"Ventana abierta"
RINCÓN PARA ORAR
SOR MATILDE
16 Y fueron a toda
prisa, y encontraron a María y a José, y al niño acostado en el pesebre.
17 Al verlo, dieron a
conocer lo que les habían dicho acerca de aquel niño;
18 y todos los que lo oyeron se
maravillaban de lo que los pastores les decían.
19 María, por su parte, guardaba
todas estas cosas, y las meditaba en su corazón.
20 Los pastores se
volvieron glorificando y alabando a Dios por todo lo que habían oído y visto,
conforme a lo que se les había dicho.
21 Cuando se cumplieron los ocho días para circuncidarle, se le dio el nombre de Jesús, el que le dio el ángel antes de ser concebido en el seno. (Lc. 2, 16-21)
Comenzamos el año recordando la Maternidad
de María, Madre de Dios y también, Madre nuestra. Ella creyó todo lo
que el ángel le anunció de parte de Dios. Era su voluntad que María fuera
la Madre de su Verbo, la madre física del cuerpo de
su Hijo divino. Y, ahora, se cumplía la voluntad de Dios y
también la voluntad de María al asentir: “hágase en mí, según
tu palabra”. El fin de todo este Don de Dios a su persona, culminaba
en este alumbramiento en Belén.
Los primeros adoradores de Jesús fueron los
ángeles del cielo y por ellos, los humildes vasallos, los
pastores. Éstos, en su sencillez, no sabían
sino “alabar, bendecir y dar gracias a Dios por lo que habían visto y
oído”. A ellos los ángeles les habían avisado los primeros para ver al Mesías
tan esperado y por ellos más deseado y ahora contemplado. ¡Con gran
alborozo, lo comunicaban a todos los que veían para que fueran ellos
también a adorarlo!
Y “María conservaba todas estas cosas y
las meditaba en su corazón”. Desde que el ángel se le apareció en
Nazaret, iba de sorpresa en sorpresa y de revelación en revelación. Todas
estas cosas, la rumiaba y recordaba, una y otra vez. Ella ha sido la
primera contemplativa de la gloria de Dios que nos enseña, con su
ejemplo, a orar y meditar, sin cansarnos, la vida de
Jesús. Y, es que la mente humana no puede hacer envejecer al
que es la Vida. Esta, a nuestro corazón, no hace sino
darnos Vida y Vida eterna.
La maternidad de María es la causa de su gran
santidad, porque un seno manchado no puede nunca ser el lugar de la
habitación de Dios. Todo en María es puro y virginal y digno de toda
alabanza. Y decimos “Madre de Jesús”, sólo ha
habido una. Pero, esto es rectificado por las Palabras de
Jesús, cuando una mujer levantó la voz diciendo: “¡dichoso el vientre
que te llevó y los pechos que te criaron!”. Jesús rectificó su elogio
diciendo: “mejor, dichosos los que escuchan la Palabra de
Dios y la cumplen”. Y, en otro pasaje, se le dice a Jesús
que “su Madre está fuera y quiere verle”. Y responde: “¿quiénes son
mi madre y mis hermanos?: el que cumple la voluntad de
Dios, ése es mi madre y mi hermano”. Así que, místicamente que
quiere decir, misteriosamente, también nosotros podemos ser la madre
de Jesús: ¡es Palabra de Dios! María nos fue entregada por
Jesús a Juan y a todos los discípulos de Jesús, en la
cruz. Y Ella, desde entonces, nos ha transmitido todos los
sentimientos de su Corazón para ser nosotros, también, Madre de Jesús
y de todos sus hermanos.
Así que, la fiesta de hoy, nos descubre, a
través de la Maternidad de María, nuestra propia maternidad que, es
el Amor, hecho cariño y ternura a Jesús, al que contemplamos y
abrazamos. Pero en este abrazo, entra fuerte en nuestro corazón la
misericordia y la cercanía hacia todos los hermanos heridos de
Jesús. Pues, ¡es a ellos a quienes ama con más predilección.
¡Hagamos fiesta en este
día, porque, Jesús ha querido adoptarnos como madres espirituales
para que demos a luz al Amor, el Amor Hermoso y lo entreguemos a
todos para que lo adoren, ¡junto con el homenaje de nuestra adoración y
alabanza!
¡Qué así sea, Jesús, por la bondad de tu Corazón que, ya de bebé, ardía de amor al hombre! ¡Amén! ¡Amén!
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