y que
está a la derecha del Dios Altísimo. Y, sabemos que
es Él y que nuestros ojos no nos engañan porque
el Jesús Glorioso, lleva en sí, de forma
indeleble, las Llagas de su Pasión. Y en éstas, podremos
reconocerlo y gritar con alegría: “¡Es Él, es Jesús, Nuestro Señor y
nuestra Amor!”. Y, la gracia, el regalo
del Resucitado, nos consolidará los pies y podremos estar
erguidos y atraídos por su Gloria, que nos rescatará de todo lo que
está por venir.
“¡Jesús, nosotros vivimos en la era de
tu espera. Han pasado muchas calamidades en el cielo y en la tierra
pero, no eran más que avisos y alertas para orar sin
interrupción, para tener nuestra lámpara encendida con la luz de la fe y
del amor! ¡Éste, es tiempo de lucha para resistir a todas las fuerzas
del mal, “al Maligno que anda como león rugiente buscando a
quien devorar”! “¡Pero, nuestra oración y deseo, no va sólo
por nosotros sino que, imploramos la fuerza de tu gracia para que
envuelvas a todos los hombres en este Día glorioso y, que nadie
escape a tu Gloria hecha de misericordia y compasión!”
Porque, en este Día, también
terrible, muchos hombres y mujeres que, estuvieron alejados de Ti, volverán
a Ti con su corazón arrepentido y dolorido por todo lo que perdieron en su
vida pero que, ahora quieren recuperar y restaurar con un corazón al que
le fue regalado un amor perfecto. ¿No es esto cierto cuando contemplamos a Dimas, el Buen Ladrón
que, a tu lado Jesús y, crucificado contigo, no te pedía
sino: “acuérdate de mí Señor, cuando llegues a tu Reino?”.
En un instante de máximo dolor
pero, también de máxima Gloria, reconoció
a Jesús, el Señor que iba a rescatar su vida de las garras de la
muerte y de toda su vida lejos de Dios, por el pecado.
¡Oh Señor, en esta hora, confiamos en Ti y, te pedimos que tu Espíritu Santo sople con amor la llama de nuestra fe y nuestra vigilia! ¡Oh mi Dios sálvanos! ¡Amén!
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