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Sean bienvenidos

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Invitación y bienvenida

Hola amig@s, bienvenid@s a este lugar, "Seguir la Senda.Ventana abierta", un blog que da comienzo e inicia su andadura el 6 de Diciembre de 2010, y con el que sólo busco compartir con ustedes algo de mi inventiva, artículos que tengo recogidos desde hace años, y también todo aquello bonito e instructivo que encuentro en Google o que llega a mí desde la red, y sin ánimo de lucro.

Si alguno de ustedes comprueba que es suyo y quiere que diga su procedencia, o por el contrario quiere que sea retirado de inmediato, por favor, comuníquenmelo y lo haré en seguida y sin demora.

Doy las gracias a tod@s mis amig@s blogueros que me visitan desde todas partes del mundo y de los cuales siempre aprendo algo nuevo. ¡¡¡Gracias de todo corazón y Bienvenid@s !!!!

Si lo desean, bajo la cabecera de "Seguir la Senda", se encuentran unos títulos que pulsando o haciendo clic sobre cada uno de ellos pueden acceder directamente a la sección que les interese. De igual manera, haciendo lo mismo en cada una de las imágenes de la línea vertical al lado izquierdo del blog a partir de "Ventana abierta", pasando por todos, hasta "Galería de imágenes", les conduce también al objetivo escogido.

Espero que todos los artículos que publique en mi blog -y también el de ustedes si así lo desean- les sirva de ayuda, y si les apetece comenten qué les parece...

Mi ventana y mi puerta siempre estarán abiertas para tod@s aquell@s que quieran visitarme. Dios les bendiga continuamente y en gran manera.

Aquí les recibo a ustedes como se merecen, alrededor de la mesa y junto a esta agradable meriendita virtual.

No hay mejor regalo y premio, que contar con su amistad.

No hay mejor regalo y premio, que contar con su amistad.
No hay mejor regalo y premio, que contar con su amistad. Les saluda atentamente: Mª Ángeles Grueso (Angelita)

domingo, 8 de abril de 2012

Domingo de Resurrección (B) Juan 20, 1-9

"Ventana abierta"


 Domingo de Resurrección (B)
Juan 20, 1-9


José Antonio Pagola 
8 de abril 2012


 Misterio de esperanza
  
Creer en el Resucitado es resistirnos a aceptar que nuestra vida es sólo un pequeño paréntesis entre dos inmensos vacíos. Apoyándonos en Jesús resucitado por Dios, intuimos, deseamos y creemos que Dios está conduciendo hacia su verdadera plenitud el anhelo de vida, de justicia y de paz que se encierra en el corazón de la Humanidad y en la creación entera.

Creer en el Resucitado es rebelarnos con todas nuestras fuerzas a que esa inmensa mayoría de hombres, mujeres y niños, que solo han conocido en esta vida miseria, humillación y sufrimientos, queden olvidados para siempre.

Creer en el Resucitado es confiar en una vida donde ya no habrá pobreza ni dolor, nadie estará triste, nadie tendrá que llorar. Por fin podremos ver a los que vienen en pateras llegar a su verdadera patria.

Creer en el Resucitado es acercarnos con esperanza a tantas personas sin salud, enfermos crónicos, discapacitados físicos y psíquicos, personas hundidas en la depresión, cansadas de vivir y de luchar. Un día conocerán lo que es vivir con paz y salud total. Escucharán las palabras del Padre: "Entra para siempre en el gozo de tu Señor".

Creer en el Resucitado es no resignarnos a que Dios sea para siempre un "Dios oculto" del que no podamos conocer su mirada, su ternura y sus abrazos. Lo encontraremos encarnado para siempre gloriosamente en Jesús.

Creer en el Resucitado es confiar en que nuestros esfuerzos por un mundo más humano y dichoso no se perderán en el vacío. Un día feliz, los últimos serán los primeros y las prostitutas nos precederán en el Reino.

Creer en el Resucitado es saber que todo lo que aquí ha quedado a medias, lo que no ha podido ser, lo que hemos estropeado con nuestra torpeza o nuestro pecado, todo alcanzará en Dios su plenitud. Nada se perderá de lo que hemos vivido con amor o a lo que hemos renunciado por amor.

