UCRANIA, GAZA, LÍBANO, VALENCIA… ¿EL FIN DEL MUNDO?
Fe Adulta
Domingo 33. Ciclo B
En el siglo I, sobre
todo en las décadas en las que se escribieron los evangelios, ocurrieron cosas
parecidas. Un terremoto en Asia Menor que destruyó doce ciudades en una sola noche (año 61). Otro terremoto en
Pompeya y Herculano (año 63). Incendio de Roma (año 64). Rebelión de los judíos
contra Roma, guerra que durará hasta el año 70 y terminará con el incendio de
Jerusalén y de su templo. Nuevo terremoto en Roma (año 68). Guerra civil, con
tres emperadores en un solo año: Otón, Vitelio y Vespasiano (año 69). Erupción
del Vesubio (año 79).
Estos fenómenos provocaron en muchos
sectores cristianos la certeza del
fin del mundo. Y los tres evangelistas sinópticos (Mateo, Marcos y Lucas)
consideraron fundamental incluir un largo discurso de Jesús a propósito de este
tema. Su idea fundamental es tranquilizar
los ánimos, y consolar anunciando la vuelta de Jesús. Este convencimiento
de que la vuelta de Jesús era inminente recorre todo el Nuevo
Testamento, desde su primer escrito, la carta de Pablo a los Tesalonicenses,
hasta el último, el Apocalipsis, que termina con las palabras: «Ven, Señor Jesús».
El fragmento de Marcos seleccionado para este
domingo se centra en las señales que precederán al fin del
mundo y el momento en el que tendrá lugar, insistiendo en que lo fundamental es
la vuelta de Jesús. Aquí radica el punto débil de las lecturas de hoy. En el
siglo I, algunos cristianos podían estar convencidos de que el fin del mundo y
la vuelta de Jesús eran inminentes. Hoy día, salvo los Testigos de Jehová (y
ellos mismos han tenido que actualizar sus cálculos), nadie lo cree.
Por consiguiente, cabe el peligro de convertir
la homilía en una conferencia sobre la mentalidad cristiana del siglo I a
propósito de las grandes desgracias. Sin embargo, en medio de ese lenguaje
anticuado, las lecturas encierran gran dosis de esperanza y consuelo, muy
necesarias hoy día.
Tres años terribles (169-167
a.C.): el origen del movimiento apocalíptico.
Los años 169-167 a.C.
fueron especialmente duros para los judíos. El 169, Antíoco Epífanes, rey de
Siria, invadió Jerusalén, entró en el templo y robó todos los objetos de valor,
después de verter mucha sangre. El 167, un oficial del fisco enviado por el rey
mata a muchos israelitas, saquea la ciudad, derriba sus casas y la muralla, se
lleva cautivos a las mujeres y los niños,
y se apodera del ganado. Al mismo tiempo, Antíoco, obsesionado por imponer la
cultura griega en todos sus territorios, prohíbe a los judíos
ofrecer sacrificios en el templo, guardar los sábados y las fiestas, y
circuncidar a los niños [como si a nosotros nos prohibieran celebrar la
eucaristía y bautizar a los niños]; y manda contaminar el
templo construyendo altares y capillas idolátricas, y sacrificando en él cerdos
y animales inmundos.
Estos acontecimientos provocaron dos reacciones
muy distintas: una militar, la
rebelión de los Macabeos; otra teológica, la esperanza apocalíptica, que
encontramos reflejada en la 1ª lectura de hoy.
Apocalipsis significa “revelación”, “desvelamiento de algo oculto”. La literatura apocalíptica pretende revelar un secreto escondido, que se refiere al fin del mundo: momento en que sucederá, señales que lo precederán, instauración definitiva del Reino de Dios. Es una literatura de tiempos de opresión, de lucha a muerte por la supervivencia, de búsqueda de consuelo y de unas ideas que den sentido a su vida. La única solución consiste en que Dios intervenga personalmente, ponga fin a este mundo malo presente y dé paso al mundo bueno futuro, el de su reinado.
La respuesta del libro de Daniel
El pequeño fragmento del libro de Daniel recoge algunas de estas ideas. Se anuncia al profeta que habrá un tiempo de angustia como no lo ha habido nunca; pero, al final, se salvará su pueblo, mientras que los malvados serán castigados. Todo esto no puede ocurrir en este mundo, el autor está convencido de que este mundo no tiene remedio. Ocurrirá en el mundo futuro, cuando unos resuciten para ser recompensados y otros para ser castigados. Entre los buenos el autor destaca a los doctos, a los que enseñaron a la multitud la justicia, que brillarán como las estrellas, por toda la eternidad. Con ello deja clara su opción política y religiosa: la solución no está en las armas, como piensan los Macabeos.
Una década fatal (60-70 d.C.)
