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Invitación y bienvenida

Hola amig@s, bienvenid@s a este lugar, "Seguir la Senda.Ventana abierta", un blog que da comienzo e inicia su andadura el 6 de Diciembre de 2010, y con el que sólo busco compartir con ustedes algo de mi inventiva, artículos que tengo recogidos desde hace años, y también todo aquello bonito e instructivo que encuentro en Google o que llega a mí desde la red, y sin ánimo de lucro.

Si alguno de ustedes comprueba que es suyo y quiere que diga su procedencia, o por el contrario quiere que sea retirado de inmediato, por favor, comuníquenmelo y lo haré en seguida y sin demora.

Doy las gracias a tod@s mis amig@s blogueros que me visitan desde todas partes del mundo y de los cuales siempre aprendo algo nuevo. ¡¡¡Gracias de todo corazón y Bienvenid@s !!!!

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Espero que todos los artículos que publique en mi blog -y también el de ustedes si así lo desean- les sirva de ayuda, y si les apetece comenten qué les parece...

Mi ventana y mi puerta siempre estarán abiertas para tod@s aquell@s que quieran visitarme. Dios les bendiga continuamente y en gran manera.

Aquí les recibo a ustedes como se merecen, alrededor de la mesa y junto a esta agradable meriendita virtual.

No hay mejor regalo y premio, que contar con su amistad.

No hay mejor regalo y premio, que contar con su amistad.
No hay mejor regalo y premio, que contar con su amistad. Les saluda atentamente: Mª Ángeles Grueso (Angelita)

lunes, 13 de mayo de 2019

¿Quién es? La Virgen María.

"Ventana abierta"


¿Quién es?


Caballeros y Damas del Pilar

Para conocer quién es y la misión única que tiene hoy la Virgen María con cada hijo de la Iglesia, tenemos que reconocer su Venida, que no es una aparición sino una visita: “una presencia”. Jesús “vino a los suyos y los suyos no le recibieron” (Jn 1, 11), “¡ay de los que no saben reconocer el tiempo de la visita!” (Lc 19, 43s). Bien podríamos trasladar estas palabras del Evangelio a la Venida de María en carne mortal a Zaragoza donde la Virgen si viene y nos visita, es para  ofrecerse como llave, pues solo con su Fe  abrimos nuestra puerta a Cristo que está llamando (Ap 3,20). ¡Ay de los que no reconocen su visita, de los que no la acogen por Madre despreciando la fe!

Comencemos considerando las dos promesas hechas por Jesús y María antes de su Ascensión y Asunción a los cielos garantizándonos su Presencia entre nosotros.

*La de Jesús la recoge el Evangelio: “Sabed que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo” (Mt 28,20). La promesa de su permanencia entre nosotros bien sabemos que se cumple en la Eucaristía que es nuestra “roca de refugio, baluarte donde nos ponemos a salvo” (Sal 143).

Según el Beato Bernardo F.de Hoyos la Eucaristía “es el objeto de la Devoción al Corazón de Jesús” porque es su Corazón vivo y palpitante.

*La de María la recoge una antigua tradición cristiana apoyada por la Iglesia desde año inmemorial, fue en su venida en carne mortal a Zaragoza cuando dejó la columna a Santiago, conocida popularmente como “el Pilar” garantizando “que estaría hasta el fin de los tiempos”.

Esto fue como decirnos que Ella estaría con nosotros todos los días hasta el fin del mundo porque “el Pilar” simboliza su Presencia Materna que es el garante de nuestra Fe.


La promesa de que “no faltará la fe en España”, no ha sido formulada explícitamente por la Virgen, pero la Iglesia la contempla implícitamente en la columna que nos legó: Donde está María, el corazón se abre a la Fe.

Jesús permanece con su Iglesia en la Eucaristía y la Virgen permanece con su Iglesia en la fe que trasmite a sus hijos. A estas dos Presencias se acoge la Iglesia para no naufragar.



Igual que una columna acompañaba al Pueblo de Israel peregrinando con ellos en el desierto dirigiendo su itinerario (Ex 13, 21-22). Ahora esa columna que guía en las emboscadas de la ruta a la Iglesia que peregrina hasta la tierra prometida del Cielo, es la Virgen María.

“Mi Inmaculado Corazón será tu refugio y el camino que te CONDUCIRÁ a Dios”, le dijo la Virgen a Lucía, la vidente de Fátima. Ella conduce nuestra peregrinación.

