"Ventana abierta"
P. Leonardo Molina García. S.J.
FIESTA DE SANTA MARÍA, MADRE DE DIOS
Fe adulta
Hacía el año 500 comenzó a celebrarse en
las iglesias orientales una fiesta de Santa María, Madre de Dios. La iglesia
católica romana la aceptó, y fijo su celebración el 11 de octubre; pero en 1970
la trasladó al 1 de enero, para relacionarla más estrictamente con la Navidad y
comenzar el año poniéndolo bajo la protección de María. Pero el 1 de enero se
cumplen los ocho días desde el nacimiento; por eso el evangelio termina
haciendo referencia a la circuncisión de Jesús.
¡Feliz Año Nuevo! (Números 6,22-27)
A pesar de lo dicho sobre la Virgen, el
saludo que más se repetirá el 1 de enero será: ¡Feliz Año Nuevo! ¿Qué nos
deseamos? ¿Salud, dinero y amor, como dice la canción? ¿Quién nos va a
garantizar algo de eso? ¿Y si ocurre algo muy distinto, incluso lo contrario?
La primera lectura de hoy, tomada del libro de los Números (en hebreo tiene un
título más bonito: “En el desierto”), ofrece unas pistas muy buenas:
Ante todo, hay alguien que garantiza lo
bueno que deseamos: el Señor. Dos veces se lo nombra, y los seis verbos de la
bendición lo tienen como sujeto. Podemos agrupar las peticiones en dos bloques:
1) El Señor te bendiga, ilumine su rostro sobre ti, se fije en ti. 2) Te
proteja, te conceda su favor, te conceda la paz.
El primer bloque se refiere a la actitud
de Dios con cada uno de nosotros. Cabrían tres posibilidades: que nos
bendijera, que nos mostrase un rostro airado, que se desinteresase de nosotros.
Se pide su bendición, su actitud benévola, su interés.
El segundo bloque indica los tres grandes
regalos: no son salud, dinero y amor, sino protección, favor y paz. A alguno le
resultará demasiado etéreo. Preferirá cosas más concretas. Pero, en la
práctica, cuando el año nos enfrente a situaciones difíciles, no habrá nada
mejor que la protección, el favor y la paz de Dios.
De esclavos a hijos (Gálatas 4,4-7)
El texto se ha elegido porque es el único
de las cartas de Pablo que hace referencia a María («nacido de una mujer»).
Pero se relaciona perfectamente con el anterior del libro de los Números. Pedía
la bendición de Dios, su benevolencia, y el Señor responde enviando a su Hijo
para liberarnos de la esclavitud y convertirnos en hijos suyos y herederos.
Tres actitudes para el nuevo año (Lucas
2,16-21)
El texto relaciona dos acontecimientos muy
distintos, separados por ocho días de distancia. El primero, la visita de los
pastores, es lo mismo que leímos el 25 de diciembre en la segunda misa, la del
alba. En la escena se distinguen diversos personajes:
· Empieza y termina con los pastores,
que corren a Belén y vuelven alabando
y dando gloria a Dios. Los pastores simbolizan la “política incorrecta”
de Dios. El gran anuncio del nacimiento del Mesías no se comunica al Sumo
Sacerdote de Jerusalén, ni a los sacerdotes y levitas, ni a los estudiosos
escribas, ni a los piadosos fariseos. Se comunica a unos pastores que, en la
escala social de aquel tiempo, ocupan el penúltimo lugar, el de las clases
impuras, porque su oficio se equipara al de los ladrones. Sin embargo, esta
gente tan poco digna socialmente, corre hacia Jesús, cree que un niño envuelto
en pañales y en un pesebre puede ser el futuro salvador, aunque ellos no se
beneficiarán de nada, porque, cuando ese niño crezca, ellos ya habrán muerto.
La visita de los pastores simboliza lo que dirá Jesús más tarde: “Te alabo
Padre, porque has ocultado estas cosas a los sabios y entendidos y las has
revelado a la gente sencilla.”
· Está también presente un grupo
anónimo, que podría entenderse como referencia a la demás gente de la posada,
pero que probablemente nos representa a todos los cristianos, que se admiran de lo que
cuentan los pastores.
· Finalmente, el personaje más
importante, María, que conserva
lo escuchado y medita sobre ello. En los relatos de la infancia,
Lucas ofrece dos imágenes muy distintas de María. En la anunciación, Gabriel le
comunica que será la madre del Mesías, y ella termina alabando en el Magnificat
las maravillas que Dios ha hecho en ella. Pero, cuando Jesús nace, Lucas habla
de María de forma muy distinta. A partir de ese momento, todo lo relacionado
con Jesús le resulta nuevo y desconcertante: lo que dicen los pastores, lo que
dirá Simeón, lo que le dirá Jesús a los doce años cuando se quede en Jerusalén.
En esas circunstancias, María no repite “proclama mi alma la grandeza del
Señor”. Se limita a callar y meditar, igual que hará a lo largo de toda la vida
pública de Jesús.
Estas tres actitudes se complementan: la
admiración lleva a la meditación y termina en la alabanza de Dios. Tres
actitudes muy recomendables para el próximo año.
La segunda escena tiene lugar ocho días
más tarde. Algo tan importante y querido para nosotros como el nombre de Jesús
lo cuenta Lucas en poquísimas palabras. Su sobriedad nos invita a reflexionar y
dar gracias por todo lo que ha supuesto Jesús en nuestra vida.
En vez de propósitos y buenos deseos, una
buena compañía
El comienzo de año es un momento ideal para hacer promesas que casi nunca se cumplen. La liturgia abre el año ofreciéndonos la compañía de Dios Padre, que nos bendice y protege, de Jesús, que nos salva, de María, que medita en todo lo ocurrido.
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