"Ventana abierta"
ELOGIO DEL ADMINISTRADOR LADRÓN Y TRAMPOSO
Fe adulta
Que en una empresa, un banco, o un partido político, haya un administrador ladrón, que incluso hace trampas para disimular sus robos, no tiene nada de extraño. Que algunos de sus amigos o partidarios lo aprueben y defiendan, también puede ocurrir. Pero que Jesús ponga de modelo a un sinvergüenza, a un administrador ladrón y tramposo, es algo que desconcierta y escandaliza a mucha gente. Por eso, la traducción litúrgica no pone la alabanza en boca de Jesús, sino en la del “amo”; una opción bastante discutible. De hecho, Juliano el Apóstata (s. IV) usaba la parábola para demostrar la inferioridad de la fe cristiana y de Jesús, su fundador. El cardenal Cayetano (s. XVI) y Rudolph Bultmann (s. XX) la consideraban ininteligible; otros muchos piensan que es la más difícil de entender. [Quien desee conocer los diversos problemas puede consultar mi comentario El evangelio de Lucas. Una imagen distinta de Jesús (Verbo Divino, 2021), 355-360]."
La ironía de la parábola (Lucas
16,1-9)
La principal dificultad para entender la
parábola radica en que Jesús se basa en unos presupuestos contrarios a los
nuestros:
1. Nosotros no somos propietarios sino
administradores. Todo lo que
poseemos, por herencia o por el fruto de nuestro trabajo, no es propiedad
personal sino algo que Dios nos entrega para que lo usemos rectamente.
2. Esos bienes materiales, por grandes y maravillosos que parezcan, son nada en comparación con el bien supremo de
“ser recibido en las moradas eternas”.
3. Para conseguir ese bien supremo, lo mejor no es aumentar el
capital recibido sino dilapidarlo en
beneficio de los necesitados.
La ironía de la
parábola radica en decirnos: cuando das dinero al que lo necesita, tú crees que
estás desprendiéndote de algo que es tuyo. En realidad, le estás robando a Dios su dinero
para ganarte un amigo que interceda por ti en el momento decisivo.
Jesús alaba a ese buen ladrón y lo pone de modelo.
La idolatría del dinero (Lucas
16,10-13)
En la versión larga,
el evangelio de este domingo termina con unas palabras muy famosas: No podéis servir a dos amos, no
podéis servir a Dios y al dinero.
Jesús no parte de la
experiencia del pluriempleo, donde a una persona le puede ir bien en dos
empresas distintas, sino
de la experiencia del que sirve a dos amos con
pretensiones y actitudes radicalmente opuestas. Es imposible encontrarse a
gusto con los dos. Y eso es lo que ocurre entre Dios y el dinero.
Estas palabras de Jesús se insertan en la línea
de la lucha contra la idolatría y defensa del primer mandamiento ("no
tendrás otros dioses frente a mí"). Para Jesús, la riqueza
puede convertirse en un dios al que damos culto y nos hace caer en la idolatría.
Naturalmente, ninguno de nosotros acude a un banco o una caja de ahorros a
rezarle al dios del dinero, ni hace novenas a los banqueros. Pero, en el fondo,
podemos estar cayendo en la idolatría del dinero. Según el Antiguo y el Nuevo
Testamentos, al dinero se le da culto de tres formas:
1) mediante la injusticia directa (robo, fraude, asesinato, para tener más). El dinero se convierte en el bien absoluto, por encima de Dios, del prójimo, y de uno mismo. Este tema lo encontramos en la primera lectura, tomada del profeta Amós.
2) mediante la injusticia indirecta, el egoísmo, que no hace daño directo al
prójimo, pero hace que nos despreocupemos de sus necesidades. El ejemplo
clásico es la parábola del rico y Lázaro, que leeremos el próximo domingo.
3) mediante el agobio por los bienes de este mundo, que nos hacen perder la fe en la Providencia.
Unos casos de injusticia directa:
Amós 8, 4-7
Amós, profeta judío del siglo VIII a.C. criticó
duramente las injusticias sociales de su época. Aquí condena a los comerciantes
que explotan a la gente más humilde. Les acusa de tres cosas:
1) Aborrecen las fiestas religiosas (el sábado,
equivalente a nuestro domingo, y la luna nueva, cada 28 días) porque les
impiden abrir sus tiendas y comerciar. Es un ejemplo claro de que “no se puede
servir a Dios y al dinero”.
2) Recurren a trampas para enriquecerse:
disminuyen la medida (el kilo de 800 gr), aumentan el precio (la guerra de
Ucrania es un ejemplo que pasará a la historia) y falsean la balanza.
3) El comercio humano, reflejado en la compra
de esclavos, que se pueden conseguir a un precio ridículo, “por un par de
sandalias”. Hoy se siguen dando casos de auténtica esclavitud (como los chinos
traídos para trabajar a escondidas en las fábricas de sus compatriotas) y casos
de esclavitud encubierta (invernaderos; salarios de miseria aprovechando la
coyuntura económica, etc.).
Reflexión final
Puede resultar irónico, incluso indignante,
hablar del buen uso del dinero y de los demás bienes materiales cuando la
preocupación de la mayoría de la gente es ver cómo afronta las necesidades de
cada día. Sin embargo, Jesús nunca ofreció un camino cómodo a sus seguidores.
Tanto la parábola como la enseñanza siguiente y el texto de Amós nos obligan a
reflexionar y enfocar nuestra vida al servicio de los más necesitados.
Reflexiono: Y
yo, pobre hombre, ¿qué postura tomo en la vida? No soy rico, ni tengo cargo
importante; con alcanzar cierta seguridad para el futuro (y si tengo hijos, mi
obligación es darles lo mejor para ellos…eso nos han dicho…es nuestra
obligación)
Todavía se me implica más este evangelio
cuando leo la parábola de los talentos (Mateo 25) ¿Tengo ambición, creatividad
o soy dependiente (de mi herencia, el Estado, estoy “colocado”, no doy un palo
al agua y recibo un dinerito “aseao”, sin que me tenga que matar trabajando’?
Pero es más; todo el mundo piensa así, trabaja así, educa así y no pasa
naaa. No tengo cargo de conciencia.
Jesús, una vez más, viene a complicarnos
la vida.
O no… José Luis Sicre pone tres conclusiones
que me gustan. Nos dice lo que Jesús no quiere que
hagamos, ni de pensamiento, ni de palabra ni de obra: Que adoremos al dinero a
toda costa, atropellando lo que sea…
Que no olvidemos que
el dinero no es para usarlo (o conseguirlo) con trampas, a ciegas, sin mirar
alrededor…
Y que el dinero, el capital acumulado (cualidades, talentos, oportunidades…) son, las tengo recibidas de Dios, para servir, ponerlo al servicio de los demás. En todo amar y servir, dice san Ignacio al final de los Ejercicios como conclusión de la experiencia religiosa con Jesús.
Dios mío es difícil entender a este Jesús que nos priva, nos recorta ambiciones, nos hace olvidar tantas presiones que tenemos internas y las que nos vienen de fuera. Me cuesta, Señor, es duro de aceptar esto que me propones, pero, si Tú lo dices, es que (creo) que tú tienes palabras de vida eterna. (Juan 6,68) Veo que atacas, creo, el dinero, sino su adoración en el uso. Tú por encima de todo. Contigo, mi corazón se pone activo para servir. Está claro.
Ahora comprendo el por qué tantas curaciones de ciegos… “¿Qué quieres que haga por ti? Señor que vea…” (Lucas 18, 35-4
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