San Juan Pablo II afirma “que la iglesia participa de la fe de María… una fe que llama “heroica” y que es nuestra “herencia”. Y “que buscamos en la fe de María el propio sostén de la nuestra. Y precisamente esta participación viva de su fe decide su presencia especial en la peregrinación de la Iglesia como nuevo Pueblo de Dios en la tierra” (Redemptoris mater 27).
Es decir, su Presencia se perpetúa en los hijos que ahora viven con su Fe,… como una madre vive y se hace presente después de haberse ido en la sangre de sus hijos.

Esta experiencia vital de la vida de María, que es su “fíat”, su “hágase”, configura la nuestra, es como si lleváramos genes suyos que nos caracterizan como Madre espiritual que es nuestra por el bautismo en el que nos incorporamos a Cristo.


Nosotros no heredamos los ojos de María, el color de su pelo, la tez de su piel, esto lo heredo Jesús que nació físicamente de Ella. Nosotros lo que heredamos es en el orden de la gracia ¿y qué es lo que caracterizó toda la vida espiritual de María? Su fe… una fe viva, madura y audaz, en definitiva “heroica”, como la llama San Juan Pablo II. Por eso, la llama “la Madre de los creyentes”, y ¿una madre que hace?… comunica la vida que tiene a sus hijos; por tanto, la Virgen es nuestra Madre en la Fe.


María, por tanto, es la columna firme que da solidez a nuestra edificación en Cristo. Esta edificación sobre la roca que es Cristo (1Co 10, 1-6), se hace visible en la roca que es Pedro, fundamento de la Iglesia (Mt 16,13). La Virgen nos garantiza nuestra adhesión al Santo Padre para no edificar errados, sino confirmados en la fe del Vicario de Cristo en la tierra (Lc 22,32).

También el pueblo de Israel, que se dejó guiar por la columna día y noche, tenía a la cabeza a Moisés con su cayado. En él, vemos representado a quien Cristo elige para conducir al pueblo que peregrina hasta la tierra prometida. Somos “ PEREGRINOS CON EL PAPA”.

Así como el Apóstol Santiago consagró el primer templo de la cristiandad a la Virgen María para depositar allí “el Pilar”; nosotros, templos inhabitados por la Santísima Trinidad, lo consagramos a María para dejar que su Presencia Materna opere en nosotros, nos garantice la fe y con ella se garantice nuestro culto a Dios.


El Cardenal Ratzinger, comentando el secreto de Fátima, nos dice “que la Devoción al Corazón Inmaculado de María es, un acercarse al “fíat” de María, centro animador de toda la existencia”Y afirma “que el fíat de María, la palabra de su corazón, ha cambiado la historia del mundo, porque ella ha introducido en el mundo al Salvador, gracias a su ”.

Con cada sí que ofrecemos como María estamos permitiendo al Salvador introducirse en la historia y seguir redimiendo. Somos asociados al Redentor por medio de la fe de su Esclava. No hay sí que demos que no pase por el Corazón de María.

En la Revelación de la Virgen en Fátima el 13 de julio vemos como Ella une el Triunfo de su Corazón Inmaculado con los fines de su Devoción que dice que vendrá a pedir: la Consagración y la Reparación unida al rezo del Santo Rosario, y hace alusión a la fe que se conservará en Portugal, y a los errores que se extienden cuando uno se aparta de ella, así como los castigos y sufrimientos que acarrea el pecado.

“Vendré  a pedir la consagración de Rusia a mi Inmaculado Corazón y la comunión reparadora de los primeros sábados. Si atienden mis deseos, Rusia se convertirá y habrá paz; si no, esparcirá sus errores por el mundo, promoviendo guerras y persecuciones a la Iglesia: los buenos serán martirizados, el Santo Padre tendrá que sufrir mucho; varias naciones serán aniquiladas. Por fin, mi Inmaculado Corazón triunfará. El Santo Padre me consagrará a Rusia, que se convertirá, y será concedido al mundo algún tiempo de paz. En Portugal el dogma de la fe se conservará siempre”.


San Luis Mª G. de Montfort ya nos lo decía antes de las revelaciones de Fátima: “que ese triunfo y reinado de María solo llegará cuando se conozca y practique su devoción”.
El Triunfo de su Corazón Inmaculado es el equivalente al triunfo de la fe frente a la apostasía.
Esta fe que asegura a Portugal, es confirmación de la ya asegurada en Zaragoza, ya que Hispania era entonces España y Portugal.


