"Ventana abierta"
P. Leonardo Molina García. S.J.
Homilía en la novena de Sebastián
Padul (Granada)
Desde que he podido, nunca he faltado yo a
la fiesta de san Sebastián. Y me he sentido unido a los paduleños desde el
primer momento que con ilusión acuden cada año a estas fiestas. Me he sentido
como pez en el agua. Envuelto en su entusiasmo, su fe, recordando antepasados,
familiares muy añorados y mis años infantiles. He ido a coger leña como todo el
mundo y no solo contemplaba nuestra blanca sierra, sino también el Manar, la
Atalaya, la Vega, tan cercanas, tan nuestras. Por todas partes esa tarde
me extasiaba viendo coches, carricoches, niños con su haz de leña al
hombro, o arrastrándoles; alguna que otra pequeña hoguera. Todo el mundo se
saluda. Y la acogida para los “forasteros” muy agradable.
Desde mi posición de “desterrado”, he
observado varias noches mágicas en nuestro pueblo. Todas tienen un sentido muy
religioso, pero hay que reconocer que la más popular, la más añorada, la más
participada, la mejor cantada por grandes y chicos, es la de san Sebastián. Y,
sin embargo, todas iban señaladas en la misma dirección: la fe en Jesucristo, camino, verdad y vida en nuestro pueblo. Su figura, la de Jesús,
misteriosamente nos atrae para vivir honradamente, dignamente,
felizmente. Todas esas fiestas, estas noches mágicas apuntan en la misma dirección.
Pero no quita importancia a otras
celebraciones, ni mucho menos, este subidón de la fe que es la fiesta de
nuestro santo patrón. Es un momento de gracia, de cercanía, de emociones
fuertes.
Paso por encima las otras noches y me
detengo en la nuestra
1. Comenzamos por la noche santa, en la que celebramos la
unión del cielo y de la tierra. Noche de Dios, noche de paz, en la que por fin,
apareció entre nosotros, se plantó entre nosotros, la Luz de Dios, la lucha
contra el mal, la aparición de la gracia del Señor en un mundo tan necesitado
de Bien. Las familias se enternecen. Algo nos habla de bien, de paz, de Dios.
Noche santa
2. Noche
de la resurrección.
Después de las terribles consecuencias de las maldades caídas sobre el
inocente, el Bien, Jesús resucita, vence el mal. “Bendita la mañana que trae la
gran noticia de su presencia joven en gloria y poderío”. Sacamos a nuestras
calles el dolor y la pasión minuciosamente detallados en nuestras procesiones.
Pero en las frescas mañanas de abril, en la amanecida del día, los “juas”
arrastrados por las calles simbolizan la victoria del Bien en nuestros
corazones sobre el mal, el triunfo del pisoteado Cristo.
3. Noche
de san Juan, cuando íbamos a las
fuentes de la vega a “lavarnos la cara”, Acababa el invierno y la incipiente
primavera y comenzaba un tiempo de madurez y cosecha, Había que comenzar bien, limpiando lo mal hecho, quemando, como hacen en las playas de Almuñécar,
lo malo, lo viejo, lo podrido de nuestras vidas.
4. Y la
nuestra. La de san Sebastián.
Repito, entre todas, la más celebrada, la mejor preparada y acogida, la más
popular. Algo quiere decirnos Dios… pensemos…
5. Yo diría -lo he pensado- que es
la noche de las sonrisas. Es
noche habitualmente fría, pero el frío no invade los corazones. Todo el mundo
saluda, todo el mundo sale a la calle, todo el mundo sonríe… Los niños, muchos
de ellos a cucurumbillo en los hombros de sus padres, vienen preparados por sus
padres y contemplan asombrados la espectacular salida del santo de la Ermita entre
disparos, música y cantos. Están aprendiendo…
Y es que hay muchos motivos para alegrase
y para sonreír.
· Es una fiesta en la que todos nos
sentimos paduleños. Acudimos
desde Granada, desde Andalucía, a encumbrar a nuestro patrón. Y si no es posible,
los móviles acercarán la fe de nuestro pueblo a los lejanos. Nos gustan
nuestras raíces, nuestros antepasados, nuestras calles, nuestra Iglesia.
Añoramos a personas queridas que nos transmitieron la fe y el amor a
nuestras raíces.
· Es una fiesta democrática. San Sebastián nos une a grandes y chicos, a sabios,
ricos y necesitados, a curas y laicos. No hay en esta noche “los de arriba y
los de abajo”. La magnífica agrupación musical parece que lanza al aire con más
entusiasmo que en otras ocasiones, el himno, los pasacalles. Todo el mundo se
saluda y se alegra. No hay más que amigos unidos por los mismos sentimientos de
fe.
· Es una fiesta de la tradición. Desde que don Juan de
Austria, después de expulsar y defender nuestro pueblo de los moriscos, lo puso
bajo el patronazgo de este soldado apóstol y mártir, nunca ha dejado
nuestro pueblo de mirar a san Sebastián como “ejemplo de fe, valor y humildad “,
y coherencia de vida. Tradición de abuelos a hijos, de maestros a alumnos, de
amigos a amigos. Nuestro canto es probablemente el más universal, y enseñado en
las mismas casas a los pequeños.
· Es una fiesta de la fe. Todos nos sentimos cristianos,
bautizados, buscando el bien común, llevando adelante las dificultades de la
vida, mirando siempre a nuestros valores. Pecadores, pero creyentes. Débiles
pero fuertes en la fe. Deseosos de hacer el bien. Como san Sebastián.
· Es una fiesta de la semilla, pero también del envío. Esa emoción, ese sentimiento,
esa mirada a los santos patronos, la Virgen de los Remedios y san
Sebastián, es como una semilla plantada en los corazones, que cuidamos luego en
la asistencia a la eucaristía, asistiendo a los grupos de formación, en la oración.
Semilla que es también un envío: lucharemos por la paz. Enviaremos paz,
justicia, amor y verdad; seremos enviados en este mundo para extender el bien,
a evitar el mal, a luchar contra los sentimientos negativos. Jesús fue un
sembrador de semillas buenas. San Sebastián lo siguió con fidelidad. Hasta la muerte.
Por eso podemos cantar “gran patrón de los hijos del Padul, glorioso Sebastián…
· Finalmente, San Sebastián fue coherente en su vida, con la fe. La
cuidó, la comunicó con sencillez, con naturalidad. No predicó grandes sermones,
ni escribió libros eruditos, ni entró en las Iglesias, participando en hermosas
ceremonias. Simplemente, desde su puesto de jefe militar, vivió como cristiano,
actuó como cristiano, defendió a los súbditos, nunca renegó de su fe y tanto
amor llevó en su vida, que practicó el dicho de Jesús: “No hay mayor amor que
el que da la vida por sus amigos” Cantamos con letra inspirada: “con tu
martirio y ejemplo, de fe, amor y humildad”…
· San Sebastián es buen espejo donde
mirarnos. Heroico, valiente, coherente, compasivo, comprometido.
· Bueno; humilde va delante la Virgen de los Remedios.
Efectivamente, ella también fue ejemplo anticipado para el mismo Sebastián.
Ella también fue mártir de dolor. Coherente, dulce, remediadora. Espejo para
todos. Reina y Madre de Misericordia. Si damos paso a san Sebastián es porque
él fue fiel hijo también de María.
· ¡Viva la Virgen de los Remedios! ¡Viva san Sebastián!
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