El dolor une lo que la religión divide
¿Por qué los que no tienen mí fe, han de resultarme extraños y hasta enemigos?
Los grandes líos entre Pablo y Pedro, comer o no comer con los paganos.
Y sigue siendo una realidad también hoy.
En una de mis visitas a Jerusalén, se me ocurrió abrir la Biblia en la explanada del templo. Pudo costarme caro. Inmediatamente me vino uno gritando, que no sé lo que me decía porque hablaba en árabe. Debí guardarla de inmediato en mi bolso de mano.
Europa se debate sobre la supresión de los signos religiosos en los Centros Educativos y lugares públicos, “por respeto, dicen, a las distintas creencias”. Los signos religiosos, como el Crucifijo, es una ofensa para los demás.
De tanto pensar en Dios y defender los derechos de Dios, ¿no nos estaremos olvidando de los hombres, su dignidad y su libertad?
Una religión que no respeta las distintas manifestaciones ¿será un verdadero signo de Dios?
Que si Jesuitas u Opus Dei, dicen unos.
Que si tradicionalistas o de avanzada, dicen otros.
Que si el único auténtico camino de fe y vida cristiana es el nuestro, el de nuestro Movimiento.
¿No estaremos convirtiendo la Iglesia en una especie de aglomerado de Partidos Políticos, donde los unos les sacan la mugre a los otros, sobre todo en el Parlamento o a la hora de las Elecciones?
Junto a nueve judíos estaba “un samaritano”. Incluso los diez se ponen en camino y son curados de su lepra los diez.
Sin embargo, una vez limpios de la lepra, y regresan a su religión, de nuevo vuelven a separarse. Los nueve siguen su camino al encuentro de los sacerdotes para reintegrarse a la comunidad de la Ley. Y el samaritano regresa en solitario a Jesús a dar gracias y alabar a Dios.
El samaritano no tiene templo que lo acoja.
El samaritano no tiene comunidad que le abra los brazos.
Regresa al que está por encima de la religión.
Regresa al que está por encima de la Ley y del Templo.
No basta el milagro de su curación para abandonar la antigua Ley que los marginaba.
No basta el milagro de su curación para incorporarse al Dios de Jesús.
Es posible que muchas veces el apego a lo “de siempre”, sea el mayor estorbo para abrirnos a lo nuevo, a la actualidad y contemporaneidad de Dios.
Es posible que las leyes, las estructuras de los hombres, la fidelidad a las leyes sean como un muro que impide ofrecer un nuevo rostro de Dios a los hombres de hoy.
“¿No ha vuelto más que este extranjero para dar gloria a Dios?” Y le dijo: “Levántate, vete, tu fe te ha salvado”.
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