Creer en el Resucitado es esperar que las horas alegres y las experiencias amargas, las "huellas" que hemos dejado en las personas y en las cosas, lo que hemos construido o hemos disfrutado generosamente, quedará transfigurado. Ya no conoceremos la amistad que termina, la fiesta que se acaba ni la despedida que entristece. Dios será todo en todos.

Creer en el Resucitado es creer que un día escucharemos estas increíbles palabras que el libro del Apocalipsis pone en boca de Dios: "Yo soy el origen y el final de todo. Al que tenga sed, yo le daré gratis del manantial del agua de la vida". Ya no habrá muerte ni habrá llanto, no habrá gritos ni fatigas porque todo eso habrá pasado.



viernes, 6 de abril de 2012

Viernes Santo. 6-4-2012.

"Ventana abierta"


Viernes Santo


A Jesús le han matado después de ser detenido de noche y a traición.
Después de ser juzgado sumariamente con acusaciones de testigos falsos. Se ha visto abandonado, injustamente tratado Él que a todos trató tan bien, porque pasó toda su vida haciendo el bien.
Ahora yace en el regazo de una Madre llena de dolor y acoge los sufrimientos y dolores de todas las madres del mundo.


Ante este Jesús crucificado, ante esta Madre serena y confiada ante el dolor inmenso, ¿quién no tiembla?, ¿quién puede quedar impasible y sin entrañas, o distraido?
Jesús nos convence con su muerte, porque sabemos que es una muerte por amor, Él vence al mal con el amor y lo logra con su Cruz y su Resurrección. Es porque ama mucho, porque ama al Padre, y ama a todos los hombres, que Jesús se ha entregado a la muerte y a una muerte de cruz; pues sólo el amor es digno de fe, y sólo una vida entregada por amor merece ser seguida e imitada, merece que creamos en Cristo y confiemos en Él.

Hoy Viernes Santo, y en medio de tantas tinieblas y pequeñeces, sufrimientos y dolor, cada uno se lo conoce, el nuestro, y sobre todo el de tantos inocentes, emerge un rostro, el rostro humillado y ensangrentado del Señor Jesús.
¡Este sí que es el Hijo de Dios!
En el rostro de Jesús, resplandece el rostro infinito y todopoderoso en el Amor del mismo Dios.



Desde hoy, sabemos que Dios sufre, que quiere sufrir con nosotros y por nosotros, que nuestras vidas le importa, que no está lejos ni de ti, ni de mí, ni de cada uno de nosotros, ni de los que sufren, porque continúa sufriendo en nosotros y nos redime.
 Su vida vale mucho para todos. Él carga con todo lo nuestro. 

En la liturgia de este Viernes Santo que nos disponemos a celebrar, descubrimos la grandeza de la Cruz del Señor, se nos revela que Él es el Siervo sufriente que carga con nuestros pecados, que podemos presentarle a Él todas nuestras peticiones y de forma universal por todos, pues Él murió por todos para que tuviésemos vida y vida en abundancia.

Esta tarde, adoraremos la Cruz, aunque sea de lejos, la Cruz que nos acompaña desde nuestro Bautismo y que será nuestra salvación.

Del Viernes Santo surge una nueva manera de vivir: con fe, con confianza, con perdón para todos, con amor hasta el fin, más allá de todo cálculo e interés.
¡Amemos como el Señor nos revela en su Cruz!
¡Feliz Pascua!

El petirrojo

"Ventana abierta"


El petirrojo


 Era el tiempo en que Dios creó el mundo; no sólo el cielo y la tierra, sino también todos los animales y plantas, dándoles a cada uno un nombre.
De aquellos días podrían contarse innumerables historias, y si se supiesen todas, entenderíamos el por qué de muchas cosas del mundo que ahora no comprendemos.


Fue entonces, cuando un día que Dios estaba en el Paraíso pintando los pajaritos, se le acabaron los colores de la paleta, de modo que el jilguero hubiese quedado sin color de no haber limpiado el Señor en sus plumas todos los pinceles.
  

Y fue entonces cuando el asno recibió sus largas orejas por no acordarse del nombre que le habían puesto; lo olvidaba apenas daba unos pasos por el Paraíso, y tres veces tuvo que volver atrás y preguntar cómo se llamaba, hasta que Dios, un poco impaciente, lo cogió por las orejas y le dijo:
 "Te llamas burro, bu-rro", 
y mientras hablaba, iba tirando de las orejas del asno, para que crecieran y pudiera oír mejor y no olvidara lo que le decían.