Además de los datos que hemos indicado al
comienzo, la comunidad cristiana sufre toda clase de problemas. Unos son de
orden externo, provocados por las persecuciones de judíos y paganos: se les
acusa de rebeldes contra Roma, de infanticidio y de orgías durante sus
celebraciones litúrgicas; se representa a Jesús como un crucificado con cabeza
de asno. Otros problemas son de orden interno, provocados por la aparición de
individuos y grupos que se apartan de las verdades aceptadas. La primera carta
de Juan reconoce que “han venido muchos anticristos”, no uno solo (1 Jn 2,18),
y que “salieron de entre nosotros”.
La respuesta del evangelio de Marcos
En este ambiente tan difícil, el evangelio de Marcos también ofrece esperanza y consuelo mediante un largo discurso (capítulo 13). La lectura de este domingo ha seleccionado algunas frases del final del discurso, a propósito de los interrogantes principales de la apocalíptica: las señales del fin del mundo el momento en el que ocurrirá. En medio, la gran novedad: la venida gloriosa del Señor.
Las señales no
acontecen en la tierra, sino en el cielo: el sol se oscurece, la luna no
ilumina, las estrellas caen del cielo. Pero lo que ocurre no provoca el pánico
de la humanidad. Porque la desaparición
del universo antiguo da lugar a la venida gloriosa del Señor y a la salvación
de los elegidos. Indico algunos detalles de interés en estos versículos.
1) A Dios no se lo menciona nunca. Todo se centra, como momento culminante, en la aparición gloriosa de Jesús:
2) De acuerdo con algunos textos apocalípticos judíos, se pone de relieve la salvación de los elegidos. Esto demuestra el carácter optimista del discurso, que no pretende asustar, sino consolar y fomentar la esperanza, aunque no encubre los difíciles momentos por los que atravesará la Iglesia.
3) A diferencia de otros textos apocalípticos,
que conceden gran importancia a la descripción del mundo futuro, aquí no se
hace la menor referencia a ese tema, como si pudiera descentrar la atención de
la figura de Jesús.
El momento del fin
La parte final contiene tres afirmaciones
distintas: 1) vosotros podéis saber cuándo se acerca el fin (parábola de la
higuera); 2) el fin tendrá lugar en vuestra misma generación; 3) el día y la
hora no lo sabe más que Dios Padre.
La segunda es la más problemática. Si se
refiere a la caída de Jerusalén no plantea problema, porque tuvo lugar el año
70. Pero, si se refiere al fin del mundo, no se realizó. A pesar de todo, es
posible que así la interpretasen muchos cristianos, convencidos de que el fin
del mundo era inminente. Así pensó Pablo en los primeros años de su actividad
apostólica.
Pero al lector debe quedarle claro lo que se
dice al final: nadie sabe el día ni
la hora.
Una omisión incomprensible
El discurso no termina
ahí. Añade una exhortación capital: «¡Atención, estad despiertos!». Lo
importante no es discutir o calcular, sino mantener una actitud vigilante,
esperando contra toda esperanza. Los miles de personas que están ayudando de
forma muy sacrificada a las víctimas de Ucrania, Gaza, Líbano, Valencia… nos
enseñan cómo debemos responder a las múltiples tragedias de nuestro mundo.
P. Leonardo
1. Cuando
celebramos la eucaristía, sabemos que el centro, (previos pasos, saludos,
pedir perdón y enseñanza) es cuando proclamamos: ¡Anunciamos tu muerte, proclamamos tu resurrección, ven, Señor,
Jesús! Luego, rezamos el Padrenuestro con la invocación central
de ¡venga a nosotros tu
reino! Luego, eso es lo que
comemos y agradecemos.
2. ¡Ven, Señor Jesús! Me estremezco. Miro alrededor. en mi mundo y mundo
global y me desanimo (lo cita muy bien Sicre)
3. Miro el programa de Jesús: ¡Convertíos, el reino de Dios
está cerca, creed el evangelio ¡Jesús está en medio de nosotros y
continuamente me está y nos está llamando a una sociedad de paz, amor, justicia,
libertad y verdad…
4. Y analizo, cómo está cada uno de esos puntos…y es para echarse a temblar. Y
ver cómo terminó ese proyecto, esta oferta; en el fracaso total.
5. Y al final, sin embargo, desde la cruz convenció al buen ladrón y al pagano
centurión, y los que salieron dándose golpes de pecho…
6. Y…cambiaron del enfoque de sus vidas (al final,
ver al Dios fiel)
7. Jesús nos está invitando cada día a luchar por extender el reino, aceptar la cruz cada día
y ver el triunfo en el horizonte como recompensa.
8. Total, que estamos invitados a trabajar con esperanza. A pesar del
pesimismo actual. Jesús también lo tuvo: cansancios y agobios… pero aguantó y,
al final, ganó.
9. Esa es nuestra confianza-esperanza, capacidad de lucha y seguridad
10. Ven, Señor, Jesús!
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