"Ventana abierta"
Un Jesús peligroso
Los hombres libres. Los hombres que tienen el coraje de cambiar lo que hay que cambiar. Los hombres capaces de revelar el nuevo rostro de Dios. Todos esos son un riesgo y un peligro para cuantos preferimos sestear cómodamente en lo de siempre. Para cuantos no nos atrevemos a poner en tela de juicio lo que siempre se nos ha dicho. Y nos dejamos llevar de la corriente. Para todos ellos, Jesús es un peligro.
Fue todo un peligro para la religión de la Ley.
Fue todo un peligro para todos los que vivían el Dios de la Ley.
Fue todo un peligro para todos aquellos que creían que primero hay que ser bueno para que Dios los ame.
Por eso, Jesús fue el gran escándalo para los buenos fariseos:
“Este come y se hospeda en casa de los pecadores”.
Los malos y los pecadores siempre han sido un escándalo para los buenos.
Menos para Jesús, que personalmente se invita a hospedarse en su casa y a comer con ellos.
Todos vivimos demasiado esa pobre idea de que ser bueno era distanciarnos de los malos y no contaminarnos con ellos. Algo así como si fueran los otros los que nos manchan y ensucian.
Conozco a un religioso que quiso hacer algo por esas pobres mujeres que, por elegancia de nuestro lenguaje, llamamos de “las cuatro letras” o simplemente “mujeres de la vida”. ¡Qué finos y fariseos, si luego no tenemos reparo alguno en llamarlas “prostitutas”!
Pues este buen hombre entró en contacto con ellas. Se metió en su propio barrio, por donde los “buenos” no se atrevían a pasar, simple y llanamente “por eso de qué dirá la gente o para que la gente no piense mal”. A él le importó muy poco lo que la gente dijese y murmurase. Sabía que Jesús también las amaba y las quería y quería echarles una mano y sacarlas de su situación de marginación.
Cada semana reunía a un grupo de ellas tratando de hacerles recuperar su dignidad. Organizó un ropero para que pudiesen ganarse algo. Y hasta buscó empresas que comprasen lo que ellas hacían. Pero las murmuraciones eran cada día mayores. Pero su experiencia duró solo un año.
En la parroquia, algunos dejaron de asistir a su misa. Hasta que el Superior, muy cuidadoso de la buena imagen del súbdito, le prohibió tajantemente seguir con su labor. Le hizo ver que con su trabajo alejaba a la gente de la Iglesia y se iba a otra parroquia. ¡Era un peligro para la Parroquia.
¡Tremendo problema! Y no encontró mejor solución que, lograr que los Superiores Mayores lo destinasen a otro lugar en otra provincia.
Estas pobres mujeres, durante un tiempo, acudían a la Parroquia preguntando por el Sacerdote. “¡Es el único que nos ha visto y tratado como personas!” “¿Por qué se lo han llevado?”
De seguro que salvaron su imagen, su fama y su reputación. Pero aquellas mujeres quedaron abandonadas y marginas. ¡Pobre Jesús! También él se metió con gente de mal vivir. También él se hospedó en casa de un pecador. También él se sentó a comer y cenar. Y también sus feligreses comenzaron a murmurar de él:
“Come con pecadores”.
Y mientras tanto, ninguno de ellos se dio cuenta de que el pecador Zaqueo comenzaba un cambio radical en su corazón:
“La mitad de mis bienes, Señor, se la doy a los pobres; y si de alguno me he aprovechado, le restituiré cuatro veces más”.
Cuantos se escandalizaron del buen sacerdote preocupado por la dignidad de esas pobres mujeres y dejaron de asistir a su Misa, ¿serían luego capaces de dar la mitad de los bienes que tenían a los pobres?
¿Serían capaces de meter la mano al bolsillo y a la billetera y devolver lo que posiblemente habían adquirido injustamente?
Cuando se trata de darle la mano al débil, al marginado, al pecador, Dios no cuida de ensuciar su imagen.
Porque Dios no vive de la imagen que puedan tener de Él, sino de la verdad del hombre y la salvación del hombre.
A Dios no le importan las murmuraciones de los que se creen buenos. Le importa más la dignidad del hombre.
En la Cruz, Dios perdió toda su dignidad humana. Pero fue precisamente en la Cruz donde reveló la dignidad y la grandeza del hombre y de su corazón divino.
Quien se aleja de los malos, para conservar su buena imagen, se está alejando de Dios. La distancia entre nosotros y Dios es la misma distancia que establecemos entre nosotros y los malos.
P. Clemente Sobrado C. P.
No hay comentarios:
Publicar un comentario