"Ventana abierta"
RINCÓN PARA ORAR
VENID CONMIGO A SOLAS, A DESCANSAR UN POCO
30 Los apóstoles se
reunieron con Jesús y le contaron todo lo que habían hecho y lo que habían
enseñado.
31 El, entonces, les dice:
«Venid también vosotros aparte, a un lugar solitario, para descansar un poco.»
Pues los que iban y venían eran muchos, y no les quedaba tiempo ni para comer.
32 Y se fueron en la
barca, aparte, a un lugar solitario.
33 Pero les vieron
marcharse y muchos cayeron en cuenta; y fueron allá corriendo, a pie, de todas
las ciudades y llegaron antes que ellos.
34 Y al desembarcar,
vio mucha gente, sintió compasión de ellos, pues estaban como ovejas que no
tienen pastor, y se puso a enseñarles muchas cosas. (Mc. 6, 30-34)
El predicar a Jesús alegra el corazón. Es
la paga que prometió a los que creyeran en Él y lo anunciaran con
palabras y hechos. Pero, no les aseguro a sus discípulos el
descanso y el reposo del cuerpo. En nuestra condición humana, el
cuerpo se fatiga y necesita de solaz y sosiego. Así, Jesús lo asumió
con su Encarnación. Por ello, los quiere llevar a sus fieles a
un lugar desierto para reponer fuerzas. Pero la urgencia de la misión no se lo
permite, pues lo buscan y piden su palabra y sus curaciones con urgencia.
Jesús, ante este hecho que las
muchedumbres no lo dejan ni comer, no se impacienta, pues sus
necesidades quedan atrás ante la gloria y la voluntad del Padre que le hace ver
que no para otra cosa se ha hecho hombre, sino para dar a conocer a todos el amor
del Padre y su deseo de salvar a todas las gentes. Esta oferta apremiante
no admite demora. Los santos bien saben de este olvido de sí
mismos. Prefirieron la gloria de Dios a sus intereses por pequeños
que fueran. Y, es que, poco a poco, sus cosas quedaron
absorbidas por “las cosas de Dios”. Y, no quiere otra cosa el
Señor sino salvar a todos los hombres del pecado y de la muerte. Lo
primero, perdonando todas sus faltas contra Dios y contra los
hermanos. Y, lo más importante, resucitarnos de entre los muertos, gracias
a la Resurrección de Cristo. Y, una
vez resucitados, el sentarnos con Él a la derecha del
Padre. ¿Qué más podía darnos que no
haya hecho? Y, para asegurarnos de todo esto, ha tomado
un Cuerpo con una carne pecadora como la nuestra, pero no así el
pecado, porque éste no estaba en los planes de Dios al crearnos
de la nada. “El pecado entró en el mundo por instigación
del Maligno y Jesús vino a arrebatarnos de su posesión”.
Así, Jesús nos enseña en
su Persona, cómo hay que hacer cuando los hermanos en la
fe, o sin ella, nos tiran de la manga y nos piden
sinceramente: “¡háblame de Jesús, cuéntame cosas
de Él porque tu palabra hace arder mi corazón con un deseo y un ansia
que hasta ahora no había probado!”. Estos testigos son los que vienen
de “la oración al dueño de la mies para que mande obreros
a su mies”. “Conocer a Jesús, amarle y dar a
conocerlo, contemplado en su humanidad” y en su divinidad.
Esta es la misión de un discípulo de Cristo que ha sido prendido por el
fuego del Espíritu Santo.
¡Señor Jesús, abrasa nuestros corazones en
tu amor, para que nos configuremos contigo y busquemos
tan sólo tu gloria y el amor del
Padre! ¡Qué dejemos “nuestras cositas”, cuando nos apremia
tu amor, ¡oh Cristo!! ¡Qué nos pueda la compasión al ver a
tantas ovejas perdidas o distraídas que no tienen pastor! ¡Tú sólo eres el
Buen Pastor que has dado tu vida por las ovejas
y buscas, entre ellas también, pastores que pisen tus
mismas huellas y estén dispuestos a entregar su vida por amor a los
hermanos, que es lo mismo que el amor a Ti: “lo que hicisteis
con uno de estos mis humildes hermanos, conmigo lo hicisteis”! ¡Esto
es muy sencillo para Dios si derrama su gracia sobre
nosotros! ¡Y, Jesús lo desea con todo el ardor de su Corazón!
¡Ven Señor y hazlo Tú para que descansemos en Ti y en tu voluntad! ¡Amén! ¡Amén!
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