Podríamos decir que el culto al Corazón Inmaculado hunde su raíz en la Venida de la Virgen a Zaragoza, cuando ya le manifestó al Apóstol Santiago el triunfo de su fe con la presencia del Pilar que dejó y que estaría hasta el fin de los tiempos como signo de su Presencia Materna.

La Virgen manifiesta esta unión de España y Portugal al revelar también aquí su Corazón Inmaculado. Como Paray le Monial del Corazón de María, la Virgen escogió una humilde celda de un conventito de Pontevedra donde pidió a Lucía que fijará la atención en su Corazón cercado de espinas que los hombres ingratos le clavan sin cesar reclamando su reparación. Y en Tuy vino a pedir la Consagración de Rusia a su Corazón Inmaculado con una impresionante visión donde se manifiesta asociada al Sacrificio de su Hijo en su misión corredentora.

El “Hágase” de María frente a la desobediencia de Eva, es lo que aplastó la cabeza a la serpiente, lo que la hizo triunfar en su Corazón.

El mérito de la Virgen no fue estar llena de gracia, puesto que en esto Ella no participó en nada, fue una predestinación por ser elegida a ser la Madre de Dios, le fue dado de antemano por los méritos de la Pasión de su Hijo. La vistieron como se viste a una muñeca. Después de cómo Dios la vistió para ser la Madre, Ella podía haberse negado. Si es feliz, es por haber creído, no por haber sido vestida Inmaculada.

Su mérito estriba en el elogio de Jesús refiriéndose a su Madre: “Mejor, dichosos los que escuchan la Palabra de Dios y la cumplen”, por tanto, fue su disponibilidad a la Gracia recibida lo que posibilito al Poderoso hacer obras grandes por ella (Lc 1,49).

“DICHOSA TÚ POR HABER CREÍDO” (Lc 1,45), esta fue la Bienaventuranza que recibió María de su prima Isabel y que es extensible a todos hijos si participando de su fe llevando una vida como la suya, vueltos hacia Dios, escuchando su Palabra, colaborando a la gracia en el plan de Salvación. Esto es la santidad, hacer en cada momento lo que tenemos que hacer y hacerlo bien hecho, con una sonrisa.
En esto radica su Triunfo… en que lleguemos a participar de su Bienaventuranza por haber creído.

Para esto es necesario acogerla como Madre sin cortar “el cordón umbilical” por el que nos trasmite su misma vida. Pecar mortalmente es echar a Dios de nuestra vida y es cortar con nuestra Madre… es cortar el cordón umbilical por el que nos alimentamos de su fe.

Pablo VI dice “que Jesús mismo dándonosla como Madre la señala como modelo”. (Exhortación Apostólica, Signum Magnum, 25). Pero, ¿cómo modelo de qué? de muchas cosas sí, pero fundamentalmente colaborando como Ella en la Redención que es la dimensión reparadora que aprendieron los pastorcitos de Fátima en su ofrecimiento a Dios.

María es LÁMPARA VIVA, fue la primera en portar al que es la Luz ( Jn 8,12)… así la contemplamos en la imagen de la Virgen del Pilar de la Basílica Nacional de la Gran Promesa.
En esta imagen vemos una vela: el Pilar tiene la forma del cirio, la imagen de la Virgen tiene la forma de una llama y su corona se asemeja al resplandor de la luz que emite esta llama.


“Es urgente recuperar el carácter luminoso propio de la fe, pues cuando su llama se apaga, todas las otras luces acaban languideciendo” (Lumen fidei).

Solo prendidos en la FE de María nuestra llama no languidece; al contrario, se acrecienta y se propaga posibilitando que venga a nosotros el Reinado del Corazón de Jesús, y sea Cristo el Rey y Señor de nuestras vidas como lo fue en la Santísima Virgen “que vivió consagrada a la Persona y Obra de Jesús” (Lumen Gentium 56) con su “fíat”consumiendo todo su aceite para su Gloria.

Sólo a través de la Fe de la que nos hace participes, “el Poderoso podrá hacer obras grandes en nosotros por Ella” (Lc 1, 46-55) y podremos propagar el fuego de su Amor  portando la Luz de Cristo.


En la beatificación de los pastorcitos de Fátima, San Juan Pablo II decía hablando de Jacinta y Francisco, que se habían encendido “dos llamitas para iluminar el mundo”. 
Hoy somos nosotros, esas llamas de las que Dios quiere servirse para iluminar el mundo.

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