"Ventana abierta"
Comentarios breves de Benjamín González Buelta. S.J.
Generaciones humanas han suspirado por ver el rostro de Dios. Han peregrinado a lugares lejanos y recorrido procesos espirituales ásperos y dolorosos, accesibles solo para los iniciados. Finalmente se muestra y es un niño pequeño, en los brazos de su madre, en una escena de máxima ternura, donde todos pueden acercarse porque no hay cercas, ni puertas, ni distancias, ni rituales sofisticados.
No hay que caer de bruces abrumados por su gloria, ni cerrar los ojos cegados por el espanto, sino todo lo contrario: hay que acercarse y contemplarlo con todos los sentidos bien abiertos desde un corazón sorprendido, y cargarlo en los brazos, y dejar que el júbilo nos recorra por dentro, porque el Hijo de Dios ya puede decir "nosotros", los seres humanos, los infinitamente amados.
Nos ha desconcertado, tanto pedirle que cargue con nosotros, y ahora nos salva pidiéndonos que lo acojamos en nuestra casa, en nuestros proyectos y esperanzas. Nace en medio de la noche, cerca de los pastores, sus vecinos. Seguirá llegando así hasta el final de la historia, en las noches de los pueblos, en niños migrantes, al lado de los habitantes de las periferias; y, si los acogemos, nos salvamos.
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