"Ventana abierta"
P. Leonardo Molina García. S.J.
Domingo 4º Tiempo Ordinario Ciclo B.
DOS REACCIONES ANTE JESÚS
José Luis Sicre
Fe adulta
Marcos ha presentado a Jesús recorriendo
Galilea para anunciar la buena noticia del reinado de Dios. Pero no ha dicho
nada de cómo reaccionaba la gente. Sabemos que cuatro muchachos, atraídos por
su persona, lo dejan todo para seguirlo. ¿Y el resto? El evangelio de hoy
constata dos reacciones opuestas: la mayoría de la gente se asombra de la
autoridad de Jesús y de su poder sobre los espíritus inmundos; pero estos se
rebelan inútilmente contra él.
El asombro de la gente
Marcos nos sitúa en uno de los pueblos más
importantes de Galilea, Cafarnaúm, nudo de comunicaciones con Damasco. Un
sábado, Jesús entra en la sinagoga y enseña. Marcos no se detiene a concretar
su enseñanza. Lo que le interesa es la reacción del auditorio.
«Con autoridad, no como los escribas». La idea es curiosa, porque los
escribas no eran gente impreparada e ignorante, que decían cualquier tontería
para salir del paso. Tenían una larga y profunda formación. Pero, en opinión de la gente, enseñaban sin
autoridad, incapaces de tener una idea propia, de aportar algo nuevo. Jesús,
en cambio, los asombra por esa autoridad. ¿Qué dijo para suscitar esa
impresión? Marcos no lo concreta, porque su táctica consiste en despertar la
curiosidad del lector y animarlo a seguir leyendo.
El rechazo de un pobre diablo
No todos están de acuerdo con lo
escuchado. Hay uno que reacciona en contra: un endemoniado. En realidad, se
trata de un pobre diablo. No opone resistencia. Sólo puede protestar, reconocer
que los suyos están derrotados y abandonar, retorciéndose y huyendo, el campo
de batalla.
Espíritus inmundos y demonios forman, en
la concepción dramática de Mc, el ejército de Satanás. Las palabras que
pronuncia el espíritu condensan el misterio de Jesús y de su actividad. El que
aparentemente es solo un hombre natural de Nazaret llamado Jesús es, en
realidad, «el Santo de Dios». Este título es muy raro. Solo se encuentra aquí,
en el texto paralelo de Lucas, y en el evangelio de Juan, cuando Pedro, después
de que muchos abandonen a Jesús, afirma: «Nosotros hemos creído y reconocemos
que tú eres el Santo de Dios» (Jn 6,69). Lo que Pedro y los demás discípulos
han terminado creyendo, superando una gran prueba de fe, el endemoniado lo sabe
de entrada. Descubrir el misterio
de Jesús será una de las misiones del lector del evangelio.
En cuanto a su actividad, la pregunta del
endemoniado la deja claro: ha venido a acabar con los demonios y con el poder
de Satanás. Al lector moderno le resulta un lenguaje extraño. Prefiere hablar de lucha contra el mal, de
victoria del bien sobre las fuerzas del mal. Pero Marcos se mueve en
otras coordenadas culturales y religiosas.
Aparece por primera vez, en este contexto,
una idea que se repetirá muchos en Mc: Jesús impone silencio al espíritu,
prohibiéndole hacer pública su verdadera identidad.
La guerra contra Satanás y los espíritus
inmundos
Marcos concibe su evangelio como una
guerra entre el bien y el mal.
Inmediatamente después del bautismo, Jesús es impulsado por el Espíritu al
desierto, y allí es tentado por Satanás, mientras los ángeles le sirven. Marcos
no cuenta ninguna de las famosas tentaciones. Se limita a presentar a los dos
adversarios en lucha: Jesús y Satanás. Y esa guerra continúa con una batalla,
vencida fácilmente por Jesús, contra un soldado de Satanás.
Ya que nuestra idea del demonio está muy
marcada por ideas posteriores, recuerdo que en el evangelio de Marcos los
espíritus inmundos aparecen con dos rasgos principales: a) Sirven para explicar
casos muy complicados para la medicina de la época. b) Expresan la oposición radical al plan de
Dios y a la actividad de Jesús.
