"Ventana abierta"
Un día, una madre pasaba con su pequeña hija frente a un
jardín público en donde abundaban los rosales. Había rosas de todos colores,
todas muy hermosas. La niña se detuvo a observar una rosa.
- Mira mamá, está llorando.
- Las rosas no lloran, Laurita.
- Sí, esta está llorando mamá, ¡mira, tiene gotitas!
- No mi amor, son gotitas de rocío.
- Son lágrimas mamá y yo sé por qué lloran.
- ¿Por qué?- preguntó la madre.
-Porque tiene clavadas todas esas espinas, mamá. Le han de
doler mucho, por eso llora la rosa, ¡pobrecita!
La madre sonrió con ternura ante el inocente comentario. La
niña agregó:
- ¿Podemos llevarla a casa para quitarle todas esas espinas?
- No podemos, mi amor, aquí está prohibido cortar las flores.
- ¡Pero cómo la vamos a dejar así sufriendo!
-No sufre Laurita. Todas las rosas tienen espinas y no les
duele.
- ¿Pero tú cómo sabes que no les duele?
La madre no supo qué responder.
Cerca de allí estaba un viejo jardinero, que había escuchado
la conversación y se acercó a ellas y dijo.
-Querida niña, ¿quieres saber por qué las rosas, siendo tan
bellas, tienen estas espinas tan afiladas?
- Sí señor, quiero saberlo - respondió la pequeña.
- Te lo diré. Las rosas tienen espinas, para que al tocarlas
nos pinchemos los dedos...
-¿Pero eso por qué? - replicó la niña.
- Para que nunca olvidemos lo que duele un pequeño
pinchazo... ¡Duele bastante! Hubo un hombre, que soportó una corona de espinas
en su cabeza, además de clavos en sus manos y sus pies. Ese hombre, llamado
Jesús, sufrió todo eso por amor a tí y a mí. Él pagó así por nuestros pecados,
para que podamos ir al Cielo cuando dejemos esta vida.
Por eso, cada vez que veas una rosa tan hermosa... que su
belleza te recuerde el sublime acto de amor de Jesús, y sus espinas, todo el
dolor que sufrió por ti.
"Porque tanto amó Dios al mundo, que dio a Su Hijo unigénito, para que todo el que cree en Él no se pierda, sino que tenga vida eterna." Juan 3:16.
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