"Ventana abierta"
VIUDAS BUENAS Y TEÓLOGOS MALOS
José Luis Sicre Díaz
Fe Adulta
Domingo 32 Ciclo B
El evangelio del domingo anterior nos dejó en
el templo de Jerusalén. Por delante de Jesús han ido desfilando autoridades
religiosas, fariseos, saduceos, y un escriba que le preguntó por el mandamiento
principal y terminó recibiendo un gran elogio de Jesús. Al parecer, ya no queda
nadie importante a quien presentar. Sin embargo, falta el personaje más
desconcertante: una viuda que no se interesa por Jesús. La primera lectura,
tomada de la historia del profeta Elías, ayuda a entender y valorar la actitud
de esta viuda.
Una viuda generosa y con mucha fe
(1 Reyes 17,10-16)
Se trata de un relato muy sencillo, que
recuerda a las “Florecillas” de San Francisco de Asís. Lo importante no es su
valor histórico sino su mensaje. Destaco algunos detalles.
1. La pobreza de los protagonistas. En el mundo
antiguo, de estructura patriarcal, las personas más marginadas eran las viudas
y los huérfanos; la muerte del marido o del padre los condenaba en la mayoría
de los casos a la miseria. En nuestro relato, esta situación se ve agravada por
la sequía, hasta el punto de la mujer está segura de que ni ella ni su hijo
podrán sobrevivir.
2. La fe y la obediencia de la mujer. Muchas
veces, comentando este texto, se habla de su generosidad, ya que está dispuesta
a dar al profeta lo poco que le queda. Pero lo que el autor del relato subraya
es su fe en lo que ha dicho el Señor a propósito de la harina y el aceite, y su
obediencia a lo que le manda Elías.
3. La categoría excepcional de Elías, al que
Dios comunica su palabra y a través del cual realiza un gran milagro.
Teólogos presumidos y una viuda
generosa (evangelio)
El relato tiene dos partes: la primera denuncia
a los escribas, la segunda alaba a una viuda. Las relaciona la actitud tan
contraria de los protagonistas: mientras los escribas “devoran los bienes de
las viudas”, la viuda echa en el arca “todo lo que tenía para vivir”.
¡Cuidado con los escribas!
Los escribas eran especialistas en cuestiones
religiosas, dedicados desde niños al estudio de la Torá. Tenían gran autoridad
y gozaban de enorme respeto entre los judíos. Pero Jesús no se fija en su
ciencia, sino en su apariencia externa y sus pretensiones. La descripción que
ofrece de ellos no puede ser más irónica, incluso cruel. Forma de vestir
(amplios ropajes), presunción (les gustan las reverencias en la calle), vanidad
(buscan los primeros puestos en la sinagoga y en los banquetes), codicia
(devoran los bienes de las viudas), hipocresía (con pretexto de largos rezos).
Todo esto es completamente contrario
al estilo de vida de Jesús y a lo que él desea de sus discípulos. Por
eso los amonesta severamente: «¡Cuidado con los escribas!».
No es preciso añadir que los discípulos le
hicieron poco caso a Jesús y terminaron vistiendo como los escribas, exigiendo
reverencias y besos de anillo, ocupando primeros puestos, y devorando bienes de
viudas, viudos y casados. Por desgracia, de este evangelio no se puede decir:
«Cualquier parecido con la realidad actual es pura coincidencia», aunque
debemos reconocer que la situación ha mejorado bastante.
Elogio de la viuda
En la 1ª lectura y en la segunda parte del
evangelio tenemos personajes parecidos: una viuda y un profeta (Elías-Jesús).
Pero la relación entre ellos se presenta de manera muy distinta. Basta fijarse
en los siguientes detalles:
¿De qué hablan la viuda y el profeta? Elías y la viuda mantienen un diálogo,
mientras que Jesús no dirige ni una palabra a la viuda. Cuando ve lo que ha
hecho, no la llama para dialogar con ella, sino que llama a sus discípulos para
darles una enseñanza.