Aquel mismo día, el Señor tuvo que castigar a la abeja, pues en cuanto la crearon empezó a acumular miel, y los animalitos y los hombres que advirtieron lo bien que olía, se acercaron y quisieron probarla, pero la abeja la quería toda para ella, y cuantos se acercaban al panal, los ahuyentó con su venenoso aguijón.

Dios vio lo que sucedía, e inmediatamente llamó a la abeja y la castigó: "Te dí el poder de producir miel, que es lo más dulce de la Creación, pero no te dí derecho alguno a tratar duramente a tu prójimo, ¡recuérdalo bien!, cada vez que piques a alguien que quiera probar tu miel, morirás".



Sí, fue entonces cuando el grillo quedó ciego y la hormiga perdió sus alitas.

Realmente ocurrieron cosas maravillosas.
El Señor estuvo el día entero allí, Majestuoso y Benigno, crea que te crea, y ya declinaba la tarde, cuando se le ocurrió crear un pajarillo gris: "Te llamarás petirrojo"- le dijo cuando lo hubo terminado- lo colocó en la palma de su mano y lo dejó volar.

 

Pero cuando el pajarito hubo revoloteado un rato admirando la hermosa tierra donde tendría que vivir, sintió deseos de contemplarse a sí mismo, y descubrió que era enteramente gris, y su pecho tan gris como el resto. El petirrojo se volvía de uno y otro lado mirando su reflejo en el agua; pero era inútil, en todo su cuerpo no descubrió una sola pluma colorada.


Entonces el pajarito voló presuroso junto a nuestro Señor.
Dios seguía en su Trono, Majestuoso y Amable. 


De sus manos se desprendían mariposas que revoloteaban en torno a su cabeza; las palomas se arrullaban sobre sus hombros; y rosas, lirios y margaritas cubrían el suelo a su alrededor.


El corazón del pajarillo palpitó muy fuerte porque tenía miedo. Pero trazando airosos círculos, se fue acercando más y más a Dios, 

hasta que finalmente se posó en su mano, y el Creador le preguntó qué quería.
 

- Sólo quería preguntarte una cosa -respondió el pajarito-.
- ¿Qué deseas saber?
- ¿Por qué he de llamarme petirrojo, si soy completamente gris, desde el pico hasta la cola?
¿Por qué me llamo petirrojo, si no tengo una sola pluma roja? 
Y el avecilla miraba al Señor con sus ojitos negros y suplicantes, ladeando la cabecita.

   

A su alrededor veía: faisanes de plumaje de púrpura salpicado en oro, papagayos con espesas gorgueras rojas, gallos de crestas coloradas, por no hablar de las mariposas, los peces de colores y las rosas.
Naturalmente pensaba, lo sencillo que sería una sola gota de color en su pecho; haría de él un pájaro hermoso y de nombre adecuado.


- ¿Por qué tengo que llamarme petirrojo si soy enteramente gris? -preguntó otra vez- esperaba oír  decir a Dios: 
¡"Ay amiguito, veo que olvidé pintar de rojo las plumas de tu pecho; no te preocupes, es cosa de un momento".
Pero el Señor sonrió suavemente.
 - Te he puesto el nombre de petirrojo y petirrojo te llamarás, pero las plumas rojas de tu pecho tendrás que ganártelas tú mismo.
Con estas palabras alzó la mano y devolvió el pajarito al mundo.


El pájaro voló pensativo hacia el Paraíso. 
¿Qué podría hacer una avecilla como ella para ganarse las plumas rojas?
Lo único que se le ocurrió fue construir su nido en un zarzal, lo edificó entre las espinas de un tupido arbusto, como si esperara que un pétalo de rosa se adhiriera a su pecho y le diera color.


Había transcurrido una serie interminable de años desde aquel día que fue el más dichoso del mundo.
Los animales y también los hombres, habían abandonado el Paraíso y se habían extendido por toda la tierra, y los hombres habían progresado tanto, que sabían ya labrar la tierra y navegar por el mar,

 

abrigaban vestidos y adornos, y hacía mucho tiempo que habían aprendido a construir grandes templos y poderosas ciudades como: Tebas, Roma y Jerusalén.


Y amaneció otro día inolvidable en la historia del mundo. 
Y en la mañana de aquel día, un petirrojo, desde el borde de su nido construido en un bajo matorral de una colina próxima a las murallas de Jerusalén, charloteaba con sus pequeñuelos.

