"Ventana abierta"
RINCÓN PARA ORAR
SOR MATILDE
1 Aquel día, salió
Jesús de casa y se sentó a orillas del mar.
2 Y se reunió tanta
gente junto a él, que hubo de subir a sentarse en una barca, y toda la gente
quedaba en la ribera.
3 Y les habló muchas
cosas en parábolas. Decía: «Una vez salió un sembrador a sembrar.
4 Y al sembrar, unas
semillas cayeron a lo largo del camino; vinieron las aves y se las comieron.
5 Otras cayeron en
pedregal, donde no tenían mucha tierra, y brotaron enseguida por no tener
hondura de tierra;
6 pero en cuanto salió el sol se
agostaron y, por no tener raíz, se secaron.
7 Otras cayeron entre
abrojos; crecieron los abrojos y las ahogaron.
8 Otras cayeron en
tierra buena y dieron fruto, una ciento, otra sesenta, otra treinta.
9 El que tenga oídos, que oiga.» (Mt. 13, 1-9)
Oídos atentos, oídos limpios, oídos ansiosos de
amor, de bien y de verdad. Porque, muchas, muchas veces, los
hombres, buscan cosas que halagan sus oídos y entonces dejan de inclinarse
a las Palabras de Jesús que, son Vida: “Yo soy el Camino y
la Verdad y la Vida”.
Desde el origen en que Dios se eligió un pueblo
para Sí y, quería depositar en él todo su Misterio de
amor, sólo le pidió una cosa y lo formuló en forma de oración
única, en forma de precepto: “escucha
Israel: Yahvé nuestro Dios, es el único Señor. Amarás a tu
Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu
fuerza”. (Dt. 6,4-5). “Escucha con oídos atentos a
las Palabras de mi boca”.
Jesús, nos formuló este mandato
en forma de parábolas, “las parábolas
del Reino”. Y, no sólo nos pide un corazón
atento, sino también, un saber interpretar, en clave
del Reino de los cielos lo que nos narra en
imágenes. “Salió un sembrador a sembrar”. El
sembrador, es Dios- Padre que, se dona, se entrega en
su Hijo y, “esparció la semilla a toda la tierra”. ¡La
semilla, era inmejorable!, pero, ¡ay, no todos los
terrenos la recibieron de igual manera porque, la tierra para ser
buena, tenía que ser trabajada por aquellos que habían recibido
este don precioso de Dios! Unos, se afanaron en aumentar
sus bienes materiales; Otros, distraídos con sus
entretenimientos, como pájaros que van y vienen; Los más, se
ahogaron en sus muchas preocupaciones, etc. Pero, otros
muchos, se liberaron de todas estas ataduras mundanas y se afanaron en
cultivar la tierra de su corazón: unas veces cortando malas hierbas; Otras
venciendo tentaciones con la fuerza de la gracia y su afán del bien y de la
virtud; Y, muchas veces, escuchando con oído vigilante las
insinuaciones del Espíritu Santo. Él, está siempre alerta para el que lo
llama o, simplemente lo desea, aún sin saber formular este deseo.
¡Oh Señor Jesús, dame unos “oídos
vírgenes” que, no sepan oír sino lo bueno, lo amable, lo
puro, porque Ése, es el Espíritu Santo pronunciándose en mi vida
y habitando en mi corazón. En un ser como éste, nada
del Maligno lo puede rozar. Y, si alguna vez el Señor
permite que los tiente, nunca será por encima de sus fuerzas
porque, “mi Guardián no duerme, no duerme ni reposa el guardián
de Israel”. Él, es el vigilante de su Iglesia santa
que, Él se la compró con su Sangre preciosa.
¡Señor mío, confío en TI, esponja la tierra de mi alma para que, acoja tu Palabra amorosamente, así como Tú, la esparces en mí! ¡Aleja de mí, tantas distracciones que, querrían acallar mi vigilancia: “tuyo soy y para Ti, estoy entre tus manos y no quiero soltarme de ellas! ¡Amárrame con los lazos de tu amor y, sobre todo, lo primero, ten misericordia de mí, no te fijes en mis obras y en lo poco que he hecho por Ti en mi vida, sino ve sólo la gracia de tu Espíritu Santo que, quiere atraerme a Ti! ¡Qué así sea! ¡Amén! ¡Amén!
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