¿Qué hace la viuda por el profeta? La viuda entrega todo lo que tiene a
Elías y trabaja para él; la viuda del evangelio no hace nada por Jesús.
¿Qué hace el profeta por la viuda? Elías hace un gran milagro para resolver
el problema económico de la viuda; Jesús no le da ni un céntimo.
La enseñanza silenciosa de la
viuda
Los relatos anteriores de Marcos (que no se han
leído en las misas del domingo) han ido presentando una serie de personas y
grupos que se presentan ante Jesús para discutir con él las cuestiones más
diversas: su autoridad, el pago del tributo al César, si hay resurrección de
los muertos, cuál es el mandamiento principal, etc. Al final aparece esta
viuda, que no se preocupa de cuestiones teóricas ni teológicas, ni siquiera se
interesa por Jesús; sólo le
preocupa saber que hay gente pobre a la que ella puede ayudar con lo poco que
tiene.
La viuda es un símbolo magnífico de tantas
personas de hoy día que no tienen relación con Jesús, pero se preocupan por la
gente necesitada e intentan ayudarlas, sin considerarse ni ser cristianos. Y la
preocupación de la viuda no es de boquilla, entrega todo lo que tiene.
Jesús, que no la llama para hablar con ella e
invitarla a formar parte del grupo de sus discípulos, nos puede servir de
ejemplo para la actitud que debemos adoptar ante esas personas. No hay que
intentar convertirlas a toda costa. En los tiempos que corren, de tanta
necesidad para tanta gente (pienso sobre todo en los damnificados por la DANA
en Valencia), el evangelio de este domingo nos da mucho que pensar y que rezar.
A bote pronto:
1. Me quedo anonadado. Hay gente, personas
sencillas de cuya religiosidad popular me he reído…o he participado en las
risas. Me arrepiento.
2. Porque Jesús lo que ve, no son
las apariencias (¡y nos
gustan tan tanto!) sino el corazón.
Ahí tengo dentro que trabajar y asear. Y a fondo.
3. He tenido la suerte ( o la gracia de Dios) de
haber conocido a esta viuda. En
Torreblanca, Sevilla, y se llamaba Ana, Los que la vieron dentro y fuera de la
iglesia saben lo que digo. A diferencia de esta viuda del evangelio de hoy,
ella no recibió milagros de Jesús aparatosos, visibles. Ni siquiera tuvo
homenajes, ni aplausos. Callada, menuda, acompañaba en la visita a los
enfermos, primera en barrer, acompañar; cierto que era una de las “chicas
de oro” de la Hermandad de los Dolores, pero a menos que hablaras con alguien
del barrio, descubríamos con sorpresa, admiración, como algo grandioso e
inaudito… Ese era el milagro. La sonrisa de los enfermos, ese era el milagro.
El cariño de las miradas de jóvenes y mayores, ese era el milagro.
Escondido, sin alharacas, como ella era.
4. Y si recordábamos su historia, mucho más
milagro… prodigioso.
5. Necesitamos, en medio de este mundo que nos
agobia, muchas Anas. Yo sé mucha más teología que ellas (o ellos). Tengo más
seguridad económica, más prestigio social, más llamadas por teléfono,
mássssss, pero me
falta su fe, su confianza total en Dios, su generosidad, su piedad sencilla,
humilde.
6. Berger escribió un libro magnífico: “Rumor de
ángeles” donde descubre la presencia-rumor callado de Dios en la civilización
actual. Pero – no recuerdo bien – no hablaba de las Anas… Y estas Anas, “haylas”,
no son rumor, son un DANA de Dios entre nosotros. Y las conocemos… pero no nos
damos cuenta de su paso entre nosotros.
7. Y Jesús se fija en ellas(os) ¡Felices los y las que son como ellas (ellos).
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