El petirrojo les contaba las maravillas de la Creación y lo sucedido con la asignación de nombres, como lo venían contando todos los petirrojos a sus crías, desde aquel primero que escuchó la Palabra de Dios y emprendió el vuelo desde su mano.
Y ¿véis? -concluyó tristemente- tantos años como han transcurrido desde el día de la Creación, tantas rosas como se han marchitado, tantos pajarillos como han salido del huevo, tantos que no pueden contarse, y sin embargo el petirrojo sigue siendo un pajarillo gris, aún no ha conseguido sus plumas coloradas para su pecho.

Los polluelos abrieron desmesuradamente los piquitos y preguntaron si sus antepasados no habían intentado realizar alguna hazaña para conquistar la manchita roja.

   

- Hemos hecho lo que hemos podido pero sin éxito.
El primer petirrojo conoció a otra avecilla semejante a él, e inmediatamente empezó a amarla con tal fervor, que sentía arder su pecho. ¡Ah -pensó- ahora lo comprendo todo; Dios ha querido que ame tan apasionadamente, que la llama que habita en mi corazón tiña el plumaje de mi pecho!
Pero no lo consiguió; como tampoco ninguno después de él, como tampoco lo conseguiréis vosotros.

Los menudos pajarillos gorgojearon muy afligidos, les entristecía que el color rojo no pudiera adornar sus plumitas.



- También confiamos en nuestro canto -continuó el petirrojo con largos trinos.
Ya el primer petirrojo cantaba de modo que su pecho se henchía de entusiasmo y volvió a tener esperanzas. Pensó: "¡Ah, el ardor del canto que habita en mí coloreará de rojo las plumas de mi pecho!".
Pero se engañaba; como todos después de él, como os engañaréis vosotros.



De nuevo estalló un gorgojeo quejumbroso en las gargantas, aún medio pelonas, de los pajarillos.


También confiamos en nuestro arrojo y valentía -continuó diciendo.
Ya el primer petirrojo luchó audazmente con otros pájaros y su pecho ardía de belicoso entusiasmo. Pensó: "¡Ah, las plumas de mi pecho enrojecerán con la alegría del combate que arde en mi corazón!".
Pero fracasó; como todos después de él, como también fracasaréis vosotros.

Los pequeñuelos piaron resueltamente, que pese a todo tratarían de conseguir el anhelado trofeo.
Pero el pájaro les respondió afligido, que era imposible. 
¿Cómo iban a conseguirlo ellos cuando tantos antepasados famosos no lo habían conseguido?
¿Qué podrían hacer más que amar, cantar y pelear?
¿Qué iban a ...? 
 El pájaro se interrumpió a media frase. Una gran multitud había aparecido por una de las puertas de Jerusalén y se aproximaba a la colina donde tenía su nido. Se veían jinetes sobre briosos corceles, guerreros con largas lanzas, esbirros con clavos y martillos, se veían sacerdotes y jueces que avanzaban con pasos solemnes, mujeres que sollozaban, y a la cabeza de todos éstos, una turba de populacho desenfrenado, una escolta vociferante y repulsiva de vagabundos.


El pajarillo gris, se acurrucaba tembloroso en el borde del nido; a cada momento temía que aplastaran el zarzal y mataran a sus pequeños.

 

¡Tened cuidado! -les gritó- apretaos unos contra otros y no rechistéis!   

¡Ahí viene un caballo que pasará por encima de nosotros!
¡Atención a ese soldado de sandalias claveteadas!
¡Ya está aquí esa turba desenfrenada!



Las exclamaciones del pajarillo cesaron repentinamente; quedó mudo y absorto, casi olvidó el peligro que corría, lugo se precipitó en el nido y extendió las alas sobre los pequeñuelos.  
¡No, es demasiado terrible -gorgojeó- no quiero que veáis esta escena; van a crucificar a tres malhechores! y extendía asustado sus alitas para que los polluelos no pudieran ver nada, sólo oyeron los martillazos atronadores, los lamentos y el griterío de la multitud.