Marcos dejará claro a lo largo de su
evangelio que los enemigos más peligrosos de Jesús no son los demonios sino los
hombres. Serán ellos quienes terminen matándolo.
Admiración final
Tras la huida del demonio, el protagonismo
pasa a los presentes en la sinagoga. Antes se admiraron de la autoridad con la
que enseña Jesús. Ahora se quedan estupefactos al ver que, además, tiene
también poder sobre los espíritus inmundos. Y se preguntan: “¿Qué es esto?”
¿Qué está ocurriendo aquí?
¿Cuál será nuestra reacción?
Marcos ha presentado dos reacciones muy
opuestas ante la persona y la actividad de Jesús: admiración y rechazo. Con ello queda claro lo que espera de cada
uno de sus lectores. Decía un pensador griego que «el asombro llevó a los
hombres a filosofar». Marcos, de forma parecida, sugiere que la admiración es
el punto de partida para creer en Jesús. Poco a poco, la pregunta de la
gente «¿qué es esto?» se convertirá
en «¿quién es éste?».
¿Un profeta como Moisés? (Deuteronomio
18,15-20)
Jesús, en el evangelio de hoy, no se
presenta como profeta, ni su auditorio lo reconoce como tal. Sin embargo, como
primera lectura se ha elegido un texto del Deuteronomio en el que Dios promete
que, tras la muerte de Moisés, no dejará de comunicarse al pueblo, sino que le
suscitará a un profeta como él. Aunque el texto hable de «un profeta», en
realidad se refiere a una serie de ellos, a todos los profetas que, a lo largo
de la historia de Israel, le transmitirán la palabra de Dios. Sin embargo, la tradición cristiana vio en
este profeta a Jesús.
Buscando una relación con el evangelio,
podríamos verla especialmente en las palabras «Yo mismo pediré cuentas a
quien no escuche las palabras que pronuncie en mi nombre», aplicadas al
personaje poseído de un espíritu inmundo que rechaza a Jesús.
«No endurezcáis vuestro corazón» (Salmo
94)
El salmo ha sido elegido por su relación
con la primera lectura, en la que Dios exige escuchar al profeta que hable en
su nombre, pero es fácil relacionarlo también con el evangelio. El poseído por el espíritu inmundo endurece
su corazón, rechaza a Jesús. Nosotros debemos aclamar al que nos salva,
darle gracias y escuchar su voz.
P. Leonardo
1. Espíritu
inmundo… ¿Qué serán los
espíritus inmundos) ¿Los tengo yo? ¿Qué son los demonios? = Pues, eso,
espíritus inmundos…
2. Aquello sucio que nos posee… ira, envidia, pereza, depresión,
dejadez, rencores, desesperanzas asumidas, fanatismos, cabezonerías,
intolerancias, racismos, malas lenguas, debilidades… Esos son espíritus inmundos, sucios, malolientes, inquietantes…
3. Espíritus, fuerzas psíquicas interiores, profundas,
insertadas en nuestra psicología que nos empujan hacia el mal, es decir, demonios, endemoniados.
Compañeros, pues, de viaje…
4. ¿Y qué sucede con nuestros demonios en
contacto con Jesús, con su Espíritu santo? Pues que los echa, los expulsa. Son
incompatibles.
5. Nosotros mismos lo reconocemos: es difícil
arrojarlos fuera… se resisten, se “retuercen”. En el fondo, reconocemos su
malicia y la bondad de convivir sin ellos, que seremos mucho más felices con el
poder de Jesús. Pero nos resistimos. Nos quedamos admirados del poder de Jesús.
Como ellos
6. Jesús, nos advierte de dos peligros ante su persona: Él no es un curandero. Tampoco es un político. El trabaja en el fondo de cada alma. Callando, sembrando semillas, animándolas… Y dándonos esa tarea: expulsar con su poder nuestros propios demonios y expulsando en cuanto podamos y humildemente los de los demás. Y eso lleva su tiempo… hay que respetar los tiempos de Dios (no son las prisas nuestras).
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