El petirrojo siguió todo el espectáculo con ojos dilatados de espanto, no podía apartar la vista de aquellos tres desdichados.
¡Qué crueles son los hombres!-dijo al poco rato- no les basta clavar en la cruz a estos infelices, sino que además han tenido que ponerle a uno de ellos una corona de espinas; veo que las espinas han herido su frente por la que corre la sangre, y este hombre es tan hermoso, tan amable, y mira con tal dulzura, que todos debieran amarle; la vista de sus sufrimientos me traspasa el corazón.


La piedad del pajarillo por el ajusticiado de la corona de espinas crecía por momentos.
- ¡Si yo fuese mi hermano el águila, arrancaría los clavos de sus manos, y con mis potentes garras ahuyentaría a todos sus verdugos!

 

Vio cómo goteaba la sangre por la frente del crucificado, y no pudo contenerse por más tiempo.
¡Aunque sea tan pequeño y tan débil, algo he de poder hacer por este pobre mártir!   

Y, abandonando su nido, voló por el aire trazando amplios círculos en torno al crucificado.

 

Varias veces voló a su alrededor sin atreverse a aproximarse, pues era un pajarillo muy tímido y nunca hasta entonces, se había atrevido a acercarse a los hombres. 


Pero poco a poco fue cobrando ánimos, llegó a la cruz, y con su piquito arrancó una de las espinas clavadas en la frente del ajusticiado; y mientras lo hacía una gota de sangre salpicó el pecho del pájaro y tiñó de rojo el delicado plumaje.

 

Cuando el petirrojo volvió a su nido, gritaron los pequeños:
- "¡Tu pecho es rojo! ¡Las plumas de tu pecho son más rojas que las rosas!"



- Sólo es una gota de sangre de la frente de aquel pobre hombre -explicó el pájaro- desaparecerá en cuanto me bañe en un arroyuelo o en alguna fuente.



Y cuando crecieron sus polluelos, tenían el color rojo como la sangre en las plumas de sus pechos, exactamente igual como brilla aún hoy en el pecho de todos los petirrojos del mundo.

 


domingo, 1 de abril de 2012

Cristo, revelación de amor

Fr. Eduardo Calero Velarde, ofm.


Con tu cruz, oh Señor, vas caminante
hacia la dura roca del Calvario,
y quieres demostrar que es necesario
morir en cruz para vivir triunfante;

que sólo un fuerte amor será pujante
si acoge en amistad al adversario,
no teme dar la vida y, solidario,
coge su cruz y sigue hacia adelante.

Oh Señor que me llamas a seguirte,
escucha mi clamor, quiero pedirte
que extiendas hacia mí tu mano amiga,

que yo no rehuya el peso del madero,
y tras tu huella, fiel, por el sendero
coja mi cruz y con amor te siga.

************** 
Tus labios como un cáliz donde anida
la sed; tus ojos rotos, tus ojeras,
cárdenas por la luz que predijeras
te había de abrir la rosa de la vida.

Rosa que abrió el dolor, tu faz transida
que la sangre surcando va en hileras,
tus treinta y tres doradas primaveras
se han asomado al labio de la herida.

Oh Cristo mi Señor, yo te venero,
las espinas perforan tu alba frente
y apuñalan tu cuerpo rudas penas.

Floración de la vida en el madero,
embriaga Tú mi amor intensamente
con la sangre que brota de tus venas.
Si el peso de mi sangre estremecida
me amarga el hondo mar de mi lamento,
si silba furibundo con el viento
el bosque de mi sangre en esta herida,

si se me agita insana, incontenida,
esta pasión que sobre el alma siento
y crece en el naufragio del tormento
en que amenaza sumergir mi vida,

recurro a Ti, Señor en tu cruz clavado,
levanto el corazón que hasta Ti llega,
cólmalo de tu amor, ya que amor eres.

Y así contigo habré experimentado
que es el amor lo que expresó tu entrega,
esa serenidad con la que mueres.

 ************
El dolor me estremece y me horroriza;
Oh Señor, eres duro y exigente,
tu Evangelio es feroz espada ardiente
que hiere y saja, abrasa y pulveriza.

Pero sé que el amor es el que iza 
sobre el dolor humano su valiente
intrepidez para vencer urgente
este miedo que humilla y esclaviza.

Y así quiero seguirte hasta la muerte,
para imitarte a Ti en la cruz clavado
entregando al amor la vida entera.

Y ya, vencido este egoísmo inerte,
surgir a un mundo en paz, resucitado
y amando como Tú y a tu manera. 


Oraciones

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